La situación del país se ha complicado y, si las cosas no cambian, será trágica. Por un lado, la pandemia de la covid-19, que nunca fue controlada con políticas efectivas, se recrudeció, como lo demuestran los datos que el mismo gobierno reporta todos los días y que hablan de más de 110 mil muertos en estos meses de coronavirus.
En segundo lugar, hablemos de la cuestión económica. De acuerdo con información de organismos especializados, la economía mexicana sufrirá un decrecimiento de 10.8 por ciento, sin que el gobierno haya adoptado una agenda efectiva de medidas que permita paliar los efectos y reactivar la economía. El mismo Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2021 no está pensado con ese objetivo, sino que mantiene su toque clientelar y electorero. El gobierno, pese a que el edificio económico muestra severas grietas y amenaza con el colapso, sigue manteniendo un optimismo sin fundamento.
Tercero, la crisis de seguridad pública que el presidente prometió resolver rápidamente, se ha agravado, pues acumula más de 70 mil muertos; a este paso superará ampliamente los dos sexenios anteriores. Ahí están sucesos como los de dos niños asesinados y descuartizados hace un mes en la Ciudad de México, que son viñetas de un panorama de terror. Sin embargo, la 4T sigue empeñada en una política de seguridad que no sirve. México es, según el índice de Paz Global 2020, el número 137, uno de los más peligrosos de América.
Para ser honestos, la crisis de violencia ya venía desde el sexenio de Felipe Calderón. También es cierto que la covid-19 es un fenómeno mundial no atribuible, por lo mismo, a López Obrador, y que la economía crecía poco desde hace 30 años. Pero, sin faltar un ápice a la verdad, debemos decir que la seguridad pública se ha deteriorado considerablemente bajo el mandato de AMLO; igual de cierto resulta decir que la manera torpe en que se ha atacado la pandemia contrasta con la de otros países, como China, Venezuela y Cuba. Vale decir, por último, que las medidas económicas de la Cuarta Transformación ya venían configurando un panorama de nulo crecimiento desde antes de la pandemia.
Sin embargo, a pesar de la evidente falta de resultados del Gobierno actual, una buena parte del pueblo mexicano no relaciona el deterioro de la situación del país con las políticas del presidente de la república. Así lo demostró una encuesta de Reforma del pasado 1º de diciembre, donde el 50 por ciento de los entrevistados dice que el presidente sí ha cumplido sus promesas y el 48 por ciento prefiere que los diputados afines a Morena sigan controlando la Cámara de Diputados.
Algunos analistas sugieren que esta contradicción se explica, en parte, por los programas sociales e, indudablemente, por la política de medios de comunicación y redes sociales del oficialismo. Y tienen razón. No obstante, desde mi modesto punto de vista, esta paradoja también expresa la despolitización del mexicano de a pie, del que está desligado del mundo de la política, del que vive al día. No sólo eso; esto pone en evidencia que falta una agenda política que arrastre a la mayoría del pueblo, que tome en cuenta sus necesidades reales, para que le dé su confianza a una oposición a Morena, pero a una que la rebase por la izquierda. Pienso que cualquiera que quiera superar al lopezobradorismo en las urnas debe reflexionar a conciencia sobre estos últimos aspectos y obrar en consecuencia.
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