Los datos que dan organismos e instituciones como el CONEVAL, OCDE, INEGI, informan que México vive, bajo la 4T, una crisis en economía, seguridad, educación y salud; todos estos aspectos se entrelazan y se influyen mutuamente.
Aunque el factor económico, debemos tenerlo claro, es el determinante, pues un país que genera riqueza y la distribuye equitativamente entre su población es una sociedad más justa y, por lo tanto, no tendría los problemas que mencioné. En esta ocasión me referiré a la crisis que atraviesa nuestro país en el sistema de salud y que afecta a la población más vulnerable.
Millones de mexicanos no tienen acceso a un sistema de salud, pues no cuentan con un trabajo formal, y los que la tienen (en el IMSS, ISSTE, PEMEX, CFE) es de mala calidad, ya que no hay en muchas ocasiones hospitales cercanos, medicamento, camas, especialistas. Andrés Manuel López Obrador ha dicho demagógicamente que tendremos un sistema de salud como el de Dinamarca, pero en los hechos, que son los que cuentan, desapareció programas de salud que en algo coadyuvaban a la población más vulnerable, y, por otra parte, su gobierno de carácter neoliberal ha destinado pocos recursos a este sector.
Será del todo imposible tener un sistema como el de Dinamarca, Canadá u otro país desarrollado, si no se destinan cuantiosos recursos económicos para crear hospitales con la tecnología moderna, comprar medicamentos, preparar médicos, especialistas e investigadores en el área de la medicina. Pero la 4T sigue con su austeridad franciscana, ¡claro, sólo aplicada a los más pobres!, que somos la mayoría de los mexicanos. La 4T sigue empeñada en tirar caudales de dinero en sus megaproyectos que en nada beneficiarán al pueblo mexicano.
México, en este 2022, destinará a la salud apenas 824,181 millones de pesos, lo que representa un incremento del 0.37 por ciento del PIB respecto a 2021. La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) dijo que este monto es del todo insuficiente, por lo que se han incrementado problemas de salud como la diabetes, entre otros, a los que se ha sumado al virus que provoca la covid-19.
En el 2020, AMLO dio un fuerte golpe a la población más humilde al desaparecer el programa del Seguro Popular que tenía funcionando 17 años y que atendía a un padrón de 54 millones de beneficiarios (Buzos de la Noticia, edición 1031). En sustitución de este, implementó el llamado Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), el cual tuvo una vida efímera y fracasó estrepitosamente. Ahora se tiene al IMSS-Bienestar, que, sin ser pesimistas, se le augura también un fracaso, pues no se trata de cambiar solo de nombre para engañar al pueblo que demanda atención médica y medicina.
Dice la fracción XVI del artículo 73 de la constitución mexicana que “toda persona tiene derecho a la protección de la salud. La ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud y establecerá la concurrencia de la Federación y las entidades federativas…”. Lo que vemos es que, como en muchas otras cosas consagradas en la carta magna, la salud queda en letra muerta, pues la realidad nos dice que millones de mexicanos no tienen acceso a un servicio de salud. “Lejos de Dinamarca: 37.5 millones de mexicanos sin servicio de salud”, dice un titular del diario Expansión política, 7 de abril del 2022.
En México, sólo un gobierno que represente verdaderamente los intereses de los sectores más humildes de la población trabajadora, podrá impulsar un sistema de salud al nivel de los países más desarrollados y humanistas como son Dinamarca, Cuba, China, entre otros. Cuyos gobiernos ven al hombre en el centro de toda actividad y razón de ser (el gobierno de Xi-Jimping ha sacado a 800 millones de pobres en China).
En México, la 4T, representa no a los pobres, sino a un sector de los hombres más ricos. Esa es la razón del porque la salud pase a segundo plano. La solución no la traerá un mesías, sino la organización y concientización del pueblo para hacer que cambie el estado de la injusticia en la que vive.
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