Nuestra organización está a punto de cumplir medio siglo de existencia y es un movimiento unido y vigoroso, con independencia económica, con logros tangibles en su defensa de los más pobres, y con una visión muy clara y científica de lo que debe transformarse en México, visión que le debemos sobre todo a la inteligencia y preparación materialista y dialéctica de nuestro dirigente nacional, el Ing. Aquiles Córdova Morán. Somos, en suma, una fuerza social en la que millones de mexicanos depositan sus esperanzas de hacer de nuestra patria un país sin pobreza, sin injusticia y donde se trabaje y se viva en paz.
Lograr la unidad y el crecimiento de Antorcha no ha sido fácil, dentro de las dificultades más dolorosas que hemos sufrido está la pérdida de vidas de mujeres y hombres valiosos y amados por el pueblo al que dirigían en su lucha. Desde aquí mandamos nuestros pensamientos más nobles y nuestro agradecimiento sincero para quienes en aras de organizar esta fuerza social agrupada en Antorcha entregaron su vida hasta que padecieron enfermedades incurables o envejecieron y partieron de esta vida, y muchos otros asesinados por quienes defienden sus privilegios y quisieran que México nunca dejara de ser una pirámide en la que ellos estuvieran en la cumbre gozando de lo que genera el trabajo y la inteligencia de todos los mexicanos.
Abrazamos desde aquí a todos los familiares, amigos y compañeros de nuestros mártires, que junto con nosotros los lloran, los recuerdan, los toman como su ejemplo y su guía en este mundo y así los mantienen vivos. La vida de los muertos es la que les damos los vivos al no olvidarlos. Tengan la seguridad que mientras en un pecho antorchista aliente la vida, no dejarán de vivir los que se han ido. Nunca tendrán el olvido fiero quienes han entregado sus vidas en esta eterna lucha por lograr un mundo verdaderamente humano, y eso es lo primero que venimos a reivindicar en este día y en esta plaza de Chilpancingo, que se encuentra a unos pasos de donde se proclamaron los Sentimientos de la Nación, cuyo texto aún nos inspira porque sigue pendiente moderar la opulencia y la indigencia y aumentar el jornal del pobre que mejore sus costumbres, aleje la ignorancia, la rapiña y el hurto.
Por primera vez en medio siglo, el acto de homenaje a nuestros mártires se hace fuera de donde nacimos en 1974, fuera de Tecomatlán. Y lo hacemos porque era necesario trasladar la fuerza social y el reclamo del Movimiento Antorchista hasta el epicentro más reciente de homicidios contra activistas y porque estos crímenes son especialmente atroces e indignantes pues involucraron quitarles la vida a inocentes, entre ellos un niño menor de seis años. Son crímenes imperdonables para cualquier pecho humano sano. Las madres y los padres claman por justicia, los jóvenes claman por justicia, los niños claman por justicia. Millones de mexicanos exigen hoy, a través nuestro, aquí en esta plaza, que se capture y se juzgue a los asesinos de Conrado, de Mercedes y de su único hijo.
Nos han agredido, antes y ahora, pero los cambios sociales cuando son profundos y nacen de la necesidad histórica no pueden ser detenidos nunca por el asesinato selectivo y la represión, provenga de donde provenga. La prueba es que, a pesar de los intentos de matar en la cuna al Movimiento Antorchista y de otros atentados que han costado la vida de algunos de nuestros compañeros, seguimos creciendo cada vez más, convencidos de que es necesario transformar a México. A pesar de las negras intenciones de descabezar y generar terror entre nuestras filas, el pueblo organizado se ha repuesto y nuevos héroes civiles, como los que hoy se presentan aquí, han ocupado el puesto de los caídos.
Antorcha y su lucha social no son un capricho ni una moda; nacen de las condiciones capitalistas de México y el mundo, tienen una misión histórica que se desprende de las condiciones del mundo y del país, que provocan cada día más pobreza.
Por eso nuestra meta debe organizar, educar, despertar al pueblo y enseñarle a defenderse. México es un país rezagado en lo económico, en lo científico y tecnológico, en lo cultural, en lo educativo, a pesar de su enorme riqueza y de la gran laboriosidad de nuestro pueblo. Tenemos muchos pobres, mucha gente enferma, mucho analfabetismo, la educación es mala, la medicina pública es pésima, la economía no crece al ritmo que se requiere y eso alimenta más pobreza y marginación, la violencia campea a sus anchas. Esos problemas han crecido y difícilmente se pueden ocultar, no son un invento de los antorchistas o una coartada maliciosa para justificar nuestros reclamos.
