“Un gobierno sin corrupción no sirve para nada”, afirmó el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en la mañanera del 15 de junio. Se trata de otra declaración que pasará a la historia. Ya lleva varias. Pero sobre esta, me hago las siguientes preguntas:
¿De quién se acordó? ¿Pensaba en las bolsas con dinero ilegal de Pío López Obrador? ¿Pensaba en los contratos millonarios de Felipa Obrador con Pemex? ¿Se acordó de su hijo José Ramón y la lujosa casa de Houston? ¿O en los millones ganados de forma inexplicable por el morenista John Ackerman y su esposa Irma Eréndira Sandoval? ¿O en los contratos ilegales de Manuel Bartlett y sus hijos? ¿No estaría pensando en Mario Delgado y sus trácalas? ¿O en los apoyos millonarios a la hija de Claudia Sheinbaum? Sí, de esa misma que desea ser la sucesora de AMLO en la presidencia. ¿No pensó en el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, que es un nido de ratas según su exdirector Jaime Cárdenas? ¿O no pensaría en los 100 mil dólares que Miguel Barbosa le exigió a Lozoya para aprobar la Reforma Energética? O quizá se acordaba de las denuncias contra el líder de Morena en la Cámara de Diputados, el señor Ignacio Mier Velazco; sí, ese que quería ser el próximo gobernador de Puebla.
De tantos morenistas corruptos y rateros llenaríamos páginas enteras.
Quizá el presidente pensaba en ellos cuando afirmó que “un gobierno sin corrupción no sirve para nada”. Todos sabemos que la presidencia se ha convertido en un refugio de corruptos, incondicionales de la 4T, y sin importar que provengan de otros gobiernos y partidos corruptos. El aceptado discurso de campaña de “alto a la corrupción”, que les dio 30 millones de votos, se les olvidó cuando el 1º de diciembre de 2018 entraron por las puertas de esa mina de oro, la presidencia, con la que habían soñado durante muchos años.
México les dio la oportunidad de gobernar y cambiar, radicalmente, al país. Pero ellos se olvidaron de sus promesas y como Alí Babá y los 40 ladrones llegaron al Palacio Nacional. Es una enseñanza política para un país al que le urge no un cambio de partido en el poder, sino de clase social. A México lo deben gobernar los pobres y los humildes. Ellos sabrán acabar con la pobreza y convertir al país en una potencia mundial. Recordemos que los partidos políticos actuales son hijos naturales de los empresarios, cuya única finalidad es acrecentar su riqueza con la explotación de todos los mexicanos.
Termino con una nueva declaración de López Obrador, que es una mentira redonda. En la misma mañanera, dijo que Antorcha recibió, en apoyos al campo, supuestamente miles de millones de pesos de los gobiernos anteriores. No dio pruebas. No mostró datos exactos. Como siempre, pues, calumnió a quienes le exigen resultados reales a su gobierno. Organismos serios confirman que López Obrador miente 85 veces en cada una de sus mañaneras. ¡Es el presidente más mentiroso del mundo! ¡Miente con más frecuencia que el expresidente Donald Trump! Y una de esas mentiras es la que lanza ahora contra Antorcha.
López Obrador es el nuevo Joseph Goebbels, que fue el propagandista nazi de Adolfo Hitler. Goebbels sostenía que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. Eso hace AMLO todos los días en sus mañaneras: intenta convertir en verdades las mentiras que escupe todos los días en sus mañaneras. Pero los mexicanos se comienzan a dar cuenta de sus mentiras, de la corrupción de su gobierno y del desastre al que han llevado al país. Más temprano que tarde se lo cobrarán a Morena y a AMLO. De eso estamos seguros.
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