Cada vez el deseo de los estudiantes de un regreso a clases presenciales es mayor. A 14 meses desde que fueron suspendidas por la pandemia de la covid-19, los estudiantes de diferentes grupos de edades han comenzado a sentir la presión misma de la necesidad de un regreso a sus aulas porque se han dado cuenta que a través de las clases a distancia y virtuales no adquieren, al menos, el mismo grado de conocimiento que adquirían cuando las clases presenciales. A casi un año y dos meses sin clases presenciales, tanto en los niños y en los más pequeños como en los estudiantes del nivel medio superior, el efecto de la enseñanza es evidente: los niños no adquieren las herramientas básicas para leer y escribir o hacer operaciones básicas de matemáticas y para los estudiantes del nivel medio superior su ingreso a alguna universidad o a algún instituto se torna más difícil. Para los universitarios la situación tampoco es favorable, pues para ellos conseguir trabajo se ha vuelto más difícil.
A todo esto, hay que sumar el problema de la deserción escolar. Aunque este tema no es nuevo, pues es por todos conocido que la causa principal del abandono escolar descansa en lo económico, en la falta de empleo para los padres y en la nula inversión para la educación, con la aparición de la pandemia, la deserción escolar sí aumentó en un 44.2 por ciento como lo muestra la Encuesta para la medición del impacto covid-19 en la Educación (ECOVID-ED), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi): de los 54.3 millones de estudiantes con edades de entre 3 y 29 años para el ciclo escolar 2019-2020, se inscribieron solamente 33.6 millones de ellos (el 62 por ciento); para el ciclo escolar 2020-2021, la inscripción se redujo notablemente: 32.9 millones de estudiantes, lo que representa el 60.6 por ciento de la población estudiantil: “30.4 millones (92%) son población que también estuvo inscrita en el ciclo escolar pasado (2019-2020) y 2.5 millones (8%) son inscritos que no participaron en el sistema educativo en el ciclo escolar 2019-2020” (Comunicado de prensa No. 185/21, pág. 1, del Inegi, 23 de marzo del 2021). El mismo comunicado arroja otros resultados reveladores como el de que 2.3 millones de personas del rango de edad de entre 3 y 29 años ya no se inscribieron al ciclo escolar 2020-2021 por problemas relacionados directamente a la covid-19 y 2.9 millones de ellos, por falta del recurso económico; es decir, el 44.2 por ciento de la población estudiantil que ya no se inscribió fue por motivos de la covid-19, mientras que la mayoría (55.8 por ciento) lo hizo por falta de dinero o recursos. Es decir, la causa sigue siendo económica como lo acaba de demostrar el estudio ECOVID-ED.
La deserción para el ciclo 2020-2021 continúa y la mayor parte se concentra en las escuelas públicas, como lo muestra el comunicado ya citado: “El alumnado entre 3 y 29 años que sí estuvo inscrito en el ciclo escolar 2019-2020 pero que no continuó o desertó del sistema educativo en el ciclo 2020-2021 debido a la pandemia por la covid-19 o debido a la falta de recursos económicos fue de 1.8 millones; la mayoría fue de escuelas públicas con 1.5 millones en comparación con 243 mil de escuelas privadas”. La falta de recursos económicos se ve reflejada en los gastos que hicieron los padres de familia para que sus hijos continuaran con sus clases virtuales: de acuerdo con la encuesta ECOVID-ED, el 28.6 por ciento de las viviendas hicieron un gasto adicional para la compra de teléfonos inteligentes; el 26 por ciento contrató servicios de internet fijo y el 20.9 por ciento adquirió mobiliarios (sillas, mesas, escritorios, etc.) para acondicionar un espacio para el estudio de sus hijos.
Como observa, amigo lector, son varios los factores que se han sumado y que han impactado en la desición del estudiantado de abandonar su estudio: en primer lugar, que los padres perdieron sus empleos y que no pueden hacer más gastos adicionales para la compra de teléfonos inteligentes, y contrato de servicios de internet fijo o compra de internet Wifi con fichas de prepago; y, en segundo lugar, que las clases a distancia o por televisión carecen de una base pedagógica sólida. Ante estas dos presiones y otras de índole psicológico, ECOVID-ED hizo la pregunta de si los estudiantes deseaban regresar o no a sus aulas y la respuesta fue mayoritariamente positiva: aquellos cuyas edades rondaban los 13 y 18 años, el 64.1 por ciento respondió que sí desea un regreso a clases presenciales; le siguieron los estudiantes de 6 a 12 años con un 60.7 por ciento. Como se ve, seis de cada 10 estudiantes desean un regreso a sus aulas. Pero muchos o casi todos desconocen los riesgos que esto implica. Razones hay suficientes para que los alumnos regresen a sus aulas a recibir sus clases, pero también pesa la salud de ellos, la de sus hermanitos más pequeños, la de sus padres y abuelos que son los más vulnerables, pues está demostrado que la convivencia escolar aumenta hasta en un 40 por ciento el grado de contagio, aunque muchos de los niños no presenten síntomas, sí son un vector de contagio para los demás. Esto es un riesgo alto que no hay que correr. Además, aunque los niños pueden no presentar síntomas fuertes, los vasos sanguineos de sus corazones sí pueden quedar dañados de por vida y pueden tener un infarto mortal a los 30 años, de acuerdo con la opinión del reconocido médico alemán Felix Drexler. Las consecuencias, pues, son mortales, por eso se debe vacunar a todos los estudiantes antes de un regreso a sus aulas. Este es el llamado que hace la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) y al que deben sumarse todos los estudiantes país.
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