En el espectáculo que se instala cada mañana en Palacio Nacional se inauguró una nueva sección mensual. A partir de enero de 2022 el primer jueves de cada mes se presentarán en la pantalla cuatro indicadores macroeconómicos para mostrar que la economía de México va “requetebién” y que los mexicanos se sienten más que felices. Como en su momento el mismo López Obrador reconoció, estos indicadores si bien revelan el desempeño general de la economía mexicana, están muy lejos de mostrar las condiciones de vida de los millones de trabajadores y sus familias. Pero parece que eso, se le ha olvidado a fuerza de mostrarse optimista y confiado de su errática política económica.
Una de las variables mencionadas es la inflación. En 2021 la inflación fue de 7.3%. Como se ha mencionado, esta inflación alcanzó niveles récord en las últimas dos décadas de México. La inflación es un promedio del incremento de los precios del mercado. De modo que es también, la medida de cuánto puede comprar el peso mexicano, de la capacidad de compra del dinero. Así que la inflación golpea a los compradores de mercancías que llegan al mercado con un determinado monto de dinero para adquirir la misma canasta de bienes que antes y que, al enfrentarse a los nuevos precios, sale con una cantidad de bienes menor a la que esperaba.
Como promedio, la inflación registra el incremento de los precios de distintos conjuntos de bienes cuyos incrementos pueden ser más o menos altos y que golpean de manera distinta a los hogares. La estadística muestra que el precio de los alimentos aumentó mucho más que ese 7.3%. De acuerdo con los datos de la OCDE, el precio de los alimentos en México aumentó 10.8% entre noviembre de 2020 y noviembre de 2021; y el precio de los energéticos 15.4% en el mismo periodo. Ambos conjuntos de bienes contribuyeron con 60% del incremento general de los precios. Por parte del gobierno federal se ha insistido que el incremento es temporal y proviene de fuentes externas; se esperaría, de ser así, que el efecto entre los países sería más o menos el mismo. Sin embargo, la misma fuente muestra que en México la inflación de los alimentos es el doble que en el grupo de países que conforman la OCDE (5.5%) y el tercero con el nivel más alto, solo detrás de Turquía y Colombia.
Los hogares mexicanos, en 2020, gastaban en promedio 38% de su ingreso en alimentos; una proporción mayo que la que gastaban en 2018. Este incremento se debe, sobre todo, al empobrecimiento sufrido en el 2020 a propósito de la pandemia. Y el costo de la inflación de los alimentos para los hogares se agrava en la medida en que los hogares son más pobres, pues una mayor proporción de su ingreso se destina al consumo de bienes para su alimentación. Es decir, aunque la inflación sea la misma para todos, la sufren más los que tienen que destinar hasta 60% de su ingreso en alimentos porque su ingreso es tan pequeño que no tienen de otra para alimentar a su familia. La inflación provocará en ellos hambre y desnutrición. En un país en el que el desempleo y los bajos ingresos son la norma, la inflación de los alimentos son una condena de hambre, enfermedad y sufrimientos para la mayoría. Estos son los resultados del gobierno de la Cuarta Transformación, de sus cambios y sus políticas. No es pues la que necesitamos los millones de trabajadores y sus familias.
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