La 4T llegó al poder porque esos problemas eran reales y graves y solucionarlos requería cambios profundos. Pero no ha sido así. Hemos visto desaparecer el seguro popular, las guarderías, las escuelas de tiempo completo, los de por sí escasos programas de obra pública, padecimos la mortandad de la pandemia y, junto con eso, se nos ha echado encima un auténtico alud de crímenes y violencias de todo tipo, dentro de las que destacan las desapariciones, que se han vuelto parte de nuestra realidad, y a las madres buscando desesperadamente a sus hijos, sin encontrarlos. El problema es tan grave que en este sexenio ha desaparecido una persona cada hora, de las cuales no han aparecido casi 38 mil.
La realidad nos dice que debe ponerse manos a la obra creando una fuerza social que tome el poder político, pues no basta tener argumentos y programas. Hace falta una fuerza social de millones de mexicanos que hagan realidad aquella ley histórica de que la liberación del pueblo debe ser obra del pueblo mismo. Para lograrlo se tiene que combatir la despolitización, la falta de información, la manipulación que impiden al pueblo saber de donde nacen verdaderamente sus desgracias y lo llevan a conformarse con migajas o a desalentarse. Esa es la gran tarea que tenemos enfrente, educar, concientizar, animar, construir una opción que llegue al poder y gobierne impulsando la producción y distribuyendo sus frutos de tal manera que desaparezca la pobreza, la marginación y la violencia alimentada por la pobreza. No podríamos honrar a nuestros mártires si abandonamos ese compromiso y esas metas por las que vivieron, lucharon y murieron.
Precisamente a seres humanos que luchaban por transformar esa realidad y por concientizar a los mexicanos son a los que han asesinado el 12 de abril de este año, en Guerrero. Mercedes y Conrado eran luchadores sociales que tenían en mente construir un mejor futuro para su hijo y para otros niños, y a eso se dedicaban. Pero fueron asesinados, y también fue asesinado su niño. Ninguno era un delincuente ni le hacían daño a nadie, eran trabajadores, modestos en su vivir y consecuentes con sus ideas transformadoras. Quien haya ordenado su muerte sabía que no representaban ningún peligro para nadie y por lo tanto tenemos razón en sospechar que el móvil para asesinarlos pudo haber sido generar terror y desaliento en nuestras filas, aunque han conseguido exactamente lo contrario: indignación y una exigencia generalizada de que se castigue a los sicarios, sean quienes sean.
Pero responder a la pregunta de quiénes los asesinaron y por qué, es algo que les corresponde a las autoridades. Por eso, reiteramos nuestra exigencia de justicia a la fiscal del Estado, Maestra Sandra Luz Valdovinos Salmerón, a la gobernadora del Estado, Lic. Evelyn Salgado Pineda, y a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana Lic. Rosa Icela Rodríguez. Todas ellas nos han recibido y nos han dicho que se solidarizan con nuestro reclamo y comprenden el dolor que provoca la muerte de nuestros compañeros. Eso es bueno, lo hemos dicho y agradecido públicamente, pues se requiere de todo el peso político del gobierno del Estado y del gobierno federal, así como el despliegue de todos los instrumentos que la ley pone en manos de las fiscalías. Pero no es suficiente. Hacer justicia requiere que se detenga a quienes ordenaron las muertes y a quienes las ejecutaron, y eso no ha ocurrido, por lo que solicitamos que se haga realidad el despliegue de elementos y recursos para dar con los criminales y ponerlos a disposición de un juez.
No solicitamos detalles ni avances de alguna línea de investigación, sólo pedimos justicia para Conrado, para Meche, para Vladi, y eso se logrará cuando estén tras las rejas los asesinos. En este clamor de los antorchistas y los familiares de las víctimas también va contenido el grito de miles de mexicanos que se sienten ofendidos por los crímenes imparables en todo México y por la impunidad reinante.
Hoy que honramos a nuestros mártires, refrendamos ante todo México nuestra decisión de seguir luchando porque el verdadero pueblo llegue al poder y transforme a México. Hoy también, declaramos que seguiremos exigiendo justicia para nuestros compañeros asesinados en Guerrero, el tiempo que sea necesario y en las formas más diversas que nos permitan las leyes. Es necesario, es por el bien de todos los mexicanos.
* Fragmento del discurso pronunciado en la marcha del 6 de junio en Chilpancingo, Guerrero.
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