Todos lo sabemos porque lo hemos experimentado. En muchas ocasiones tomamos decisiones que creemos que serán lo mejor para el objetivo que buscamos, pero no es así: a veces nos “sale el tiro por la culata” porque la realidad no acepta nuestros voluntarismos y, por tanto, rechaza lo que hacemos y se nos regresa como búmeran, pero con resultados contrarios a lo que pretendemos. Tal vez personalmente podemos rectificar el camino al tomar otra decisión de acuerdo a lo que la realidad pide y seguimos adelante.
Pero cuando gente con poder político y económico toma decisiones erróneas y, a pesar de que se da cuenta que es una medida incorrecta, no corrige el rumbo porque, como también la soberbia se apoderó de su persona, cree que tiene soluciones en la punta de los dedos para superar los graves problemas del país, aunque no sea así o bien porque así conviene a sus intereses personales y de grupo. Pero si alguien se atreve a rebatirlo en lo más mínimo, inmediatamente lo toma como su enemigo personal y lo ataca hasta hacer que millones de personas lo repudien. ¿Han escuchado algún caso parecido?
Creo que sí, es la política que instrumenta el presidente López Obrador y sus fieles cuatroteros.
Para más claridad, diré que eso ocurre con los “apoyos directos” que el Presidente López Obrador entrega desde que accedió a la silla presidencial: dijo que se instrumentaban para aliviar la situación económica de los más vulnerables, pero ahora tenemos que mucha gente de esa necesitada, con sus honrosas excepciones, se ha vuelto floja y comodina aunque el “apoyo directo” sólo le sirva para sobrevivir y con muchas limitaciones.
Cierto que esos “apoyos directos” le sirven a mucha gente para comprar alimentos, medicinas y cosas para el hogar, pero también es cierto que 85% de los beneficiados ese dinero sólo le sirve para alimentar vicios y corromperse.
Bajo el argumento de que las organizaciones y líderes sociales se quedaban con “moches” millonarios de las obras públicas que se hacían en las comunidades o de los programas sociales que otorgaban los anteriores gobiernos federales, el Presidente instrumentó los “apoyos directos”, sin intermediarios, destinados a adultos mayores, gente con capacidades diferentes y niñas; niños y jóvenes, que se suponía se encontraban en situaciones vulnerables, pero lo hizo sin previo examen socioeconómico y sin poner límite de tiempo para que los recibieran.
No, esos apoyos son permanentes, pero como sostuve líneas arriba, no todos utilizan esos dineros para completar el gasto, sino para alimentar vicios y vanalidades, como la compra de teléfonos celulares de alta gama o alcohol o drogas.
Haciendo abstracción de que no todos los que reciben “apoyos directos del Bienestar” son gente en condición de pobreza o perteneciente a los sectores vulnerables, tenemos que, a más de cuatro años del gobierno de la 4T, millones de personas beneficiadas con 4 mil 800 pesos cada dos meses; o sea, 80 pesos diariamente, también reciben una buena dosis de atarantamiento de conciencia, pues pareciera que les pusieron una invisible venda en los ojos que no les permite ver las tragedias que suceden en el país; además, esos pesos contribuyen a la descomposición personal en tanto muchos de ellos ya no ven al trabajo como fuente de satisfacción y superación personal.
No es cierto que López Obrador haya acabado con la corrupción, ahora su gran logro es que sus “apoyos directos” corrompen a millones de mexicanos en tanto esos raquíticos 80 pesos diarios han cambiado su forma de ver y enfrentar la vida. La frase que antes salía a relucir en situaciones jocosas, aquella que dice “que te mantenga el gobierno”, ahora se ha convertido en una realidad para millones de mexicanos que consideran que su único trabajo es “estirar la mano” e ir al cajero a “cobrar su dinero”.
Desgraciadamente esto ha traído consecuencias profundas en la personalidad de los mexicanos.
Antes, la gente de comunidades vulnerables hacían fiesta cuando lograban que el gobierno destinara recursos para la construcción de redes de agua potable, drenaje, luz eléctrica o cualquier necesidad de infraestructura que tuvieran; ahora, con la modalidad impuesta por López Obrador de entregar dinero mucha gente ya no quiere obras; ahora dicen que prefieren el “apoyo directo”; es decir, que, en lugar de obra de infraestructura, el gobierno les reparta a partes iguales el dinero destinado a mejorar las condiciones materiales de su comunidad.
