El morenismo, como toda la 4T, gira excesivamente en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador. Su plan político es más discurso de su inventiva que un estudio serio de la realidad, y su justificación es que él sabe más.
En varias ocasiones, López Obrador ha sostenido que gobernar no requiere mucha ciencia y, al propio tiempo, ha manifestado sus deseos de escribir un libro sobre economía, pero, según él, si no lo ha hecho es por falta de tiempo, no por falta de capacidad. Para él, el marxismo, en tanto que economía política e interpretación histórica, está superado, sin que haya procurado citar o demostrar de forma detallada y lógica esta afirmación. La salida de Carlos Urzúa evidenció esa centralización excesiva en la toma de decisiones. Y en general manifiesta abierto desprecio por las opiniones que no sean las suyas, aunque éstas sean más informadas o provenientes de especialistas.
Cuando su administración ha sido cuestionada con fundamentos estadísticos, los desestima con el discurso de que él tiene otros datos e insinúa que aquellos son falsos, y los suyos (muchas veces sin precisar la fuente) son los ciertos. De esta forma erige su autoridad moral como la garante de toda validez.
En nuestro país, las instituciones dedicadas a la recopilación de datos, reconocidas por su rigurosidad científica, tenían una autonomía muy clara con respecto al poder gubernamental, pero en este gobierno de la 4T, a la menor crítica sobre la injerencia gubernamental del presidente y sus allegados en los organismos autónomos, titulares de organismos decisivos, como el del Coneval, han sido removidos de su cargo por parte de López Obrador, en detrimento de la calidad del trabajo de esos organismos y de toda la sociedad en general. Aunque desaparezca a las personas y a las instituciones, a la realidad no se le puede desaparecer por decreto.
Por estas razones, cabe la pregunta: ¿El presidente tiene aversión a la ciencia, es simple descuido o es llana ignorancia? Al respecto la doctora Gabriela Dutrénit, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, dice: “Para el nuevo gobierno, la ciencia no está siendo una prioridad, al menos eso reflejan. Es preocupante y una ingrata sorpresa que uno no termina por entender porque por un lado suben a rango constitucional los beneficios del desarrollo de la ciencia como un derecho humano (en la Reforma Educativa), pero al mismo tiempo pasa desapercibida en el Plan Nacional de Desarrollo”.
Minusvalorar a la ciencia, porque no tiene ninguna ciencia conocerla y menos utilizarla, está provocando que el gobierno de AMLO tome malas decisiones políticas. Es altamente probable que a AMLO, de manera personal, no le haya afectado ninguna de las medidas que ha tomado porque el pueblo mexicano, a través de sus impuestos, le satisface todas sus necesidades básicas, pero sí a los más de 100 millones de mexicanos pobres (Julio Boltvinik) que dependen de las decisiones que él toma con la que los obligan a la precariedad, la mendicidad y a otros mucho a optar por salidas falsas como la delincuencia.
Despreciar a la ciencia y a la estadística, a conveniencia de una sola persona encargada del destino de miles, conducirá a la toma de decisiones de consecuencias fatales para todos los mexicanos, consecuencias catastróficas no vistas en los últimos años.
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