Desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la presidencia de la república en 2018, ha tenido como una de sus banderas de gobierno, la austeridad. En julio de 2019 se aprobó la llamada Ley de Austeridad Republicana y ha ejecutado recortes en todas las entidades del Estado: despido de personal y gastos de representación, de direcciones administrativas y trabajadores eventuales. Aunque su política de austeridad ha sido criticada por varios sectores por su falta de planeación, el mandatario ha asegurado que se trata de una “transformación” necesaria. “Todo lo ahorrado por el combate a la corrupción y privilegios se destinará a impulsar el desarrollo del país. No es necesario aumentar impuestos, bajará el gasto corriente y aumentará la inversión pública”, dijo al jurar el cargo.
Pero sorprendentemente su política de austeridad ha alcanzado, como ya ocurrió con todos los fideicomisos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), a la Secretaría de Educación Pública (SEP), hoy de manos en la maestra Delfina Gómez, relevo de Esteban Moctezuma, ahora Embajador de México en Washington, como se ve en la carta que el pasado 10 de marzo les envió a los subsecretarios, directores generales y directores de órganos administrativos, en la que les pide dar de baja a parte del personal a su cargo, presionándolos para que le presenten su propuesta de manera inmediata, ya que “entrará en vigor a la brevedad”.
A pesar de que la educación es el pilar que sustenta el desarrollo social y económico de los países, México como todos sabemos, es de los países que históricamente menos invierte en educación, rondando en los últimos años entre el 6.5% y el 6.9% del PIB, cifra muy por debajo del 20% del total del gasto público que recomienda la UNESCO y por el 8% establecido en la Ley General de Educación, por lo que hacen falta escuelas públicas desde el nivel básico hasta universitario y postgrado, y las que existen están en condiciones muy precarias, desastrosas; sin profesores ni aulas suficientes, sin laboratorios de ciencias e informática con señal de internet, fundamentales en estos tiempos de pandemia, bibliotecas, canchas deportivas, mobiliario adecuado, etcétera.
Con el plan de “austeridad del presidente, demasiado grave para el país han resultado las desapariciones y recortes a infinidad de programas establecidos por los gobiernos anteriores para todos los sectores de la población, como Progresa, programa dirigido a la población en condiciones de pobreza extrema, que incidía en los estudiantes en sus deficiencias nutricionales, problemas de salud como el bajo desarrollo cognitivo, baja escolaridad, reprobación y deserción escolar desde el nivel básico.
El “izquierdista” y “antineoliberal” López Obrador, que en sus propuestas ha colocado la educación como motor del país, ha colocado los recursos de la SEP en mínimos históricos. En 2019, su primer año de gobierno, el gasto programable en educación sumó 453 mil 232 millones de pesos, 5.3% menos respecto a 2018 en términos reales; el monto más bajo en la última década. En 2020 el gasto sumó 468 mil 429 millones de pesos. Si bien hubo un incremento real de 3.4%, ese monto fue el segundo más bajo desde 2011, y ahora, en 2021, su gobierno desapareció del presupuesto de egresos seis programas del rubro de desarrollo social y otros dos tuvieron reducciones. Pero para quienes viven en el atraso, crecen en supercherías, limpias y sectas religiosas, poco interesa eso.
Aunque la SEP no ha dado más información al respecto, y entre el magisterio se dice que Delfina Gómez prepara un trueque político que consiste en no recortar plazas a cambio de que los profesores regresen a clases cuando ella lo ordene, por el tema de la pandemia por coronavirus, o mejor dicho, cuando el presidente se lo ordene a ella sin contradecirlo, la verdad es que López Obrador prefiere utilizar todo el presupuesto de los mexicanos, incluido el del sector salud a pesar de que han muerto más de 200 mil mexicanos, para la compra de conciencias, repartiéndolo por adelantado, previo a las elecciones, entre los adultos mayores, estudiantes, muchos de los cuales no estudian, “jóvenes transformando el futuro” y Servidores de la Nación, que por miles hacen campaña a favor de los candidatos de Morena”. ¿Y la austeridad? Y eso, señor presidente, ¿no es corrupción?
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