MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El trasfondo de la política actual

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La causa de la pobreza en nuestro país, como en todos los de “libre mercado” o capitalistas, es la injusta distribución de la riqueza, hecho no reconocido por ningún gobierno, incluido el actual. Sin embargo, la lucha anticorrupción es útil para ellos por cuanto desvía la atención hacia otro punto que deja intocado el fondo del problema y permite la implementación de acciones solamente paliativas.

Poner la corrupción como causa y no como la consecuencia de la mala distribución de la renta nacional, explica en parte que la 4T, a pesar de los muy malos resultados económicos en sus tres años de gobierno, tenga altos niveles de aceptación, pues los programas asistenciales mediatizan a la población humilde, que ve en ellos una tabla de salvación a sus necesidades más apremiantes, pero que son los mismos que antes han usado los otros partidos en el poder, que no han logrado ni siquiera aminorar la pobreza aunque a los beneficiarios les cause la impresión de que son tomados en cuenta en el presupuesto.

Además, la lucha anticorrupción le permite a López Obrador, ante la falta de una estructura partidaria sólida e incorruptible que juegue ese papel, poner al ejército a desempeñar tareas en el ámbito de la vida civil, desde aduaneras y de construcción, hasta de entrega de apoyos casa por casa y de vacunación, que nada tienen que ver con su misión específica estipulada por la constitución que es la de salvaguardar y garantizar la soberanía nacional. Le permite poner en sus manos cuantiosas sumas de recursos públicos para adularlo, e impulsarlo, hacia la total falta de rendición de cuentas y transparencia al prohibir que se auditen proyectos y obras a cargo del gobierno de México clasificándolos como de “interés público y seguridad nacional”. En pocas palabras, AMLO está empujando peligrosamente a nuestras fuerzas armadas hacia condiciones de corrupción, lo cual no será culpa de ellas si cayeran en la tentación, sino del desequilibrado afán del presidente de perpetuarse en el poder mediante el infructuoso intento de comprar la voluntad de las masas populares con programas de transferencia monetaria directa y de contar con el respaldo del poder del ejército poniéndolo de lado de su proyecto por la vía de intentar corromperlo.

La derecha se equivoca porque cree que el presidente es ya un dictador; quizá ni siquiera lo pretenda, pero es cierto que sus acciones hacia allá se encaminan. Quizá él crea que tener contento y cebado al ejército le puede ser útil para preservar y consolidar su fallido régimen de gobierno, pues sabe que sus programas, aunque le han ganado popularidad, no bastan para resistir la embestida de la oposición, pues no tiene una base social sólida en el pueblo trabajador, educado y forjado en la lucha por sus intereses; por eso pretende que nuestro aun honorable ejército se corrompa, y una vez corrompido y utilizado, sea el sostén de dicho régimen. Es decir: No es un dictador, aunque de seguir por la misma ruta, tarde o temprano tendrá que desembocar en ese punto.

Por eso urge que los mexicanos exijamos un gobierno que vea verdaderamente por los pobres y que reparta de manera justa la riqueza social para acabar de fondo con la pobreza y con todas sus secuelas, incluida la corrupción que desaparecerá de manera natural al desaparecer la causa de ésta. No hay más que hacer que una la labor intensa de educación, de concientización y de politización de las grandes masas, para que estas se decidan a llevar al poder mediante su voto a una clase diferente, a un gobierno del pueblo que se aboque a combatir la pobreza y con ello a la injusta distribución de la riqueza que producimos entre todos los mexicanos, pero que ahora, como antes, está concentrada en muy pocas manos. Nada más.

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