Haciendo un poco de memoria, los discursos del actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), desde que era candidato para las elecciones presidenciales de 2006, después de ser jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, los ha venido afilando, dependiendo al público al que se dirija, muchas veces diciendo una serie de mentiras si así sirve a sus intereses.
El tabasqueño, como candidato era un severo crítico de los lujos de algunos políticos, de la compra descarada de votos, de la corrupción, de las políticas emprendidas en seguridad, salud, educación, del ejército en las calles, del escaso apoyo para los niños con cáncer, del maltrato a las mujeres y la falta de apoyos para ellas, de la falta de medicamentos, de los proyectos faraónicos que impulsaban los gobiernos en turno, de la compra del avión presidencial, en fin, para el entonces candidato todo estaba mal, todo. Y eso debía cambiar.
Así, cada que se presentaba en algún foro, no paraba de despotricar en contra de los que él consideraba sus enemigos, de los que, según él, pertenecían a la mafia del poder, de los neoliberales y conservadores, siempre acusando y muchas veces señalando sin pruebas, pero sembraba la duda, sembraba odio entre sus seguidores.
AMLO cada que tenía oportunidad demeritaba el trabajo de las secretarías, de los intelectuales, de los científicos, de los maestros, de los médicos, de las organizaciones sociales, todos estaban mal, menos él. Así se comenzó a construir una fama de redentor de las masas, del político que, una vez llegando al poder cambiaría todo, pues finalmente gobernar no era la gran ciencia, según decía.
Así se condujo en sus más de 12 años como candidato, confrontando al pueblo, creando la falsa idea de que en México hay chairos y fifís, ese odio entre pobres y ricos lo hizo ganar las elecciones de 2018, pero su discurso de odio seguía dándole resultados.
Lo podemos ver como trae pleito casado con algunos periodistas que le han cuestionado los datos oficiales de su propio gobierno, pero que él no reconoce y siempre sale con sus otros datos y ya cuando se siente acorralado comienza la letanía de descalificaciones.
Y es común ver que las mañaneras ya no informan, es un verdadero circo nacional, es la tribuna del inquilino de palacio de gobierno, desde donde trata de defender, a capa y espada, lo malo de su gobierno, lanzando amenazas y advertencias a quienes se atreven a cuestionarlo sobre el enriquecimiento de sus hijos, de los contratos de su prima con Pemex, del caso de Segalmex, del pleito que trae con el Instituto Nacional Electoral (INE), con el Instituto Nacional de Acceso a la Información (INAI), y recientemente con la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), en particular con la ministra Norma Piña, a quien los seguidores de AMLO la persiguen, la insultan y hasta amenazan de muerte a través de las redes sociales, difama a quienes le cuestionan el nulo apoyo para los productores, el sobre costo de sus proyectos insignia, en fin, ya no reparte atole con el dedo, ahora reparte odio entre los mexicanos.
Llama la atención como también señala, sin fundamento, al Movimiento Antorchista Nacional, organización social que lleva casi medio siglo trabajando hombro a hombro con el pueblo, gestionando apoyos para el campo, vivienda, centros de salud, espacios deportivos, escuelas entre muchas otras cosas más, a los antorchistas los acusa de corruptos, de recibir directamente ellos el dinero destinado a programas sociales, nada más fuera de la realidad, pues nunca ha presentado una sola prueba que acredite sus acusaciones.
Al derramar odio todas las mañanas entre los mexicanos, siempre hay alguien que se toma las acusaciones del presidente como verdades absolutas y toman acciones que pueden ocasionar pérdidas humanas creyendo que le hacen un favor a su mesías, urge que ese odio en contra de los antorchistas, luchadores sociales de toda la vida, y en general contra todo aquel mexicano crítico que lo cuestione se termine, alto a las calumnias, alto a los ataques del presidente, exigimos un alto a morena.
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