* Muerte e indignación avivan lucha del Movimiento Antorchista Nacional para exigir castigo a los asesinos y regularizar la colonia Nueva Revolución
Guerrero.- El pasado miércoles 4 de noviembre, que parecía común, se tornó en un doloroso día para la familia de Florián Reyes Rafaela de 51 años de edad, para los habitantes de la colonia Nueva Revolución ubicada al sur-poniente de Chilpancingo, a los que valientemente encabezaba en férrea lucha por regularizar el predio en el que 100 familias de escasos recursos económicos edificaron sus viviendas y que durante años han vivido en la incertidumbre ante la constante amenaza de desalojo, también para gente de asentamientos aledaños, para el antorchismo guerrerense y para el antorchismo nacional.
Esa mañana don Florián salió de su hogar a dar seguimiento a las gestiones encaminadas a regularizar el predio de ocho hectáreas donde está asentada la colonia, despidiéndose de su esposa María del Rosario Morales Organista, quien tiene un embarazo de ocho meses. Por la tarde regresó y cuando descansaba en su hogar, a las 20:30 horas, un grupo de ocho personas fuertemente armadas que se desplazaban en dos vehículos tipo Tsuru, irrumpieron violentamente y se lo llevaron con rumbo desconocido… Desconcertados, los colonos informaron que durante la tarde vieron gente sospechosa rondando el lugar.
Enseguida se avisó a las autoridades policiacas estatales y municipales que el líder Antorchista de la colonia Nueva Revolución había sido levantado y al día siguiente, la mañana del 5 de noviembre, diversos medios de comunicación informaban que una persona más -como cotidianamente ocurre en Chilpancingo- había sido encontrada privada de la vida cerca de la presa del Cerrito Rico, en las inmediaciones de la colonia SUSPEG, al norte de la ciudad; conforme avanzaban los minutos los rumores de que se trataba del compañero Antorchista eran más fuertes y poco después se confirmó: don Florián Reyes fue cobardemente asesinado.
El crimen se dio en el marco del proceso de lucha por la regularización de la colonia Nueva Revolución, ubicándolo como un crimen político, ya que él había determinado ser activista del Movimiento Antorchista, loable actividad en la que encabezaba estoicamente a sus vecinos y a gente de varias colonias más ubicadas en la periferia de Chilpancingo. También se da, sin duda, en medio de la ola de violencia que azota al estado de Guerrero, donde el slogan "Guerrero con orden y paz", ciertamente es sólo eso, un slogan.
Sepultado entre dolor e indignación
Entre dolor e indignación, el cuerpo de don Florián fue trasladado a su tierra natal: La Dicha, en el municipio de Cuautepec que pertenece a la región Costa Chica, donde unas mil personas, entre integrantes del Comité Estatal del Movimiento Antorchista encabezados por el dirigente José Juan Bautista Hernández, amigos, familiares y gente del pueblo, con flores, velas, veladoras, cánticos, incienso, cohetes y la tradicional banda de música de viento que interpretó melodías como "Te vas ángel mío", entre otras, recorrieron bajo los intensos rayos del sol un camino de terracería hasta el panteón, donde le dieron sepultura mientras la banda seguía entonando melodías… el sufrimiento, el cansancio y el sol, alentaban aún más los pasos de los padres de don Florián, quienes no daban crédito a lo ocurrido.
Este cobarde asesinato, que no era necesario, aviva la lucha por regularizar la colonia Nueva Revolución y le da un plus porque con la muerte de Florián no sólo agraviaron a su familia y a los colonos de Chilpancingo y de Guerrero, sino a miles de pobres del país que luchan día a día por mejorar sus condiciones de vida… ahora el Movimiento Antorchista Nacional está exigiendo que se esclarezca el cobarde crimen y se agilice el proceso de regularización de ese asentamiento humano para que cesen los conflictos que ya cobraron una víctima.
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