Es muy difícil no reconocer que la educación de los individuos que componen una nación es importante. Grandes pensadores han dedicado tiempo a analizar el problema. ¿Dónde radica la importancia de dicha labor? Responder a esta cuestión es lo complicado, pues aunque se acepte por lo general la necesidad de la educación, no todos defienden las mismas formas y los mismos contenidos. Vayamos por partes.
Gran parte de la tradición filosófica enseña que las cosas no se nos presentan como realmente son. La teoría del conocimiento es una de las partes de la filosofía que se dedica a desarrollar esta cuestión, ¿cómo se pueden conocer las cosas?, ¿hay algún límite en nuestro conocer?, etc. Estas problemáticas no son vanas, casi cualquier persona interesada en conocer su realidad tiene alguna postura sobre éstas, aún si no sabe que lo que hace es precisamente una valoración filosófica.
Nosotros podemos conocer parte de los objetos, aquello que podemos medir y captar con nuestros sentidos, pero hay otra parte importante que se nos esconde, que necesita de un análisis mucho más profundo para conocer la totalidad de cualquier fenómeno. El sol parece que sale y se oculta en determinado punto de la tierra, pero esto es solamente una parte del fenómeno, en realidad el sol no sale ni se oculta por ningún lado; la verdad se oculta a nuestra observación más inmediata y requiere de un esfuerzo científico para conocer la verdad detrás de la apariencia.
La educación en general es necesaria, solo por medio de ella podemos conocer el mundo en sus formas y su esencia. Pero no debemos olvidar que hay un medio que determina la formación del individuo. “Yo soy yo y mis circunstancias”, decía Ortega y Gasset. El mundo, la formación social, envuelven al individuo de tal manera que lo educan de cierta forma. Marx explicó que el modo de producción determina las formas de pensamiento y, más aún, que de este pensamiento se destaca una forma ideológica que domina sobre las demás para ayudar a mantener el estado de cosas imperante en ese momento.
Así, hay un doble impedimento para conocer la verdad de las cosas, el primero es el del límite natural de nuestros sentidos, que solamente después de un largo camino logra conocer de manera científica; el segundo es una limitación ideológica que permite aflorar con más facilidad las verdades que beneficien al modo de producción dominante.
Si la educación en abstracto, en general, es necesaria, lo es también aquella que ayuda a tomar un punto de vista crítico de la realidad. Esta enseña que la realidad tal y como la conocemos se corresponde con un orden económico específico, y que existen intereses para no mostrarnos la verdad completa, que en ocasiones tergiversan los avances científicos o simplemente apoyan aquellos que le beneficien directamente.
Por esto, una buena educación debe romper la actividad solamente contemplativa de la realidad, debe enseñar que únicamente transformando la realidad es que puede transformarse el individuo y que el ser humano es a su vez transformador de las causas que lo causan. La tarea del educador es de ida y vuelta: enseñar a conocer de manera correcta la realidad y mostrar la insuficiencia de dicho aprendizaje, para así dar paso a la transformación que necesita el mundo para construirlo en un lugar cada vez mejor para todos.
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