MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El problema sigue siendo el mismo: la mala distribución de la riqueza

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Mucho se ha hablado de los grandes problemas por los que atraviesa el mundo, economías en retroceso, guerras y lo peor de todo esto es que el pueblo pobre es el que paga las consecuencias, es el que pone los muertos y es el que se ve más afectado por esta serie de sucesos que perjudican a gran parte del planeta.

Desde la caída del muro de Berlín, que sucedió el 9 de noviembre de 1989 por la población alemana, el mundo se vio obligado a experimentar un nuevo sistema económico, político y social, un sistema que está dirigido por una élite gobernante que está al servicio del capital, al servicio del dinero y, por consecuencia, apela a sus propios intereses y desdeña a la gran masa empobrecida, tanto material como espiritual, que día con día crece de manera exponencial sin dar tregua.

Desde este acontecimiento, el capital se ha desarrollado sin ninguna fuerza social que se lo impida, ha hecho hasta lo inmoral por vender las mercancías que produce sus monopolios sin tomar en cuenta a quienes afectan este tipo de acciones que enriquecen a unos cuantos a costa de la mayoría. 

Según la Oxfam que es una confederación internacional formada por 19 organizaciones no gubernamentales, la riqueza de los 10 hombres más ricos del mundo, en medio de una pandemia de dos años, se ha duplicado, mientras que se estima que los ingresos del resto de la humanidad se ha deteriorado en un 99 por ciento; además, también menciona que cada 26 horas surge un nuevo multimillonario en el mundo, mientras que estas desigualdades contribuyen a la muerte de al menos una persona cada cuatro segundos.

Y la gran mayoría de la población nos preguntaremos ¿Cómo es que en medio de la pandemia y en una economía estancada consecuencia de esta es que estos 10 hombres más ricos hayan duplicado sus riquezas?, la respuesta es que los millonarios han tenido una pandemia de lujo. Los bancos centrales han inyectado billones de dólares en los mercados financieros para salvar la economía, pero una gran parte ha acabado en los bolsillos de los más ricos, que se han aprovechado del auge de los mercados bursátiles. 

Con las vacunas se pretendía poner fin a la pandemia, pero los gobiernos de los países ricos han permitido que los millonarios y los monopolios farmacéuticos corten el suministro a miles de millones de personas; esto podría traducirse en un incremento de todas las formas imaginables de desigualdad. La previsibilidad de esta situación es indignante, y sus consecuencias son letales, tal como ya hemos vivido en el trascurso de la pandemia 

También es sabido que la pandemia ha retrasado el camino hacia la paridad; ahora se tardarán 135 años en cerrar la brecha de género, y no 99 años como se estimaba antes de su irrupción. En 2020, las mujeres perdieron 800 mil millones de dólares en ingresos, y hay 13 millones menos de mujeres sin trabajo ahora, que en 2019. 

Conjuntamente, 252 hombres poseen más riqueza que los mil millones de mujeres y niñas que viven en África, América Latina y el Caribe. La pandemia de covid-19 ha sacado a la luz la codicia y las oportunidades económicas y políticas que han convertido estas desigualdades extremas en un instrumento de violencia económica.

Ahora que se tiene “controlada” la pandemia es necesario construir una economía más justa que esté al servicio de las personas y no del capital, pero eso no se hará por arte de magia, se tiene que trabajar para lograrla a base de esfuerzos y sacrificios esta economía que todos anhelamos. Sobran las proyecciones sobre el crecimiento del desempleo y las brechas de desigualdad, en este escenario, el riesgo de salir a un mundo más hostil, más empobrecido, con trabajos más precarizados y más desigual, es más previsible que la utopía solidaria que algunas personas imaginan.

Es por eso pues que los invito, amigos lectores, a que marchemos hacia una misma dirección, que nos organicemos en un mismo frente buscando todos el bien común, luchando por nuestros mismos intereses que son los intereses de clase o como se dice coloquialmente que jalemos para un mismo lado, pues todos estamos en el mismo barco y como en su momento mencionó uno de los líderes de la revolución cubana, Ernesto Che Guevara: "si no luchamos juntos nos matarán por separado". Sépanlo.

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