La realidad demuestra que tienen razón los analistas económicos que sostienen que nos encontramos en una estanflación; es decir, estancamiento económico acompañado de inflación, pues el Banco de México (Banxico) recortó en marzo su pronóstico de crecimiento, pasando de 3.2 a 2.4 por ciento, al cierre de 2022. La inflación cerró en febrero en 7.2 por ciento, la cifra más alta en los últimos 22 años.
Algunas razones que han provocado este estancamiento es la errónea orientación de la inversión pública a sólo tres megaobras faraónica, así como la implementación de Programas de Transferencia Monetaria Directa (PTMD) con fines electorales y sin productividad alguna; el despilfarro de los fondos de estabilización que se tenían; el desmantelamiento de fideicomisos dirigidos al desarrollo de la ciencia o ayuda a damnificados por desastres naturales; el nulo apoyo financiero a pequeñas y medianas empresas durante la pandemia, que provocó desempleo; la cancelación de proyectos como el Aeropuerto de Texcoco y la cervecera Constellation Brands en Baja California, que ahuyentaron la inversión y provocaron la salida de más de 500 mil millones de dólares de capital nacional y extranjero; y finalmente, la adquisición de la refinería Deer Park, que está en quiebra, y la apuesta de inversión en Petróleos Mexicanos (PEMEX) y en la Comisión Federal de Electricidad (CFE), ambas con nulas posibilidades de crecimiento.
Los efectos inmediatos de ello se han visto en el hecho de que, según las expectativas agroalimentarias 2022 del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), la producción de fertilizantes en nuestro país ha venido a la baja, pues en 2019 se produjeron 2 millones 504 mil 887 toneladas, mientras que en 2020 fueron 2 millones 346 mil 809 y en 2021, apenas 2 millones 082 mil 192 toneladas. En tanto que el consumo de estos insumos en 2019 fue de 5 millones 797 mil 720 toneladas; para 2020 fue de 6 millones 541 mil 763 toneladas y para 2021 se consumieron 5 millones 930 mil 401 toneladas. Esto es, un déficit en la producción de más de 400 mil toneladas contra 1 mil millones y 100 mil toneladas de aumento en el consumo.
Este déficit solo ha podido ser enfrentado recurriendo a la importación, la cual, de acuerdo al SIAP en 2019 fue de 3 millones 292 mil 833 toneladas, mientras que en 2020 de 4 millones 194 mil 954 y en 2021, 3 millones 848 mil 209 toneladas. Esto refleja lo deficiente de nuestro mercado interno, pues de acuerdo a la SADER, 7 de cada 10 kilos de fertilzante que se consumen en nuestro país son importados y 67 por ciento de productores rusos según el SIAP, que, junto con Ucrania, son proveedores mundiales de este insumo.
Por lo tanto, debido a las sanciones que han impuesto Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea contra Rusia, se encarece el precio del gas, y como éste es materia prima de los fertilizantes nitrogenados, como la Urea, aumentan los precios de éstos automáticamente, lo que, a su vez, ha encarecido todos los productos en el mundo, pero más en nuestro país que depende de las importaciones de fertilizantes en un alto grado.
Esto significa que debido a la debilidad productiva, provocada por un deficiente manejo de la economía y de la inversión en México, por parte del gobierno de López Obrador, nos volvemos dependientes de otros países que son productores de lo que somos incapaces de producir y, ante los problemas políticos y conflictos armados en esos países, esa dependencia nos pone contra la pared, agravando la situación económica y social en México, pues miles de campesinos adquieran este insumo tres veces más caro que hace un año.
La realidad nos dice, pues, que urge fortalecer nuestro aparato productivo, pero para lograr esto, será necesario que nuestro país invierta en el campo, levante industrias y fábricas propias, en resumen, una infraestructura económica que haga que el mercado interno de México sea fuerte para poder resistir cualquier crisis. Para ello es necesario, también, invertir en el sistema educativo nacional para lograr excelencia académica en todos sus grados y niveles y así garantizar la formación de investigadores que conquisten para el país la independencia científica y tecnológica que permitirá, indudablemente, la explotación autónoma de nuestros campos, así como los demás sectores en general; así como una diversificación racional y equilibrada del comercio exterior, reduciendo la excesiva dependencia de un solo mercado externo, como hoy ocurre.
Aunado a lo anterior, se deben promover leyes laborales que permitan y alienten la lucha independiente de los trabajadores por mejores salarios, prestaciones y empleos de calidad; además un sistema de control y vigilancia de precios al consumidor, para defender a los mexicanos de los abusos de los productores y comerciantes monopolistas de nuestro mercado.
¿Qué de todo esto está haciendo el gobierno de la 4T? Nada. Y los mexicanos que sufrimos los efectos de este fallido proyecto político que encabeza López Obrador, no podemos seguir esperando a que destruyan nuestro país. Urge la organización de las grandes masas afectadas.
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