Casi estoy seguro, no por estadísticas sino solo por sentido común, que todos escuchamos por lo menos una canción durante el día, seguramente al despertar, mientras nos preparamos para nuestras actividades cotidianas, en la tarde en el trabajo o en la noche antes de dormir. Y también sé que todos tenemos alguna canción favorita. La diversidad de la música provoca que “siempre haya un roto para un descocido”, es decir que la amplia gama de canciones nos permite escoger las que más nos gusten y seguir el género por el cual nuestras células auditivas se excitan más. Sin embargo, hay estigmas sobre la “música basura”.
La música que escuchamos mientras nos graduamos de la adolescencia generalmente será la que nos gustará por el resto de nuestras vidas. Pasa con la generación T, quienes se enajenaron con el rock, el punk y que hasta los días contemporáneos siguen colocando en un altar el género de la rebeldía y la osadía. Aunque sucede más agudamente en los países vernáculos, la propaganda llega a casi todos los rincones del mundo, por lo tanto, nuestro país no se exime.
¿Cuál es esa música basura de la que se habla y estigmatiza? En primer lugar, el reguetón y en segundo lugar la música electrónica, hay más pero solo me ocuparé de la segunda. La música electrónica se define como: Aquella hecha utilizando tecnologías de audio analógica y/o digital, donde este elemento es una clave estética de la obra. La que más me parece acertada. El género surgió en la década de 1960 en Francia y se convirtió a través del milenio como una explosión cultural, al grado de trascender hasta el milenio en curso. Existen muchos subgéneros, unos más agradables que otros, unos más simples que otros, otras hechas netamente con sonidos digitales y, algunos donde se ocupan instrumentos reales para crearlos, no existe dogma de lo digital.
Sin embargo, para la gente con un oído más educado, no es de su agrado, no considera que valga la pena escuchar ni una canción de género electrónico. Hay razones válidas, por ejemplo. 1) “No te deja nada” y 2) “No educa”. Y hay dos en particular que no apruebo (las no válidas) 1) “Escuchas esa música porque eres un completo ignorante” y 2) “Te hace malo”. No estoy de acuerdo porque ninguna es correcta. La primera se desecha porque no si conoces, un ápice de lo que sea, no ignoras todo, y la segunda, nadie se hace malo así.
Ahora, esto es un tanto trivial porque no está bien escuchar un solo tipo de género y decir “es la mejor”, porque de lo que hasta ahora he hablado es un género extranjero, sin nada con qué nutrir la mexicanidad. Me gusta la electrónica y a muchos tal vez de igual manera, pero, si pretendemos sentir orgullo y recordar el heroísmo de nuestra patria, no hay mejor cosa que escuchar y conocer música vernácula de México.
Una bella canción de Álvaro Carrillo, o una de Agustín Lara, o una de José Alfredo Jiménez o de un autor más contemporáneo como Juan Gabriel, son parte de nuestra identidad e historia cultural, por lo tanto, nunca hay que dejarlas de lado, hay que tener de nuestro espacio un poco de la música popular mexicana, nunca hay que olvidar quienes somos a pesar de que nos guste música extranjera.
Sí hay que escuchar de todo: rock, pop, electrónica, chilenas, trova, etc., porque el espíritu humano no se puede reprimir.
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