Como ya quedó establecido en la primera parte de este trabajo, la crisis del agua es una problemática que tiene sus causas en la falta de una administración eficiente del vital líquido, así como en la falta de infraestructura hídrica que a su vez es consecuencia de la limitada inversión pública en la materia. Y tiene consecuencias negativas en la población que se ve afectada tanto en su uso doméstico, como en el uso agrícola, pero en los dos casos afecta siempre a los que menos tienen.
La causa de esta crisis es la extracción desmesurada de las reservas de agua subterránea, principalmente para la producción agrícola a gran escala, forzando que los pozos sean cada vez más profundos alcanzando niveles de agua “fósil” en cuyas profundidades hay presencia de metales naturales como el arsénico y fluoruro.
Con la introducción de políticas para la promoción de la agricultura de exportación, la sobreexplotación del agua subterránea ha provocado que el nivel freático sea cada vez más profundo, llegando al grado de que en la actualidad este nivel alcanza ya los 500 metros de profundidad. Con la proliferación de pozos de tubo, muchos actores productivos perforaron pozos, lo que trajo como consecuencia que para el año de 1983 todo el estado de Guanajuato fuera puesto en veda, desde hace 4 décadas se estaban sobreexplotando los acuíferos y el recurso finito del agua se estaba terminando.
Sin embargo, las vedas fueron ignoradas en su mayoría o fácilmente eludidas y, a pesar de las prohibiciones, de acuerdo con el doctor Jaime Hoogesteger, especialista en la materia, el número de pozos pasó de 100 en 1940 a 2 mil en 1960; para 1982 había más de 10 mil pozos perforados y, hoy se estima que hay más de 20 mil pozos en estado de Guanajuato.
De acuerdo con la Comisión del Agua en Guanajuato (Ceag), la extracción de agua subterránea alcanzó 4 mil millones de metros cúbicos en el año 2016, de los que desafortunadamente la tasa de recarga es de 3 mil millones de metros cúbicos por año, lo que significa que se está extrayendo por lo menos 25 por ciento más de agua subterránea de los acuíferos cada año, que lo que se recupera naturalmente por la lluvia. La gran mayoría de la extracción del agua subterránea es atribuida a los intereses comerciales de los productores medianos y grandes.
Mientras el nivel freático continúe bajando, muchos más pozos se irán secando y las concentraciones del arsénico y fluoruro continuarán aumentando, poniendo en riesgo la salud de cientos de miles de guanajuatenses, de los más pobres, por cierto.
El doctor Hoogesteger sostiene que hay una actitud de negligente y abusiva en el manejo y preservación sustentable del agua, a la que llama “ la política de avestruz del agua subterránea”: “Políticos, burócratas, compañías privadas y usuarios poderosos actúan todos justo como avestruces; tienden a enterrar sus cabezas en la arena e ignoran las señales obvias y las consecuencias del uso exhaustivo de las reservas de agua subterránea en el ambiente, en los pobres rurales y en las futuras generaciones”.
Son varias las consecuencias del decrecimiento de las aguas subterráneas, en primer lugar, sacan de la producción agrícola rentable a los pequeños productores, quienes ante este fenómeno, quedan a merced en su producción de las insuficientes lluvias en el temporal que los lleva año con año a perder sus pequeñas cosechas, por lo cual se ven forzados a migrar a la ciudad dentro del estado, el país y hacia Estados Unidos, transformando radicalmente el tejido social y económico de las comunidades rurales; también disminuye cada vez más la calidad y disponibilidad del agua en centros urbanos, los cuales están siendo cada vez más impactados por una serie de problemas ambientales, de salud y de acceso al agua.
Mientras el nivel freático continúe bajando, muchos más pozos se irán secando y las concentraciones del arsénico y fluoruro continuarán aumentando, poniendo en riesgo la salud de cientos de miles de guanajuatenses, de los más pobres, por cierto.
Revertir esta crisis hídrica en Guanajuato y en el país es sumamente complejo y complicado, porque se requiere de un verdadero cambio sistémico, que necesita de una genuina voluntad política y la colaboración interinstitucional en todos los niveles de gobierno, para crear programas y políticas del manejo del agua coherentes; por un lado, para cuidar la salud y por el otro, para garantizar nuestras fuentes finitas de agua para el futuro.
Debemos buscar restaurar nuestras cuencas, incrementar la filtración del agua subterránea, promover la reforestación, así como la conservación y cosecha de agua de lluvia, pero, sobre todo, buscar los mecanismos para limitar el consumo de los mayores abusadores del agua, que es la próspera agroindustria de exportación que consume casi 80% del agua bombeada en cultivos de uso intensivo de agua como el brócoli, alfalfa y lechuga entre otros; literalmente estamos exportando nuestras finitas reservas de agua.
Cambiar esta situación requiere de una sociedad organizada y consciente. Los antorchistas seguimos en la lucha cotidiana para lograrlo.
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