¿Acaso eso no quiere decir que el gobierno federal está corrompiendo a los mexicanos? Me parece que sí, pues, quienes reciben beneficios personales a través de dinero en efectivo, han dejado de lado el trabajo y beneficio colectivo y lo han cambiado por el individualismo que los lleva directamente a caer en actitudes egoístas.
El egoísmo que se ha apoderado de millones de mexicanos es el que vemos todos los días en el Metro de la Ciudad de México: independientemente de la estación en que la gente lo aborde, se pelea para lograr un lugar en el andén y luego en el vagón.
El egoísmo que se ha apoderado de millones de mexicanos es el que vemos todos los días en el Metro de la Ciudad de México: independientemente de la estación en que la gente lo aborde en las primeras horas de la mañana, o a cualquiera de las horas pico, vemos que la gente se pelea para lograr un lugar en el andén y luego en el vagón.
El Metro de la Ciudad de México es un infierno que todos los días sufren los mexicanos que no tienen recursos para comprar un automóvil propio o por lo menos para pagar un taxi. El egoísmo de la gente que viaja en Metro se refleja en que no les importa si avienta o maltrata a adultos mayores o a jóvenes madres que llevan a sus hijos, ya sea en brazos o de la mano. Nada importa, lo único que tienen en mente es ocupar un lugar en el saturado transporte público y llegar a sus destinos.
Por supuesto, la venda invisible que millones de personas tienen sobre los ojos no les permite ver que el culpable del infierno que viven en el Metro no es de las personas que viajan a la par que ellos; no ven que todo ese sufrimiento se lo deben a los gobiernos capitalino y federal, los cuales no invierten en mantenimiento del mismo y mucho menos en la adquisición de más carros o en construcción de más líneas que satisfagan la demanda de los capitalinos.
Además de las omisiones en la construcción de un medio de transporte digno para los trabajadores, los gobiernos de izquierda que se han sucedido desde hace 26 años, se han revelado como verdaderos ineptos en la administración pública, incluida la de MORENA.
Más bien en lo que se ocupó Claudia Sheinbaum durante los casi cinco años que gobernó la Ciudad de México –y que ahora sonriente se pasea por todo el país en busca de simpatías para llegar a la Presidencia de la República–, fue en la entrega de los famosos “apoyos directos” pues bien sabe que eso la llevará a ser la candidata de MORENA, pero sobre todo de López Obrador, a la Presidencia de la República.
El resultado de la mezquina y egoísta política de transporte público de MORENA y sus cuatroteros, es que los trabajadores mexicanos sigan viajando con poca dignidad, de manera absolutamente insegura y con estrés crónico que degenerará en graves enfermedades.
Desde que nuestro país se consolidó como una república democrática, cuyos lineamientos principales están estipulados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos aprobada en 1917, el pueblo mexicano ha sufrido todos los males inherentes a una sociedad dividida en clases, en donde los únicos que viven bien y con privilegios son los ricachos que forman la élite económica y política del país, entre la que se encuentran los presidentes del pasado y el presente.
Cuestión que no ha eliminado López Obrador por más discursos que haya dicho al respecto. Para el resto de los mexicanos, mortales todos, las cosas nunca han ido bien: siempre están tronándose los dedos para que el salario les dure hasta el fin de quincena; resignadamente saben que tienen que esperar semanas y hasta meses para que en el Seguro Social, los que lo tienen, les den una cita para revisarles riñones, corazón o algún otro órgano vital que les esté fallando; y también sufren porque no les alcanza el dinero para comprar los útiles y materiales que sus hijos requieren en la escuela, entre otros sufrimientos cotidianos.
En fin, la vida de la mayoría de los mexicanos, de los que viven de uno o hasta dos salarios mínimos, está llena de sufrimientos y sinsabores que cada día empieza con su transportación a su centro de trabajo, el cual no se ve que la 4T vaya a mejorar.
Hace falta la organización y acción conjunta de millones de mexicanos para acabar con esa situación. Hay que organizarse y luchar bajo la dirección de dirigentes que hayan probado que realmente defienden los intereses de la gente, como son los líderes del Movimiento Antorchista Nacional.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario