Tampoco en el tema del combate a la inseguridad hay resultados del gobierno federal. Los abrazos, no balazos, ha resultado una frasecilla fantasiosa y simplona con las que se intenta convencer a los mexicanos de que “ya se sentaron las bases para la transformación del país y que en tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo, que se ha dado una revolución de las conciencias, un cambio de mentalidad, lo más cercano a lo esencial, a lo mero principal y eso es lo más cercano a lo irreversible, que se han fortalecido los valores morales, culturales y espirituales”.
Quizás sea un toco atrevido señalar que aquí aplica el dicho popular que, “tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata” pero estoy convencido de ello, ya que en la mañanera del pasado viernes 3 de diciembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador, presumió, “vamos a pacificar Michoacán sin baladronadas", y ofreció su apoyo al gobernador de Morena, Alfredo Ramírez Bedolla, para enfrentar la inseguridad, pero dijo, sin declararle la guerra al crimen como se hizo en el pasado. ¿Cómo está eso? ¿Los va a seguir acusando con sus mamacitas?
Mientras en su Amlofest que llamó “tercer informe de gobierno” indicó que se redujo el robo de combustible en 95 por ciento; los homicidios en 0.5 por ciento; el robo de vehículos 28 por ciento; secuestro 18 por ciento; y así en casi todos los delitos de fuero común en federal, destacó que el 27 de julio, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dio a conocer cifras de homicidios registrados en 2020, que como en 2019, “reflejan que se detuvo una tendencia ascendente en ese delito e inclusive se logró una pequeña disminución".
Allí sólo reconoció que en lo que va de su sexenio, de 11 delitos considerados de mayor impacto en el país han presentado un aumento, el feminicidio con un aumento del 13 por ciento, la extorsión 28 puntos y el robo a transporte público individual 12 por ciento. Pero obvio, en su fiesta para nada se refirió que ese mismo día, exactamente 10 horas antes, en Tula, Hidalgo, un comando de la delincuencia organizada detonó tres coches bomba como distractores y se colocaron poncha llantas para evitar la llegada de los cuerpos de seguridad, mientras una camioneta modificada y reforzada con placas de metal rompía la puerta del penal, de donde se fugaron 9 reos, entre ellos un líder huachicolero de apodo, ‘El Michoacano’.
Según datos del propio gobierno, hay 49 organizaciones criminales que operan en México. Dos tienen supremacía por su presencia territorial, estructura y operación internacional, 17 cuentan con capacidad operativa limitada, aunque con dominación de ciertos territorios y 30 organizaciones con capacidades operativas locales y acotación territorial. El gobierno mexicano dice contar con información de inteligencia suficiente sobre la presencia y los conflictos del crimen organizado a nivel nacional, sabe quiénes son, dónde están y por qué compiten, tiene identificados a sus líderes y sus alianzas, por dónde entran, salen, y se distribuyen sus armas, ¿y si lo sabe, entonces, por qué no actúa? ¿Cómo se explica?
Las recientes declaraciones del presidente no ayudan a despejar las dudas de muchos mexicanos de si hay o no complicidad del gobierno de la 4T con el crimen organizado, con la que se pretende asegurar la elección del 2024, además, no declararle la guerra e insistir en su política de abrazos, no balazos, y de acusar a estos con sus mamacitas, es actuar con irresponsabilidad y significa en los hechos pasarse del lado contrario, de la delincuencia y el crimen organizado, que como en los casos de muerte por Covid, debieran pagarse las consecuencias.
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