Recientemente, hemos sido testigos de las ceremonias de clausura del ciclo escolar 2021-2022 y de la graduación de cientos de miles de estudiantes que han egresado de los diferentes niveles educativos en todo el país.
Para muchos resulta emotivo ver este tipo de eventos, pues significa un paso más para alcanzar ciertas metas, y para los graduados significa un paso más en su carrera de vida. Así, en las graduaciones se pudieron apreciar las caras felices, los ojos brillosos de alegría, y un sin fin de sentimientos encontrados entre el alumnado que egresó.
Seguramente, también para muchos fue un calvario el haber logrado una meta como la que se menciona, no solo por las circunstancias económicas y sanitarias que no permitieron que otros tantos miles de estudiantes terminaran su educación escolar, sino porque las propias circunstancias en las que estamos inmersos les deparan un futuro bastante desalentador.
Basta con mencionar las pocas oportunidades de los egresados de nivel superior para encontrar trabajo, o las pocas o casi nulas oportunidades que tienen los egresados de nivel medio superior para ingresar a una universidad que permita desarrollar sus capacidades para, posteriormente, ingresar al terreno laboral.
Todo lo contrario, muchos de los egresados del nivel medio superior ya tienen que integrarse al mercado laboral precisamente por las pocas oportunidades de continuar con una carrera universitaria, y quienes han logrado terminar una carrera universitaria se encontrarán con las pocas oportunidades de trabajo con que se encuentran al egresar.
Por otro lado, las condiciones en las escuelas tampoco son muy favorables, pues el 45 por ciento carece de servicios básicos de agua, luz y drenaje; otro 45 por ciento no cuenta con las instalaciones básicas para las diversas actividades académicas y motrices; el 30 por ciento tiene aulas con pequeñas dimensiones que propician el hacinamiento; el 22 por ciento no tiene mobiliario adecuado o de plano no tiene; el 46 por ciento de las escuelas en las zonas indígenas de nuestro país no tiene ni siquiera escuelas; el 56 por ciento no cuenta con una biblioteca ni un laboratorio de ciencias y el 30 por ciento no tiene acceso a internet.
Si bien es cierto que nuestro país arrastra estos problemas desde hace muchos años, ahora, en los tiempos de la 4T, estos, se han agudizado más, pues al haber recortado presupuesto que antes era destinado a equipo, mantenimiento o creación de nuevas escuelas, ahora se usa para hacer campaña u obras faraónicas caprichos del presidente que en nada beneficia a la población.
Además, hay que recalcar que la titular de la SEP, Delfina Gómez, ha brillado mucho no solo por su ausencia para atacar estos problemas, sino por el recuerdo de cuando aplicaba moches a los trabajadores del Ayuntamiento de Texcoco (¡vaya representante de la educación tenemos al frente!). ¿Hará lo mismo en la SEP? ¿Esta doctrina no es la misma que ataca López Obrador en sus mañaneras? ¿O será que Delfina es república independiente que solo tiene los ojos clavados en la gubernatura del Estado de México?
Estás políticas erradas en la educación son consecuencia directa de la visión que el Gobierno federal tiene para con la misma, pues nunca la han visto como un pilar fundamental, más bien la utilizan con fines electoreros, como todos los programas que han implementado (jóvenes construyendo el futuro, las vacunas contra la covid-19), pues más que servir a la gente, sirven a sus propios intereses y, para eso, solo basta con perpetuarse en el poder, sin necesidad de educar política, económica y culturalmente al pueblo.
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