El 12 de febrero de 2022 se conmemora el “Día Internacional contra el Uso de Niños Soldado”, aprobado por la asamblea general de las Naciones Unidas desde 2000, y que entró en vigor a partir del 2002. Una fecha dedicada “a recordar la necesidad de acabar con la terrible situación a la que se ven sometidos cerca de 300.000 niños y niñas en, al menos, una veintena de países en conflicto” (https://www.cndh.org.mx/2013).
En la historia de las guerras mundiales y los conflictos armados entre países y ciudades, este grupo de la sociedad tan vulnerable, es decir, los niños, las niñas, adolescentes y jóvenes, han tenido siempre participación alguna y sin duda, daños colaterales invaluables. Debido a esto, organismos internacionales como la ONU, UNICEF y otras más, sugirieron prestar atención a este suceso. Pero a pesar de eso, parece que la práctica de “usar” niños y niñas para conformar una fuerza de combate, no han cesado, pues en la actualidad, “UNICEF calcula que hasta 300.000 niños y niñas en todo el mundo participan en grupos y fuerzas armadas con distintas funciones, como combatientes, cocineros, porteadores, mensajeros, espías o por motivos sexuales. Este reclutamiento es ilegal y supone una grave violación de los derechos de la infancia”. (https://www.unicef.es)
Y resulta muy oportuna esta conmemoración, ahora que a nivel mundial hay serias amenazas de guerra entre Rusia y Estados Unidos, y a nivel nacional la guerra entre el narco es cada vez mayor, incluso en el mismísimo Estado de Colima, de cocos y palmeras, uno de los más pequeños en la república mexicana. Las balas se escuchan cada vez más fuerte en calles y avenidas sin importar el horario, por la ola de violencia entre los cárteles de la región. Y es muy probable que la mayoría piense que este es un problema endémico de la sociedad, que incluso nace con ella. Sin embargo, creo que solo es una más de las tantas consecuencias de un mismo problema.
Veamos. Desde hace unas décadas, justo con la entrada del uso del internet a nuestro país, se abrió una puerta que nos acercó a gran cantidad de información de todo tipo, una verdadera revolución tecnológica que inevitablemente trajo consigo cambios también negativos.
La educación en casa, en la escuela y en la sociedad cambiaron su forma, pues desde entonces se puede encontrar todo en la web, la red de información ilimitada más grande de toda la historia. Fue así como los hábitos fueron cambiando, de manera tal que lo que antes se transmitía de generación a generación a través del diálogo, de la explicación y el ejemplo del que educaba (papá o docente) al educando (hijo o alumno); ahora está interferida por la información escrita o visual de la red. De esta manera, el educando ya no necesita de aquel que le transmita sus conocimientos, pues ahora todo puede aprender de una máquina (computadora, televisor, Tablet o celular), y el educador ya no tiene el tiempo para realizar tal ejercicio, pues su condición económica, cada vez más precaria, le obliga a trabajar cada vez más horas, restándole casi todo el tiempo disponible y explotándolo hasta el cansancio.
Pero la pandemia vino a agravar esta situación, pues ahora los estudiantes están obligados a relacionarse con la tecnología, y es a través de ella que recibirán su educación. Los niños, adolescentes y jóvenes dejados a su suerte en la casa, porque padre y madre salen a trabajar, han cambiado la forma de educarse y de recrearse; han cambiado sus tradicionales juegos al aire libre, por videojuegos, encerrados en sus pequeños cuartos de casa, dedicándole cada vez más tiempo al juego virtual o al televisor, que al estudio o a las tareas cotidianas de casa.
Los padres de familia, anteriormente pensaban que el peligro para los más vulnerables, estaba solo en las calles, pero ahora también están en riesgo en el ciberespacio, pues desde ahí, pueden recibir influencia, invitaciones y hasta invitaciones formales a adherirse a algún grupo delictivo. Por ejemplo, en octubre de 2021, tres menores fueron reclutados mediante el battle royale Free Fire, uno de los títulos más populares para dispositivos móviles iOS y Android. (https://as.com/meristation/2022). Uno de los videojuegos más jugados por los niños, adolescentes y jóvenes en México y otros países, y que fomenta el gusto por las armas y la violencia.
Pero también las series de televisión y las famosas narco novelas, han incitado al morbo de los más jóvenes, pues hoy en día en lugar de temer a un cuerpo frío y ensangrentado, es para ellos casi un golpe de suerte presenciar una imagen como esa. Es decir, los pequeños del hogar están en riesgo en todo lugar, pues hasta en el rincón más recóndito están acompañados de su celular que es la puerta a inmensurable cantidad de información que no siempre sabrán usar correctamente, a novelas y series de televisión que muchos verán solos en sus casas, mientras sus padres llegan del trabajo. Y los daños que esta nueva forma de divertirse ocasiona, ya está a la vista de todos, pues cada vez hay más niños, adolescentes y jóvenes retraídos, refractarios, indolentes, antisociales, que buscan como si fuera su droga, este tipo de juegos, series, novelas películas etc.
Pero, ¿qué hacer ante este grave problema, que atenta contra niños, adolescentes y jóvenes, y a toda la sociedad? Creo yo, que lo primero, es entender que no es un problema individual, sino colectivo, de toda la sociedad. Lo segundo, es encontrar la causa de donde viene el problema y también hacia a donde va. Y aquí habrá que echarse un clavado para revisar con ojo crítico, cuáles son las condiciones que el gobierno ofrece a este sector de la sociedad, ¿qué hay para toda la niñez y juventud mexicana? Para empezar, ¿los padres de familia dejan a sus hijos en manos de la televisión o el internet porque así lo desean?, ¿la educación pública en realidad está cumpliendo su función? ¿fuera de casa, los niños y niñas encuentran una opción segura para jugar, aprender, recrearse, desarrollar sus talentos, que sea gratuita y de calidad? ¡Juzguen ustedes!
Mucho nos queda a deber el gobierno, y a la niñez y juventud mexicana ni se diga. Hacen falta políticas públicas que prioricen la educación de calidad de este sector, que se trabaje en crear las condiciones para que practiquen el deporte y la cultura de forma gratuita y de calidad, que les permita desarrollar de manera potencial sus talentos y habilidades. Invertir en más patrullas y policías es correcto, pero antes de eso, prevengamos una sociedad de delincuentes apostándole mucho más a la educación.
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