En los días que corren, la inflación ha crecido de manera importante. Los pronósticos apuntan a que el año cerrará con una inflación de 6.8% y que sus efectos se prolongarán hasta el primer trimestre del 2022. La inflación promedio del año será de 7.15%, la mayor cifra desde el 2000. Estos aumentos en la inflación se dan en medio de una crisis económica, y se suman al desempleo y a la disminución de los ingresos, entre los agravantes que enfrentan los trabajadores a causa de la crisis. Si en condiciones que pudiéramos llamar de estabilidad en los precios, la inflación, aunque baja, decrecía los incrementos salariales obtenidos cada vez que se revisaban los contratos, la pérdida ahora será mayor.
Los ajustes salariales caen a su peor nivel desde 2007 mermados por alza en la inflación, se lee en el título de una nota de El Economista del 10 de noviembre de 2021. La nota informa que “en octubre, los incrementos salariales a nivel federal quedaron nuevamente por debajo del incremento de los precios al consumidor; como resultado de esto los ajustes presentaron un decremento de -2.05 por ciento”. Año con año, con mucha o poca inflación, la historia se repite. Bajo los aumentos nominales en los salarios se esconde, desde hace décadas, una constante y firme depreciación real del poder adquisitivo de los mexicanos. Lo que con una mano se da con la otra se quita.
Ante este escenario, el Banco de México (Banxico), institución encargada de controlar la inflación, activó la misma política de siempre, elevar la tasa de interés interbancaria, conocida como TIIE. En septiembre Banxico anunció un aumento en 25 puntos base con efectos a partir de octubre, y el 11 de noviembre anunció un nuevo incremento de la misma magnitud, para alcanzar una tasa de referencia del 5%. Esta tasa de referencia es un promedio ponderado de las tasas a las que el resto de los bancos se prestan dinero entre sí. Podría decirse que cuando la TIIE aumenta el crédito se encarece. Por esta vía, el público, entre empresarios y consumidores, preferirán depositar su dinero en el banco y obtener un interés en lugar de gastarlo. Se retiró dinero de la economía, y al haber menos dinero en manos de los compradores disminuye la demanda de bienes y servicios. Al disminuir la demanda, los precios disminuyen, y de esta manera el Banco Central controla la inflación.
Sin embargo, el proceso no es automático, los efectos esperados tardan meses en observarse. Por otro lado, se desestiman las consecuencias que este mecanismo tiene en el crecimiento económico. En una economía contraída, en donde la producción enfrenta escasez de insumos y niveles bajos de inversión, la subida de las tasas de interés dificultaría aún más la reactivación económica. Pero más allá de la política monetaria, la política económica en general se ha mostrado pasiva ante los efectos de la crisis en la población, continúan insistiendo en las viejas fórmulas diseñadas para mantener la estabilidad de las élites económicas y políticas. El gobierno se rehúsa a impulsar la producción, a invertir en creación de empleos y servicios públicos. Mientras tanto, la inflación consumirá los salarios de por sí ya deprimidos.
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