Parte esencial de la cultura de los pueblos son sus manifestaciones artísticas que brotan de sus propias entrañas, como expresión de sus necesidades, relaciones sociales, costumbres, alegrías, tragedias, anhelos de libertad y justicia, historias. Sin ellas, no podría entenderse el pasado y presente de esos pueblos, ni tampoco podrían proyectarse hacia el futuro.

El arte, como una de las formas de la conciencia social, ha sido usado por las clases dominantes como un arma ideológica para fortalecer su poder económico y político sobre las clases desposeídas, a tal grado que ha sido posible que los señores esclavistas, latifundistas, emperadores, soberanos y capitalistas, sometan durante siglos y aun milenios a los esclavos, plebeyos, siervos de la gleba, súbditos y proletarios, logrando incluso que esos miserables explotados ignoren o acepten su condición sin protestar, e incluso vivan hasta contentos con ella.

Sin embargo, dado que solo en última instancia, el ser social, el modo de producción (es decir, la combinación de la fuerza de trabajo del hombre con los medios de trabajo y materias primas, bajo relaciones de producción dadas) determina la superestructura (la psicología social, las formas de la conciencia social, el estado y el derecho y demás actividades humanas incluyendo la lucha de clases), ésta, la superestructura pues, también influye sobre el modo de producción ya sea para apuntalarlo o para ayudar a transformarlo cuando las relaciones de producción ya no corresponden sino frenan el desarrollo de las fuerzas productivas y se hace necesaria una revolución social.

Entonces, algunas formas de la conciencia social como el arte, manifestación de lo bello, reflejo sublime de la realidad, pueden volverse subversivas, en manos de las clases revolucionarias y su vanguardia, llamadas a encabezar esa revolución social.

El arte, tanto a quien lo practica como al que lo contempla, lo educa, lo sensibiliza, rescata lo mejor de nuestros antepasados y de otros pueblos, el arte transforma la conciencia del hombre, lo vuelve más culto, mejor preparado para la vida, más sensible, solidario con sus semejantes, lo hace tolerante, humano, capaz de hacer suyos el dolor y sufrimiento ajenos. El arte, al volver a sus orígenes, al volver al pueblo que lo ha creado a lo largo de su historia, también contribuye a su organización y a su lucha por un mundo mejor.

Por eso los antorchistas celebramos, con mucha alegría y entusiasmo, la realización del VI Concurso de Folclor Internacional que se desarrollará el próximo 23 de octubre en el majestuoso Teatro “Macedonio Alcalá, de la ciudad de Oaxaca de Juárez a partir de las 10 de la mañana. Durante el evento, el público podrá disfrutar de bailes, danza y música de la cultura de los pueblos de Medio Oriente, África, Asia y América Latina, ejecutados por más de 700 bailarines y danzantes de 14 grupos amateurs y semiprofesionales de diversas partes del país, incluyendo Puebla, formados y alentados por el antorchismo nacional. El evento es organizado por la Comisión Nacional Cultural de Antorcha, que encabezan dos infatigables compañeros antorchistas, amantes de las bellas artes y grandes luchadores sociales: Juan Manuel Celis Aguirre y Soraya Córdova Morán.

Y sí, a pesar del nulo apoyo de los gobiernos de Morena para fomentar la cultura, a pesar de los ataques del presidente Andrés Manuel López Obrador en contra de nuestra organización, el antorchismo nacional, que dirige el ingeniero Aquiles Córdova Morán, alza la voz y, a través de este bello y alentador concurso cultural, llama a los pobres de la ciudad y el campo a unirse a la lucha por una patria justa y equitativa para todos los mexicanos. Ojalá puedan asistir a Oaxaca o seguir la transmisión del evento a través de las redes sociales del Movimiento Antorchista Nacional. Valdrá mucho la pena.