La danza, según Alberto Dallal, es el producto superior del cuerpo como la manifestación hecha acabada, no sólo de un grupo culturalmente configurado, sino de cualquier individuo normal, y como la sencilla expresión de una capacidad o un instinto, expresión que tradicionalmente se realiza por medio del movimiento.
Partiendo de la definición anterior, se puede comprender que la danza es un conjunto de ideas, emociones y sensaciones personales y subjetivas, posibles de ser objetivadas en una elaboración externa al individuo.
La danza nace como las manifestaciones más primitivas de las actividades que apoyaban costumbres, acciones y hábitos. La danza se vuelve algo propio de éstas, llegando a ser una vía de comunicación entre los individuos de dicha comunidad, creando así una simbología.1
Ahora bien, para poder saber si la danza cumple con lo necesario para ser un lenguaje, partamos de que el lenguaje es un conjunto de características y mecanismos propios de la naturaleza de los procesos mentales del ser humano. La acción lógica de nombrar las cosas, los objetos, las experiencias para representarlas en la mente, para aislarlas simbólicamente, para dominarlas técnicamente, para asumirlas, para conformarlas y hacerlas materia de retención, análisis y manipulación; así como la asignación de un significado o una significación no podría considerarse sino una función propia de la particularización que toda experiencia humana intenta y logra realizar para diferenciarse del resto de la naturaleza.
En los parámetros del lenguaje, la razón, logos, sobreviene y va estableciéndose a partir y a través de la unión palabra-significación, pero el lenguaje, si se establece así, del movimiento del individuo no logra la intervención organizadora de sus signos para configurar su código, o norma, y un conocimiento para que se establezca así su razón correspondiente.
Dentro de la danza no se ha establecido la unión movimiento-significado, por lo tanto, la danza como lenguaje universal comunicable, jamás ocurrirá inesperadamente en torno a sus capacidades para alcanzar una adecuada codificación de signos, sino en torno a un conjunto de símbolos impuestos a través del pensamiento, sea la actividad cotidiana, costumbre o hábito que sea. En cambio, para el alemán Ernst Cassirer, esto sería cierto desde el punto de vista objetivo, porque el lenguaje no solo expresa cualidades materiales, sino ante todo para expresar relaciones y determinaciones formales de relación.
Por ello, no podemos descartar radicalmente a la danza como lenguaje, partiendo del concepto palabra-significado. Si el movimiento comparte con el lenguaje verbal la sucesividad, la dificultad de definir esos términos hace difícil la transposición. Es decir el movimiento sin la palabra se convierte en un lenguaje corporal capaz de comunicar.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario