La soberbia del presidente Andrés Manuel López Obrador para tratar la pandemia de covid-19 ha traído consigo una estela de muertes que pudo evitar si hubiera hecho caso a los llamados oportunos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los expertos mexicanos y extranjeros.
Han transcurrido cinco meses desde que inició la contingencia en el mundo y dos meses y medio de que México decretó la Jornada Nacional de la Sana Distancia que obligó a una buena parte de los mexicanos a resguardarse en sus casas para contener la ola de contagios, pero, contrario a lo esperado, el número de mexicanos muertos ha crecido aceleradamente al pasar de los días.
El epidemiólogo Carlos Castillo Salgado, director del Observatorio Global de Salud Pública, de la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health, una de las instituciones académicas más prestigiosas del mundo con sede en Estados Unidos, aseguró hace varios meses que los países que desearan volver a la "normalidad" debían cumplir mínimamente con cuatro condiciones para evitar cualquier rebrote de mayor intensidad que ponga en riesgo a más personas: 1) identificar a la población infectada y a sus contactos asintomáticos (a través pruebas PCR); 2) disponibilidad masiva de pruebas serológicas para conocer los niveles de anticuerpos y población con inmunidad; 3) incremento de personal de salud para el rastreo de contactos y 4) mantener la sana distancia y usar mascarillas.El doctor Julio Frenk, ex secretario de salud en México y catedrático de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, alertó oportunamente de lo "irresponsable y desastroso" que resultaría para el país reabrir la economía sin antes realizar pruebas masivas.
Aunque los expertos del mundo han compartido públicamente su conocimiento sobre la nueva enfermedad y el SARS-CoV-2 que la provoca; en México, sólo se cumplen los deseos del presidente.Para López Obrador la pandemia ya se domó y se aplanó la curva de contagios, por ello fue posible el regreso a las actividades esenciales y reiniciar sus giras por el sureste mexicano.Mientras tanto, el país sufre las consecuencias de un hombre que no escucha a nadie que no sea él, como muy pocos mandatarios en el mundo en plena contingencia.
Hace tres semanas y media (13 de mayo), el país sumaba cuatro mil 220 muertos y el presidente anunciaba el regreso a la "nueva normalidad" para el 1° de junio.Al día siguiente (14 de mayo), el número de personas en las calles era mayor al de las ocho semanas previas.El desenlace no podía ser optimista.Al 25 de mayo había siete mil 633 muertos por covid-19.La población mexicana no tuvo que esperar 15 días más para volver oficialmente al trabajo o a buscarlo.Dos semanas después (1° de junio) tiempo promedio que le lleva a uno de los dos fenotipos del nuevo coronavirus manifestarse- habían 10 mil 167 fallecidos.Es decir, México volvía a la "nueva normalidad" en su segunda semana con más fallecimientos en toda la pandemia.Al 7 de junio, por si esto no fuera suficiente, la suma había crecido a 16 mil 284 mexicanos muertos; seis mil 117 familias más con el corazón roto porque sus familiares se han reducido a cenizas.
Asimismo, a siete días de iniciado el sexto mes de la contingencia y a una semana de regreso a la "nueva normalidad" y concluida la Jornada Nacional de la Sana Distancia, el Gobierno mexicano continúa sin realizar pruebas masivas para detectar a la población infectada y asintomática que, de acuerdo con la OMS, es la medida más efectiva contra la pandemia, y así pueda proceder a aislarla y detener la ola imparable de contagios.Por tanto, sigue desconociendo dónde se encuentran todos los mexicanos infectados y no puede detener la fuente de infección.Al día de hoy existen 117 mil 103 personas con covid-19, pero se desconoce a quiénes otras tantas personas contagiaron.Los médicos continúan siendo insuficientes para atender a la población enferma y, un día sí y otro también, se manifiestan en las calles por la falta de insumos y de condiciones mínimas para laborar.
Gobernadores y presidentes municipales no han parado de denunciar que las cifras de defunciones que el Gobierno federal presenta a nivel nacional no son correctas, que sus registros civiles reportan más defunciones por covid-19, y se niegan a exponer a su población regresando a la "nueva normalidad" mientras el país se encuentre en semáforo rojo.Pero aunque la prensa internacional ha mostrado al mundo lo que ocurre en nuestro país y el doctor Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, insista cada tarde desde su tribuna en mantener la sana distancia y el uso de mascarillas, el presidente continúa desobedeciéndolo e ignorando a la OMS y a los expertos: ni usa mascarilla ni mantiene la sana distancia ni garantiza las herramientas necesarias para los hospitales y los médicos ni promueve la realización de pruebas masivas de ningún tipo (0.4 por cada mil habitantes, OCDE), y desde el 1° de junio ha vuelto a su "normalidad": realizar giras por diferentes estados del país sin tomar ningún tipo de precaución.
Miles de mexicanos como él han vuelto a salir a las calles a buscar trabajo y sin ninguna protección se arriesgan todos los días en el insuficiente e inseguro transporte público sin siquiera poder mantener la sana distancia.
Cuántos contagios corresponderán a la "nueva normalidad" lo sabremos con toda seguridad la siguiente semana.Lo que ya es un hecho es que desde que el presidente comenzó a hablar de ella las medidas se relajaron y los contagios y las muertes se fueron al alza elevando considerablemente la pendiente de la curva.Si a esos niveles creció mientras miles aún permanecían confinados, qué podemos esperar si salimos ahora cuando el país entero se haya más contagiado y enlutado que nunca y el mandatario mexicano continúa dando el mal ejemplo echando por la borda los dos meses preventivos que vaciaron los bolsillos de mexicanos.
Ante la desobediencia a los expertos nacionales e internacionales es imposible saber cuál es el verdadero estado de la pandemia en nuestro país ni si estamos viviendo su peor escenario; por ello, cualquier estimación oficial sobre el momento más peligro siempre termina por recorrerse.Si la máxima autoridad del país persiste en desoír y desobedecer esta situación seguirá prolongándose causando más desolación y muerte entre las familias mexicanas.Cuánto durará la indolencia del presidente, probablemente todo lo que le resta de sexenio; toca a los mexicanos tomar cartas en el asunto para detener esta muerte masiva de compatriotas que el presidente sólo alienta.
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