El camino del pueblo sudcaliforniano está claramente definido para los siguientes seis años: haya votado por quien haya votado, por Sheinbaum o no, no le queda más que hacer más fuerte su organización popular y permanecer en lucha constante.
Esa es la única forma no sólo de lograr cada vez mayor satisfacción de sus propias necesidades sociales inmediatas, sino de defender y garantizar para el país estabilidad y desarrollo, ante la arremetida contra el Estado de derecho que hasta la fecha hemos conocido y nos ha garantizado una mínima convivencia pacífica.
Los trabajadores y las clases oprimidas deben quitarse de la cabeza para siempre que con el voto de la jornada pasada bastó para que todo mejore de aquí en adelante: esa es una ilusión que nos ha hecho daño por décadas.
Los trabajadores y las clases oprimidas deben quitarse de la cabeza para siempre que con el voto de la jornada pasada bastó para que todo mejore de aquí en adelante: esa es una ilusión que nos ha hecho daño por décadas; es la justificación del flojo, pusilánime y atenido, y está visto que las naciones triunfadoras no están hechas de ese tipo de ciudadanos… ni tampoco para ellos.
Debemos tener claro que la primera, la más importante y más eficaz forma de participación social es la lucha contra la pobreza y todos los males que la acompañan contra sus causas estructurales; “participación ciudadana” gustan de llamarla los que desean disolver su carácter de clase.
No debemos creer que al votar estamos delegando esa responsabilidad de participar a quien hemos elegido y podemos irnos tranquilamente a ver el fut, la telenovela o 10 mil videos por semana en el celular, porque no es así; al contrario, estamos perdiendo la capacidad de influir positivamente en la toma de decisiones cruciales para el país si así procedemos. Y lo lamentaremos cuando ya no haya remedio.
Esta democracia mexicana, construida para beneficio de la clase burguesa y todos sus sirvientes, está pensada para tolerar cada vez menos la participación de los más pobres y de todos los oprimidos, hasta suprimirla por completo.
Por eso nos encontramos hoy cada vez con más y más funcionarios que descaradamente, sin ningún recato, pretenden obligar a los trabajadores a mendigar programas y derechos públicos “de uno por uno”, aisladamente, separados, y no sienten ninguna vergüenza en decirles que “no tratan con organizaciones, sino con ciudadanos”, como si eso fuera lo legal, y como si actuar coordinadamente fuera delito.
Es decir, esta democracia, en la que todos los partidos políticos han demostrado que en realidad son uno solo contra los trabajadores, esta democracia, decía, rechaza nuestra participación, nuestra lucha, porque busca debilitarnos y sabe que nuestra debilidad es su fortaleza.
La respuesta de los trabajadores mexicanos no debe ser el conformismo y la apatía, la desesperanza y la abulia, sino la participación, la lucha. Una dosis del espíritu de los viejos demócratas no nos vendría mal; ya no tanto para conquistar la democracia burguesa, sino para retener sus beneficios para los trabajadores y contener los intentos de arrebatárnoslos, empezando por el derecho de organización, de actuar en colectivo; eso harían hoy los demócratas antiguos.
Los trabajadores mexicanos no podemos permitirnos perder las posibilidades de participar pacíficamente en el rumbo que debe llevar el país.
Ese partido único, el Primor azul-verde-naranja necesita la derrota del pueblo, empezando por inyectarnos una forma de pensar derrotista, por hacernos creer que no podemos participar, ni exigir los derechos que aún tenemos, necesita que le demos la espalda a la lucha social.
Ese Primor, en última instancia, es un mismo partido en el que todos sus integrantes se transfunden de un sector a otro de sí mismo; emigran como transfusión de sanguijuelas sin principios ni ética, pero tiene un objetivo primordial: quiere que olvidemos que los derechos no se mendigan, que se exigen, desde una posición de fuerza.
Si en un momento dado logramos construir esa fuerza, si con innumerables dificultades y contratiempos llegamos a organizarnos, de inmediato nos acusan de intransigentes y chantajistas para alejar al resto de la población que aún no ha comprendido que debe organizarse y luchar.
Y también está claro que contra la mentira sólo vale la verdad actuante, la que hace la que pelea. Pero el camino de la participación organizada y en lucha también es el único viable para el pueblo porque ya quedó demostrado que en este sexenio que concluye las ayudas de dinero en efectivo no acabaron con la pobreza y el desempleo, el hambre y la falta de servicios médicos, la incertidumbre económica y la inseguridad, más bien aumentaron, basta con mirar a nuestro alrededor, hay tantos males y el Primor sólo nos ofrece continuar con lo mismo, pero empeorado.
Los antorchistas ofrecemos al pueblo nuestro proyecto de organización, en el que nos educamos en lucha y para la lucha. Estamos convencidos de que es el mejor camino y el más viable, que nos enseña a ser demócratas de nuevo tipo y revolucionarios a la vez.
En ese camino, los demócratas auténticos debemos crear la posibilidad real de formar un frente unido que defienda todos nuestros derechos comunes. En el océano de deslealtades y traiciones políticas que nos abruma y avergüenza, es el único camino probado por el que el pueblo de México puede volver a ser revolucionario.
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