En cuanto a la cuestión ideológica de los partidos políticos, se coincide en que hay un evidente desdibujamiento ideológico, más laceradamente en las últimas décadas, pues éstos han asumido posturas más pragmáticas y menos comprometidas con los grandes temas sociales, económicos y políticos del país entero. Solo buscan una cota de poder y vivir del erario público.
Los partidos se inclinan, hoy, por definirse como pragmáticos en la medida que comparten un mismo pensamiento económico y un conjunto de valores políticos que han cobrado relieve universal. Este fenómeno ha generado desorientación en el ciudadano, lo que con frecuencia se traduce en un reclamo a los partidos por no cumplir con su obligación de proporcionar una conducción política clara, con compromisos concretos respecto de cierto tipo de políticas públicas. Está claro que no existe una ideología clara para desarrollar al país de una forma justa y equitativa. Las elecciones federales de este 6 de junio dejaron en claro que "México no cabe en un solo partido", para citar a José Woldenberg. Morena, con 34.9 por ciento, fue el partido más votado, pero el PAN obtuvo 18.5 y el PRI 17.8 por ciento. Pero ninguno representa el sentir de todo el pueblo mexicano.
La diversidad puede ser una fortaleza. Para aprovecharla es importante tener una oposición fuerte, pero también que todos los grupos estén dispuestos a dialogar. Hoy no tenemos esa oposición; tampoco se ven deseos de negociar y llegar a acuerdos, acuerdos sobre todo donde sea tomada en cuenta a la clase proletaria olvidada, mancillada, maltratada.
Woldenberg sostuvo que la democracia y el pluralismo son sinónimos y permiten la convivencia de una sociedad compleja, masiva, contradictoria y desigual como la mexicana, por lo que coincidimos en que se debe defender el sistema democrático frente a expresiones del gobierno que intentan imponer un solo discurso e ideología alejado totalmente de la realidad concreta, donde la clase trabajadora sigue en la ignominia.
La adopción del modelo de económico de libre mercado que se presume muerto y enterrado está más vigente que nunca, en la Política Económica de México sigue provocando desequilibrios en el crecimiento y la distribución interna de la riqueza porque el control del entorno macroeconómico, rezaga los indicadores del bienestar social e incrementa la pobreza y desigualdad. Si bien la Política Social ha buscado compensar el deterioro en las condiciones de vida de la población, sus alcances son insuficientes en la medida que la misma Política Económica le impone límites que obligan a focalizar el gasto público hacia poblaciones objetivo con lo cual deja a una proporción amplia en situación de precariedad. Los datos muestran que la Política Social focalizada es incapaz de revertir los desequilibrios derivados por esta orientación de la Política Económica.
No corregir los factores que rigen el modelo actual, daña sin lugar a dudas gradualmente las condiciones de vida de la población y la seguridad nacional.
La política social constituye el medio con el cual el Estado procura redistribuir la riqueza, preservar el bienestar social y que los beneficios derivados del desarrollo económico, no de la repartición de dinero alcancen a todos los estratos sociales. Una política que promueva la generación de empleos, empleos que sean bien remunerados, de tal forma que alcance para una familia promedio a cubrir sus gastos y tenga una vida digna, captación de impuestos de los que más tienen, no del pueblo trabajador, y la reorientación del gasto público cubriendo principalmente las necesidades elementales de la población en general.
Este próximo 1 de agosto se realizará la primera consulta nacional en la que se cuestionará si debe sancionarse las conductas irregulares cometidas en el pasado, misma que ha sido promovida por Morena, pero que requerirá al menos de la participación del 40% de la Lista Nominal de Electores, es decir 37.2 millones de ciudadanos, de un total de 93 millones de enlistados.
Esa cifra supera los votos obtenidos por Morena en 2018 y en las pasadas elecciones de 2021, por lo que ese partido organiza la participación masiva en la consulta. Pensamos que la realización de la consulta no tendrá ninguna repercusión en el desarrollo económico y social de nuestro México, solo humo para obnubilar la razón de población mexicana, como distractor de los grandes problemas que aquejan, como son la inseguridad nacional, muertes y más muertes por el crimen organizado, un deterioro en la atención a la salud por los problemas cotidianos y la suma de pandemia de la covid-19, mal atendida, lo dicen los números de muertos que a nadie del gobierno le importa, un crecimiento inexistente de la economía que se traslada en falta de empleos y desarrollo de las empresas nacionales y trasnacionales.
El partido morenista llegó a estas elecciones con un presidente del partido impuesto por intereses ajenos, que colocó en todos los lugares en que pudo hacerlo candidatos ajenos a la militancia, muchas veces, recién llegados de los partidos que integraron la alianza opositora. No hubo lugar donde ese “presidente” no generara conflictos. Sus argumentos bordaban sobre el pragmatismo: la “eficacia”, “popularidad”, “competitividad”. Se impusieron las “encuestas de reconocimiento” como elemento definitorio de las candidaturas y hoy se sabe que casi todas las encuestas fueron falsas.
El resultado más expreso del pragmatismo fueron dos entidades donde el presidente del partido Morena impuso dos candidatas recién llegadas del PRI. En Nuevo León, merecidamente el resultado catastrófico que cayó al cuarto lugar, ya que se olvidan completamente de las necesidades de la gente trabajadora. En San Luis Potosí resultó obvio lo que denunciaron las bases: que, al no poder imponer a un amigo personal como candidato, el “presidente” del partido puso a una gris funcionaria priista para que su amigo llegara al gobierno bajo las siglas del “Verde”.
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