En su habitual conferencia matutina, el pasado 17 de abril, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, afirmó: “nosotros tenemos, primero, que garantizar la seguridad pública en nuestro país, para decirlo más claro, nosotros lo que queremos es que en México nadie pierda la vida, que nadie sea secuestrado, que no haya extorsiones, que no haya robos, que no haya feminicidios, eso es lo primero, esa es nuestra responsabilidad fundamental”.
Y nadie pone en duda ni discute que esa es, efectivamente, una de las obligaciones fundamentales del Estado, sin embargo, la realidad es otra.
De acuerdo con datos de la propia Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), el número de homicidios dolosos tuvo un incremento del 2.14 por ciento interanual en el primer trimestre de este año hasta los 7 mil 485 asesinatos, 83 homicidios al día en promedio.
Por su parte, la agencia especializada en estudios de opinión T-ResearchMX, en su reporte “MX: La Guerra en Números”, demuestra que durante los 53 meses del sexenio de López Obrador se mantiene una tendencia al alza en el registro de homicidios.
Veamos los datos. Del 1 de diciembre de 2018 al 22 de abril de 2023, las fiscalías estatales y federales han registrado 151 mil 836 homicidios dolosos en México, según la información de la propia SSPC. Comparando los datos de la administración de López Obrador, en el mismo periodo, con otros sexenios, el actual gobierno encabeza el registro de dicho delito con 151 mil 836 incidentes, superior al de la administración de Enrique Peña Nieto, que registró 99 mil 766. En el mismo periodo de gobierno de Felipe Calderón se registraron 78 mil 59 asesinatos, y, en el gobierno del expresidente Vicente Fox, se registraron 43 mil 965.
Como vemos, la realidad choca de frente con el discurso del morenista y presidente de México porque sus acciones, sus políticas para evitar la violencia y salvaguardar la integridad de sus gobernados ha fallado; AMLO habla y describe una realidad en la que sólo el vive, mientras que los mexicanos de a pie tenemos que sufrir los estragos de un país que día a día colapsa por la negligencia de un gobierno ineficiente.
Esta situación, el clima de atroz violencia que sacude al país, sumado a la impunidad e injusticia que campean libremente, son el caldo de cultivo perfecto para que, quienes buscan dañar y eliminar a quienes consideran enemigos o que simplemente les estorban, puedan recurrir a la violencia física, al crimen, al asesinato, sin el temor de ser castigado por la ley.
Muestra de ello, es el reciente y bestial asesinato de los antorchistas Conrado Hernández Domínguez, su esposa Mercedes Martínez Martínez y su pequeño hijo de casi 6 años. Ellos fueron dirigentes antorchistas, líderes sociales que dedicaron su vida a organizar al pueblo pobre, luchando junto con ellos en busca de una mejor vida para la clase proletaria, llevando siempre una vida ejemplar, alejados de conflictos y, por el contrario, muy queridos y respetados por quienes los conocieron y trabajaron con ellos.
Aunque los autores materiales trataron de ocultar los indicios del triple homicidio, las autopsias revelaron que la pareja fue asesinada a golpes en el cráneo y el niño fue asfixiado. Ante este bestial crimen, el antorchismo nacional exige justicia pronta y expedita, es obligación de las autoridades correspondientes hacerlo así.
Los indicios señalan, pues, que no se trata de un crimen al azar, sino todo lo contrario, que los asesinos, los autores intelectuales y materiales, tenían plenamente identificado a su objetivo, pues ambos eran destacados líderes y miembros del Comité Estatal de Antorcha en Guerrero y que lo planearon a tal de grado de tratar de encubrir sus acciones para que pareciera un crimen más de los miles que a diario suceden. Es decir, se trata de un ataque más al Movimiento Antorchista Nacional, una afrenta al pueblo pobre organizado.
Ante este atroz hecho, no tenemos otra opción más que levantar la voz para que se haga justicia, sumarnos a la lucha de nuestros compañeros de Guerrero y del antorchismo nacional, actuando siempre dentro de la ley, pero firmes y enérgicamente.
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