Es muy frecuente escuchar entre nuestra gente, comentarios, de que no tengo dinero, no me alcanza el salario para cubrir los gastos, tuve que empeñar algo para salir de un gasto extraordinario de salud, educación o servicios. Es suficiente preguntar cuantas familias le deben en la tiendita de la esquina, el recibo de luz, agua o teléfono, a las tiendas departamentales y préstamos con intereses. Los que convivimos todos los días con las familias humildes en las comunidades o colonias marginadas, fácilmente percibimos las complicaciones económicas que enfrentan cotidianamente los o las jefas de familia, fenómeno que se ha agudizado en los últimos años. Esto viene a comprobar lo que se publicó en días pasados en el periódico La Razón: de 36.6 millones de familias que hay en el país, el INEGI informo que el 56.9% tienen algún tipo de deuda; el 11%, 4.2 millones de hogares tienen una deuda hipotecaria, 53.8%; 19.7 millones mantienen obligaciones económicas con tarjetas, créditos de nómina, o personales, prestamos, entre otros. Solo al 12.8% de los adultos le alcanza para ahorrar y el 65%de la población recurre a préstamos de conocidos para hacer frente a imprevistos. La población económicamente activa se está empobreciendo aceleradamente, sumándole la política económica rapaz de los capitalistas, la contingencia sanitaria, los desaciertos económicos de autoridades federales que llevan las riendas del país.
Por una parte, la acelerada concentración de la riqueza nacional en unas cuantas manos en las últimas décadas, por otra, el crecimiento de las mayorías desempleadas, los raquíticos salarios, los altos precios de los productos de la canasta básica y servicios, han traído inevitablemente un empobrecimiento en los sectores de las clases trabajadoras. Provocando un empobrecimiento en millones de hogares, padeciendo los incrementos escandalosos de los precios de los productos de los alimentos, ropa, calzado, medicamentos, servicios como luz, electricidad, transporte, energéticos, etc. No podemos pensar ni aceptar que “estamos alcanzando el bienestar social de las familias”, cuando el incremento del salario es de pesos y el incremento de los productos y servicios es de decenas de pesos, en esa carrera tan desigual es imposible que el salario alcance para más, sino para menos o, mejor, mucho menos. Siendo honrados, los hogares empobrecidos no son una creación del actual gobierno federal, sino de gobiernos anteriores, pero podemos afirmar que en los últimos tres años del actual sexenio, las acciones gubernamentales en el aspecto económico han sido erróneas y han incrementado el empobrecimiento de las familias vulnerables, basta con recordar qué hicieron los tres niveles de gobierno para ayudar en serio a las familias en su economía familiar durante la pandemia, hasta la fecha están abandonadas a su suerte.
Los que vivimos en hogares humildes no podemos seguir permitiendo al sistema neoliberal y su gobierno palero que sigan empobreciendo aún más a estos hogares, una día y otro también, viéndose obligados a pedir préstamos. El empobrecimiento de los hogares, obliga a endeudarse a las familias para seguir sosteniéndose y cubriendo sus gastos, consecuencias de un sistema económico injusto, que no fue creado para defender los intereses de las mayorías sino de las minorías, sistema cuyo objetivo no es repartir la riqueza social sino concentrarla, producir bienes y servicios no para quien verdaderamente los necesite, sino para quien pueda comprar; buscar el bienestar material y espiritual no de las mayorías sino de unos cuantos, no dejar que las mayorías decidan democráticamente su destino sino que se sometan, obedezcan y aplaudan a las elites empoderadas que hoy concentran el poder en unas cuantas manos. Este fenómeno se repite en todos los estados y municipios del país. Las altas deudas en la mayoría de los hogares mexicanos constituyen un termómetro para medir el problema económico crítico que carcome ferozmente todos los días a las familias humildes de esta patria y urge hacer algo, antes de que sea demasiado tarde.
Por eso, urge que las familias humildes, que somos mayoría, nos demos cuenta de que el endeudamiento que hoy padecemos no es por querer vivir con grandes lujos, sino que endeudarnos significa apenas sobrevivir, como decimos, para irla pasando; por tanto, urge que nos demos cuenta de este terrible fenómeno económico-social, que lo concienticemos, luchemos y derroquemos al monstruo neoliberal que produce todas estas terribles consecuencias. Que nos levantemos juntos como hermanos de una clase social empobrecida, endeudada, sometida, explotada y manipulada e instauremos un sistema social más justo, seguramente durante nuestra lucha los que hoy disfrutan de sus riquezas gracias a nuestra pobreza, nos atacarán, acusarán y calumniarán de cosas impensables, pero algún precio debemos de pagar por alcanzar la justicia de las mayorías, incluyendo la nuestra.
Pues, llegó el momento, desposeídos de la tierra: todos a empezar a organizarnos y luchar como un solo hombre que, si así lo hacemos, lo único que podemos obtener será librarnos de la pobreza económica y espiritual que hoy nos acecha y se refleja en grandes deudas muchas de ellas impagables. Nunca debemos resignarnos a ser los eternos vencidos, todos a levantar la voz y continuar el camino de la lucha organizada, que es la única solución.
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