Es sabido que la historia de la humanidad es, ineluctablemente, la historia de la lucha de clases.La historia universal, es el terreno donde las batallas entre los desposeídos y los acumuladores de riqueza libran esta incansable lucha que, hasta nuestros días, continúan ganando las minorías enriquecidas en detrimento de las grandes masas de hombres pobres.Este motor de la historia universal es, naturalmente, el motor de la historia de nuestro país.Desde la primera gran tragedia americana, iniciada con la conquista de México por parte de los españoles, en las que les fue arrebatado a sangre y fuego a los poseedores de la tierra y la riqueza el derecho de propiedad que legítimamente sobre ellas tenían; pasando por la lucha de independencia, en la que el gran enemigo del pueblo terminó quedándose con el botín de guerra, despojando a los grandes insurgentes de su posición de clase a favor de las masas empobrecidas y utilizándolos a fin de cuentas como símbolos vacíos de contenido; hasta el proceso revolucionario que en 1910 se gestó en nuestro país, en el que más que nunca se evidenció la polarización de la riqueza en unos cuantos y el sufrimiento, el hambre y la miseria en otros; hasta el día de hoy, que llegamos a un momento de la historia en el que, nuevamente, nos enfrentamos, aunque de forma más fársica que trágica, a una lucha de clases real, aunque enmascarada, encubierta y, por lo tanto, menos evidente.
Nuestro país atraviesa una etapa de desconcierto.Las clases y los grupos sociales se confunden entre ellos.La izquierda radical parece coincidir con la derecha más recalcitrante, mientras que los hombres en el poder con una consigna radicalmente de izquierda y un quehacer claramente de derechas sólo logran opacar la pírrica esperanza que el pueblo de México creyó tener en las pasadas elecciones.Nosotros no nos engañamos ni nos dejamos confundir.Si los intereses del poder político de nuestro país coinciden con los intereses de los grandes empresarios, es evidente que serán incompatibles con los del pueblo pobre de México.La política instrumentada por López Obrador podrá destantear a sus contrincantes políticos o a sus propios feligreses, pero con una simple hojeada a su proyecto de país y a la historia nacional de la que se dice continuador, es sencillo descubrir la farsa que ahora representa.La lucha de clases está presente también en este momento; por más llamados y decretos a la abolición del neoliberalismo que se hagan, éste desaparecerá solamente cuando se le combata de manera real y objetiva.Antorcha es, hoy por hoy, la única verdadera organización capaz de enarbolar los intereses de los trabajadores, los desposeídos y los ignorados de México.Los cantos de sirena no nos confundieron antes y no lo harán ahora.
¿De qué otra manera se deben entender las calumnias pertinaces del presidente de la república y sus esbirros, en contra del Movimiento Antorchista? Prácticamente en cada evento se escucha la cantaleta de que acabará con Antorcha por funcionar como "intermediaria", "por servir a los intereses del PRI" y por cualquier otra infamia que guste inventarse el señor presidente.La realidad, sin embargo, es muy distinta.Y usted, querido lector, no tendrá que hacer esfuerzos sobrehumanos para descubrirla.
Hoy, en el estado de Hidalgo, se libra una batalla nacionalmente conocida entre el gobierno del estado encabezado por Omar Fayad y el antorchismo.El gobierno, como es sabido, es un gobierno priista con filiación morenista.El reconocido fenómeno de fuga encabezado por los priistas sin poder e inconformes, que terminó por consolidar Morena, se invierte ahora que las circunstancias favorecen a éste mefítico partido y obliga a un sector de los priistas, que se mueven sólo por sus intereses personales y de clase, a sumarse a las directrices y exigencias del partido en el poder.Antorcha es consciente de la confabulación existente entre el gobernador de Hidalgo y el presidente del país y sabe, por ello, que si esta alianza es posible, es gracias a la coincidencia de intereses que existen entre ellos; intereses que, por lo demás, no dejan de representar a las minorías enriquecidas de México.Es ésta, fundamentalmente, la razón por la que tanto el presidente de México, como sus representantes priistas en Hidalgo, hayan emprendido una feroz embestida en contra del Movimiento Antorchista.
A Omar Fayad y a su séquito les escuece en lo más profundo de su ser, profundidad que por lo demás es sumamente limitada, que exista todavía alguien que se atreva a enfrentarse, aunque sea con razón y en defensa propia, al poder.Tanto él como el Presidente de la República, a quien se pliega sin ningún pudor, no pueden concebir que a pesar de la desigualdad de condiciones, existan hombres y mujeres capaces de defender a toda costa los intereses de su pueblo, de su clase.Solo el odio de clase y el desprecio popular, pueden explicar los ataques de los que hemos sido víctimas los últimos meses y que en esta última semana se han multiplicado y arreciado en su forma y en su contenido.A pesar de ello, una cosa le hago saber al señor gobernador y al señor presidente de México desde esta modesta tribuna, a nombre de mis compañeros antorchistas y de los pobres de Hidalgo, a los que representamos: no vencerán al enemigo descartándolo mágicamente con la fantasía; no desparecerá Antorcha por más lodo que sobre su nombre viertan; todo lo contrario, si ustedes nos atacan, nosotros, como el titán Anteo, nos haremos más fuertes con cada golpe.Sólo tienen una salida para terminar con nosotros y la lucha que encabezamos, acaben con la pobreza y la desigualdad del estado y del país y entonces, se los garantizamos, dejaremos de existir.Mientras tanto, seguiremos de pie hasta que las demandas de nuestro pueblo y de los hombres y mujeres de nuestra clase, sean escuchadas y resueltas.Y seguiremos insistiendo, respetuosamente, reconociendo a las instituciones y a sus gobernantes en turno, que sean atendidas las demandas de los miles de mexicanos organizados en nuestra fila, es su responsabilidad y es nuestro derecho.
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