Históricamente la unidad de los pueblos ha jugado un papel esencial en la supervivencia del ser humano, primero, contra la naturaleza y posteriormente, contra el propio ser humano. Como han demostrado la arqueología y la antropología, cuando el mono descendió de los árboles y se fue desarrollando hasta convertirse en el homo sapiens, la organización social se convirtió en una necesidad inaplazable. Los hombres tuvieron que unirse y agruparse para defenderse de las fieras y de las comunidades vecinas, para conseguir y producir sus alimentos e incluso para cuidar y producir el fuego. Las pinturas rupestres en las cuevas de Maros-Pangkep en Indonesia o de Valttorta, España, muestran como decenas de hombres tiran sus lanzas para cazar a los animales.
Con el desarrollo de las fuerzas productivas, es decir, de los medios de producción y la fuerza de trabajo, devino la sociedad dividida en clases. Cada clase social se agrupó ahora ya no solo en torno a su lucha contra la naturaleza, sino en torno a sus intereses de clase. Los que poseían la propiedad privada sobre los medios de producción (esclavistas y posteriormente señores feudales y capitalistas) se unificaron para defender e imponer sus intereses y para someter a los que no poseían medios de producción (esclavos, siervos y obreros). A este antagonismo de intereses, la unidad de los pueblos se tenía que romper y, desde entonces hasta ahora como dijo Marx, es la historia de la lucha de clases.
Pero, como ya se ha dicho, la explotación y el sometimiento no ha existido siempre y por eso los pueblos siempre se han organizado para luchar por una vida mejor para los suyos y quizá por un anhelo innato de aquellos tiempos en que “los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío” como dijo Don Quijote en el pasaje de los cabreros escrito por el genio de Cervantes. El propio ejemplo de Espartaco de tratar de liberar a los esclavos en el año 71 antes de Cristo, las rebeliones campesinas en Europa en los siglos XIII-XV, es decir, al final de la edad media, la lucha de las sociedades cooperativas y de ayuda mutua, las huelgas de los obreros, la lucha de los sindicatos, los partidos en la época moderna y las revoluciones sociales en la época contemporánea son solo algunos ejemplos de unidad popular en busca de un mundo más justo para todos.
Fueron los voceros de la burguesía revolucionaria en el renacimiento y la ilustración, quienes teorizaron y formularon como principio la filosofía individualista, en contubernio con la filosofía del liberalismo económico, para luchar contra las viejas formas de pensamiento heredados de toda la edad media, fundadas esencialmente en el espíritu divino y religioso que impregnó al régimen feudal. La filosofía individualista consistió en colocar al individuo por encima de la sociedad y el Estado, incluyendo a la religión. El triunfo social más acabado de ésta fue la Revolución Francesa de 1789 y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, con el lema: libertad, igualdad y fraternidad.
El egoísmo es pues una manifestación de la filosofía individualista y el humanismo burgués, proviene del latín ego, que significa “yo”, y se compone con el sufijo -ismo, que indica la actitud de quien solo manifiesta interés por lo propio. Según la RAE “se expresa en que el hombre se guía en su conducta tan sólo por sus propios intereses, sin tener en cuenta los intereses de la sociedad y de los circundantes”.
Es fruto de las nuevas relaciones económicas, desde el surgimiento de la propiedad privada hasta su fundamentación teórica más acabada en la época moderna y contemporánea. En la actualidad, la implantación del modelo neoliberal y el aumento acelerado de la miseria ha engendrado una exaltación más acentuada del egoísmo; por un lado, por las nulas posibilidades de desarrollo de los individuos en todos los ámbitos de la vida y, por otro, por la tan elevada concentración de la riqueza que se coloca en las narices de las clases empobrecidas sin que éstas puedan acceder a ella. De aquí que se busque por todos los medios alcanzar dichas riquezas no importando al pariente, al hermano y menos al semejante.
Es común escuchar: “piensa sólo en ti”, “tú eres libre de elegir lo que más te conviene”, “deja que cada quien se rasque con sus propias uñas”, “piensa solo en tu familia, tus hijos y en tu propio bien”, “en este mundo todos somos iguales y podemos triunfar, solo se requiere ganas y trabajo para dejar de ser pobre”. Todo esto ha implicado la deshumanización de la sociedad contemporánea.
En efecto, hoy solo se piensa en el bienestar individual pero no el bienestar colectivo. Si el semejante come, viste, calza, se educa, se cura, etcétera, no es cosa nuestra sino de él, es decir, nuestro egoísmo nos vuelve ajenos a los problemas de los demás. Como dijo el poeta Rafael Blanco Belmonte “Hoy es el egoísmo torpe maestro a quien rendimos culto de varios modos: si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro. ¡Nunca al cielo pedimos pan para todos! En la propia miseria los ojos fijos, buscamos las riquezas que nos convienen y todo lo arrostramos por nuestros hijos. ¿Es que los demás padres hijos no tienen?”
Y no solo eso, el egoísmo nos vuelve ajenos a los problemas sociales del mundo y de México. No nos preocupa que en África los niños se mueran de hambre, que en Ucrania mueran familias enteras a causa de los bombardeos fascistas del ejército, no nos duele la cantidad de muertes por culpa de la inseguridad en las calles de nuestro país. La sociedad moderna se muestra indolente e insensible a los problemas sociales y, consecuentemente, indiferente a la unidad popular.
Nuestro interés individual nos ciega a los problemas sociales. A veces, aunque no tengamos los servicios básicos como agua, drenaje, pavimento, red eléctrica, etcétera, nos negamos a unirnos y luchar colectivamente para obtenerlos. Ahora, no se diga para conformar una unión popular nacional. En vez de comprender que tenemos un interés común como clase social, como pueblo, nos la pasamos peleando por cosas tan burdas en nuestra vida cotidiana. No es que ahora se trate de olvidarnos de nuestro ego sino de mantener nuestro yo pero a la par unirnos para luchar contra los problemas que nos afectan como comunidad.
El egoísmo es pues una manifestación de la filosofía individualista y el humanismo burgués, proviene del latín ego, que significa “yo”, y se compone con el sufijo -ismo, que indica la actitud de quien solo manifiesta interés por lo propio
Por ejemplo, aunque tengamos vivienda, agua potable, drenaje, etcétera, millones de trabajadores no tienen un trabajo digno; aunque tengamos un trabajo medianamente digno, resulta que los salarios están por los suelos y no alcanza para la canasta básica; y si contamos con buen salario, resulta que los impuestos nos reducen el salario a tal grado que viene saliendo lo mismo. Y aunque contemos con una buena calidad de vida, resulta que cuando salimos al trabajo somos víctimas de asaltos, robos y balas perdidas. Y si no ocurre esto, resulta que somos víctimas de enfermedades que no tienen cura, de analfabetismo, de corrupción, etcétera. Y estos problemas son comunes a todos y cada uno de nosotros.
En estos tiempos en que la sociedad mexicana se descompone y se fragmenta y no sólo como efecto inmanente del sistema económico, sino como política del gobierno de la 4T; en estos tiempos que pretenden dividirnos para convertirnos en polvo humano y permanecer con los ojos fijos en nuestra propia miseria; ahora que muchos, armados de oportunismo barato, desertan de la lucha para sumarse a reforzar las cadenas que oprimen a los trabajadores con el señuelo de que hacen el bien, es necesario recordar que el arma por antonomasia de los explotados y oprimidos es la organización, es la unión de todas sus fuerzas, preparadas y educadas para luchar en torno a un revolucionario proyecto nacional.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario