Hemos entrado ya en las fechas en las que por todos lados vemos y escuchamos “buenos deseos”, las fechas en las que comienza a verse por las calles a la gente corriendo en busca de regalos, comprando la cena navideña o apurados por llegar a las diferentes terminales de autobuses o incluso aeropuertos para poder llegar a tiempo a celebrar con sus familias la conocida cena navideña; esa misma fecha en la que se vuelve más evidente el egoismo que rige a nuestra sociedad, donde la felicidad individual se más notoria.
Ante ello habría que ver con más detenimiento las cosas; es importante destacar la doble moral imperante y que acostumbran los gobernantes y quienes modelan el pensamiento popular. Esa trillada frase a la que se nos ha acostumbrado se utiliza para aletargar la conciencia de todo el pueblo; por un lado se desea felicidad a los casi 130 millones de mexicanos, pero sin considerar ni remotamente la situación en la que viven, que no es precisamente para ser felices, sino todo lo contrario.
En 1844 Carlos Marx y Federico Engels publicaban su obra La Sagrada Familia, en la que resalta esta reflexión de profundo contenido filosófico: “Si el ser humano es un producto de sus circunstancias, tendremos que humanizar las circunstancias”, frase que conserva hoy plena vigencia, pues a pesar de los años transcurridos, las circunstancias de nuestra sociedad siguen conformando al hombre, modelándolo, imponiéndole condiciones terribles como la incertidumbre y la necesidad diaria de encontrar el sustento familiar en esta verdadera jungla que es la injusta injusta y cruel sociedad en la que nos ha tocado vivir.
Millones de mexicanos han debido sobreponerse a lo largo de este año y han tenido que aprender a vivir en circunstancias inhumanas, que aunque siguen siendo difíciles de ver y muchas veces desgarradoras, ya no son extrañas ni sorprenden, pues se han generalizado tanto que han pasado a ser algo común dentro en nuestra sociedad; cada vez es más normal ver gente, y cada día en mayor número, pidiendo limosna por las calles o en los centros históricos de muchas ciudades, o a muchos niños en los semáforos lanzando pelotitas.
Así que, hambre, desempleo y pobreza son algunas de las palabras que han marcado para la historia a este gobierno, pues cientos de informes han salido a la luz dando a conocer estos escalofriantes datos, pero, desafortunadamente, no son los únicos. La carencia por acceso a los servicios de salud ha incrementado también alarmantemente. En el país pasamos de 16.2 a 28.2 por ciento de la población que no tiene acceso a una atención médica, y hablando en término reales, ello significa que pasamos de 20.1 a 35.7 millones de mexicanos que carecen de este servicio.
Por otro lado, la felicidad, diferenete a lo que muchos pudieran o quisieran creer, no puede alcanzarse fácilmente, o con solo desearlo; varias son las condiciones para su realización: qué ironía desear a alguien un feliz año cuando millones de niños y jóvenes han abandonado la escuela y ahora trabajan, en lo que pueden, para apoyar la economía familiar y poder llevarse a la boca aunque sea una comida al día; no se puede imaginar felicidad mientras nuestros niños se marchitan; mientras haya mexicanos que no cuenten con un ingreso seguro y digno, que garantice la satisfacción plena de todas sus necesidades materiales; en esta situación, al gobierno siempre se le ha hecho más fácil utilizar "palabras máscara” que más que expresar la realidad la ocultan; más fácil que buscar y trabajar por encontrar salida a la precaria situación por la que atraviesa la mayoría de la sociedad mexicana.
En pocas palabras, llenarse la boca deseando a todos los mexicanos un próspero año nuevo, no es ni será nunca suficiente. Hace falta un gobierno que vele realmente por la necesidad del pueblo; que sienta en carne propia la tragedia de millones de hermanos en desgracia; que como líder ponga el ejemplo y deje de arriesgar a todo aquel que se acerque, por la simple necedad de no querer acatar las medidas sanitarias indispensables. Es necesario también que nuestro pueblo se quite las vendas y tome en sus manos el timón para guiarnos a puerto seguro. Así que, este 2023 será duro para los pobres, muy duro. Pero estoy segura que es posible alcanzar el bienestar que el pueblo ansía, y merece, pero para ello debemos luchar unidos, esforzarnos todos, trabajar fuerte, creando las condiciones necesarias para ello. Sigamos volando, que aún nos queda cielo por alcanzar.
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