Hoy fue un día diferente; por lo regular los rayos de sol nos saludan antes de las 7:00 am. Un día nublado anunciaba una posible lluvia, pero no fue así, el día se tornaba difícil porque sería el último adiós. Tus hermanos de lucha nos dirigimos a San Vicente Ocotal, municipio de Huitiupan, lugar donde naciste.
Estando en tu hogar paterno nos despedimos de ti, Ingrid dió lectura a las palabras escritas, mismas que reflejaban el dolor y la tristeza de tu partida; pero, sobre todo, se destacó la disposición que tuviste para hacer las tareas revolucionarias. Primero la danza, y después, las redes sociales.
Lizbeth entonó una hermosa canción, "Su nombre es Pueblo", seguida de una poesía agradeciendo a tus padres y familia por los valores inculcados, que hacen que los hombres bien nacidos sean sensibles al dolor ajeno y que con su actuar contribuya a que esta patria sea menos injusta.
Se te trasladó a la iglesia, donde el párroco dirigió unas emotivas palabras; no estabas solo en tu último viaje: otras almas te acompañaron...
De camino a la última morada, todo era silencio, sólo los cánticos se escuchaban. El ambiente se llenó de un agradable olor a maíz tostado, recordando el lugar donde estábamos, una comunidad unida y trabajadora.
Al final flores fueron arrojadas en tu sepultura, cómo señal de despedida.
Vi a tus hermanos de lucha, tranquilos, porque hicieron todo lo que pudieron para que te mejoraras; algunos donaron sangre y otros buscaron donadores.
¡Amílcar Hernández!
¡Presente, presente, presente!
La vida es injusta, comentaban, porque la humanidad gasta más dinero en armas que en medicina. ¿Por qué no se halla la cura contra el cáncer?
Se llegó a la conclusión de que es necesario seguir trabajando y cambiar este estado de cosas…
Para honrar la memoria de Amílcar Hernández y todos aquellos que como él han muerto por enfermedades incurables.
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