Desafortunadamente la noche del 15 de septiembre, aunque sigue grabada en la memoria de los mexicanos como fecha emblemática, la inmensa mayoría, le ha perdido valor moral, desde el punto de vista del acontecimiento en sí, como la gesta heroica del pueblo, en la que hace 205 años se abonaron las condiciones necesarias para que estallara en el siglo XIX uno de los movimientos sociales más importantes en el continente: la guerra de Independencia de México. Convirtiéndose absurdamente en la actualidad en un día oficial donde está permitida la embriaguez en exceso. Por otro lado la clase política lejos de hacerse una autocrítica seria de la deuda que tiene con el pueblo, salen con la retórica de siempre ya desgastada, homenajeando a los caudillos.
Esta celebración se ha convertido, repito (convertido, no inventada ni creada) y ha sido integrada como una más de las fechas, de "fiesta", como las creadas por el capitalismo: el día de las madres, del padre, del niño, del abuelo, etcétera, etcétera; o sea, la noche del 15 de septiembre, es la noche especial del consumismo; principalmente del alcohol, olvidándose así de la esencia que encierra esta fecha histórica. Aclaro, no digo que a todos los mexicanos, pero sí a la inmensa mayoría. En la ciudad de Puebla por ejemplo, las organizaciones de comercio esperan una derrama económica de 161 millones de pesos, solo la noche del 15 y principalmente por la venta del alcohol (Notimex); de igual forma en Querétaro, con más de 12 mil millones de pesos (según forbes.com.mx); en el DF se espera un monto aproximado de 600 millones de pesos (La Jornada).
Pero esta fecha, marca el comienzo en el que el pueblo se armó de valor, infundido por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, junto con Allende, La Corregidora, Morelos, entre otros caudillos. Salió a luchar por mejores condiciones de vida. Al pueblo no le interesaba saber qué era la palabra libertad ni la independencia; lo que necesitaba y exigía era comida y una vida mejor. Pero a la altura de 1812, con la promulgación de la Constitución de las Cortes de Cádiz en España (motivada por la invasión de Francia de 1808, al mando de Napoleón Bonaparte), los realistas de la Nueva España se manifestaron en contra de esta, debido a que perjudicaría sus intereses, y no estaban dispuestos a perderlos (esta constitución está considerada como la más avanzada de la época, por progresista y liberal; pero además, garantizaba la ciudadanía española a todos los habitantes de las diversas colonias que estaban bajo su dominio).
Los insurgentes por su parte se quedaron sin sus líderes legítimos, Hidalgo y Allende desde el primer año de guerra, y más tarde de Morelos. Por lo que las aspiraciones de mejorar las condiciones de vida del pueblo quedaron exhumadas. En 1821, quienes firmaron el acta de independencia no fueron los representantes del pueblo; fueron Agustín de Iturbide, representante del ejército trigarante, quien al mismo tiempo representaba los intereses de los terratenientes ricos, y por el último virrey enviado de España, Juan de O’donojú (en Los Tratados de Córdova, en Veracruz). El pueblo insurrecto lo más que pudo conseguir fue la abolición de la esclavitud y unos cuantos derechos con la consumación de la independencia. El deseo de Hidalgo quedó lejos de cumplirse. La prueba está en que cien años después (1910) estalló la Revolución Mexicana, porque el pueblo siguió sufriendo las calamidades de la injusticia. Pues ni la revolución de 1910 logró remontar la situación desfavorable del pueblo. Sí hubo algunas mejorías, como la construcción de escuelas, hospitales, transporte público entre otros beneficios más, pero no lo suficiente. Tan es así que hoy de 120 millones de seres que poblamos el país, 100 millones viven la pobreza. Por eso día con día aumenta el crimen organizado, el narcotráfico, los robos, el secuestro, la emigración a los Estados Unidos, etcétera, etcétera, debido a que la desigualdad sigue aumentando, mientras que la riqueza se concentra cada días más (según el FMI, México es la treceava economía del mundo).
Por eso lejos de perderse en el consumismo, restándole la importancia debida a esta fecha histórica, el pueblo debe de aprovechar para reflexionar profundamente, analizando los alcances logrados por el movimiento independentista, y resolver las deudas que siguen pendientes. Y así también analizar el movimiento revolucionario de 1910. De mi parte diré algunas de las fallas coyunturales de la guerra de Independencia; primero: Hidalgo no tuvo un proyecto de nación, por eso cuando se le presentó la oportunidad de tomar el poder político, al haber vencido al ejército realista en la batalla decisiva en el Monte de las Cruces, localizada entre Toluca y la Ciudad de México, lejos de avanzar hacia la capital y terminar de una vez por todas con el virreinato, decidió dar marcha atrás. Error gravísimo que lo llevó a la derrota y la muerte. Así mismo con la Revolución Mexicana. Villa y Zapata fueron los que ganaron la contienda, sin embargo, ante la falta de claridad política dejaron la silla presidencial a los licenciados (Carranza, Obregón y demás generales), quienes sí tenían intenciones muy claras de poner las bases de una sociedad capitalista.
Hoy se necesita que las masas empobrecidas se politicen y se organicen, además de luchar por un México más justo como lo anhelaban los caídos en la época colonial y la revolución, pero se necesita de un proyecto de nación más justiciero, capaz de repartir la riqueza de forma equitativa a todos los mexicanos, tal como lo marca la Constitución Política que hoy nos rige. Sin embargo, para ello se necesita de una organización seria, y decidida a cambiar el modelo económico aplicado en el país. Y de una masa consciente y decidida. Sólo así podremos soñar y lograr un México mejor.
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