El pueblo siempre ha sido protagonista de la historia, el principal protagonista, pues, como dijo Salvador Allende la historia la hace el pueblo y la ha hecho luchando. La historia de la sociedad es la historia de la lucha de clases, precisó Carlos Marx. Así ha sido en todos los grupos sociales, en todos los tiempos a partir de la civilización, dónde comienza la historia, y en el caso de México no es diferente, todos los procesos trascendentes de nuestra historia han sido empujados por el pueblo en acción, movido por las carencias que lo han llevado a levantarse en defensa de sus intereses de clase, aun cuando no haya estado consciente de ello.
Pero precisamente esta es la parte que debemos destacar, el pueblo trabajador, las clases explotadas y marginadas se han levantado y han empujado el carro de la historia, pero lo han hecho, con excepción de algunos casos notables que destacaremos en otra ocasión, por un impulso inconsciente, movidas por su situación de explotación y abandono, como carne de cañón, en procesos trascendentes, armados en su mayoría, como fuerza transformadora, pero sin estar al frente de esos procesos y sin tener claridad acerca de hacia dónde ir y por dónde ir.
De esta manera, esas transformaciones de la historia siempre han sido dirigidas por otras clases,y han realizado, como resultado, los intereses de esas clases y no los del pueblo trabajador. El pueblo ha sido usado por los poderosos para lograr sus intereses, prometiendo cobijar también los de los pobres e incumpliendo ese compromiso, que en realidad no lo era.
Así fue con la Guerra de Independencia, la Guerra de Reforma y la Revolución Mexicana, en todos los casos, es el pueblo humilde y explotado el que pone la fuerza motriz el sudor, la sangre y los muertos, para después ser desarmado, marginado del proceso y olvidado en los hechos. Cada proceso revolucionario ha sido lo mismo, y ya han sido muchos los que lo han documentado. Solo destacaré, a modo de ejemplo, el canalla caso de la Revolución Mexicana en la que Venustiano Carranza, encabezando a la burguesía ascendente, traicionó a las causas del pueblo, no permitió la realización de la Asamblea Constituyente sino hasta que los revolucionarios Zapata y Villa habían sido asesinados, e intentó escamotear en ella las reivindicaciones de los trabajadores, que fueron defendidas por los constituyentes del pueblo a los que no pudo impedir su participación.
Desde entonces,queda la deuda pendiente con el pueblo de México, sin realizarse sus demandas, engañado y utilizado, al fin y al cabo se le puede seguir engañando asegurándole que, ahora sí, primero los pobres y quien sabe cuántas maravillas más. Y sí fuera necesario, se le puede convocar y mover otra vez con promesas igual de maravillosas y utilizarlo como protagonista de la historia, pero inconsciente.
Esta es la realidad que se debiera intentar cambiar y, visto así el asunto, es claro qué es lo que realmente hace falta cambiar y ponerse a trabajar en ello: el pueblo ya no debe ser protagonista inconsciente, sino adquirir consciencia clara de sus verdaderos intereses de clase, de los objetivos y las metas que debe alcanzar, de las vías y los modos para lograrlo, por las que vale la pena nuevamente unirse, alzarse y empujar el carro de la historia. Entonces ya no podrá ser ni estará dispuesto a ser, ya no será carne de cañón.
Solo entonces tomará nuevamente el camino de la lucha y del sacrificio, pero ya no por intereses y causas ajenas a sí mismo y a sus hermanos de clase, sino por y para sus intereses, y solo entonces se logrará una verdadera transformación en favor del pueblo pobre.
Así será protagonista consciente de la historia, ya no será solamente la fuerza motriz sino la consciencia y la dirección del proceso, así asegurará que sus interese se realicen, se alcancen sus metas, y que no sean nuevamente traicionados y marginados, a cambio de nuevas promesas y palabras bonitas. El día que el pueblo adquiera consciencia de clase y se decida a luchar, no habrá fuerza terrenal que lo detenga y logrará poner a México en el rumbo del progreso con justicia social.
Si esto es así, como digo que lo es, todo lo demás es, por decir lo menos, inútil e intrascendente. Toda buena persona, que sinceramente desee una patria más justa y generosa para todos, un México mejor, en el que se pueda vivir bien y del cual nos sintamos sincera y justificadamente orgullosos, todo buen mexicano que ame a México y quiera esto, debe saber, ahora sí, que puede hacer muchas cosas buenas, pero que lo que se necesita hacer es educar y organizar al pueblo, clavarse de cabeza en el pueblo, como dijo el Maestro Aquiles Córdova, para ir a crearle su consciencia de clase, educarlo y organizarlo.
Esto es lo que se ha propuesto desde su nacimiento Antorcha Campesina, es lo que hacemos los antorchistas, día y noche, y es a lo que invitamos a todos los mexicanos de buen corazón. A cambio les ofrecemos la garantía de un futuro mejor para los que vienen atrás y la satisfacción de haber sido, al lado del pueblo mexicano, protagonistas conscientes de la historia.
Por cierto, ahora que se habla mucho acerca de las manifestaciones del 13 y 27 de noviembre en la Ciudad de México. La primera (que, haciendo justicia necesaria, no fue solo en CDMX) en contra de la Reforma Electoral y en defensa de la independencia del Instituto Nacional Electoral (INE), y la segunda… quien sabe con qué reclamos, mucho se ha dicho de la legitimidad de una y otra, y se destaca con el fin de calificarlas, el modo en que participaron los manifestantes, pues en la primera, se destaca, no hubo acarreo, sino que la gente participo espontáneamente y de manera voluntaria, mientras que en la segunda hubo no solo acarreo sino compra de consciencias, presiones de todo tipo (gremiales, laborales y corporativistas) y hasta intimidaciones y amenazas de quitar plazas o cancelar participación en programas sociales, pago no solo de transporte, hospedaje y alimentación, sino hasta del día invertido en ir a hacer bulto, en ser carne de marcha (el lonche nivel Morena), por lo que no fue legítima.
Solo diré, a manera de anécdota, que mis compañeros antorchistas entenderán bien, como lo hicieron los compañeros en Campeche, que este contraste sí es trascendente y que marca una gran diferencia con las marchas de los antorchistas, ya que en nuestras marchas, los campesinos, estudiantes, antorchistas participan no solo de manera totalmente consciente, que no se contrapone con eso de espontánea por ser voluntaria y, a diferencia del acarreo, siempre poniendo de sus humildes bolsillos para movilizarse.
No está mal, no es incorrecto que un colectivo se ponga de acuerdo para viajar a una manifestación y se transporten juntos en un camión (o lo que sea), pues no van a llegar volando ni por teletransportación, y es mejor, más seguro y más barato hacerlo en colectivo, ni que vean también cómo se van a alimentar, que no siempre tiene que ser cada quien por su lado, sino organizados y, de manera fraterna, para ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo, pero lo hacen pagando ellos mismos sus gastos (¿quién se los va a pagar, si no?), cosa que ni nos creen ni comprenden, ni los conservadores, ni los oportunistas corruptos, pues ellos nunca lo han visto ni lo verán.
Lo destaco para alegría de nuestros compañeros antorchistas que, de este modo también y de manera clara, pueden darse cuenta de que ellos, con su lucha consciente al lado de los demás antorchistas, sí se están convirtiendo en protagonista consciente de la historia.
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