MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Dos tipos de ciegos

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Vivimos en un país en el que el presidente de la república decretó el fin del neoliberalismo y el liberalismo como sistema explotador, pero sigue totalmente vivo y actuante, con una pujanza como no había tenido en otros sexenios. 

Recordemos que, en México, a los dueños de los grandes capitales no se les ha tocado ni un pelo y, al contrario, se han enriquecido como nunca:

Carlos Slim, dueño de Telcel, Sanborns y Carso, aumentó su fortuna de 52 mil 900 a 94 mil 200 millones de dólares, es decir, aumentó un 78.1 % más que al inicio del Gobierno de AMLO.

Germán Larrea, dueño de grandes empresas de construcción, transporte y minería, incrementó su riqueza en un 944.2 %, pues pasó de 3 mil 600 a 37 mil 800 millones de dólares.

Vivimos en un país en el que el presupuesto a la educación, en los años 2013-2016, fue de 266 mil 864 mdp y, ya en el sexenio de Morena, de 2019 a 2022, bajó a 232 mil 455 mdp, es decir, tuvo una disminución de 34 mil 408 millones, eliminando cinco programas importantes para la educación básica.

La riqueza de Ricardo Salinas Pliego, el dueño de TV Azteca y Electra, pasó de 10 mil 100 a 13 mil millones de dólares.

La fortuna de Alejandro Bailleres, dueño de empresas relacionadas con la minería, seguros, comercio, finanzas, el Palacio de Hierro y Grupo Nacional Provincial (GNP), se mantuvo en 6 mil 900 millones de dólares.

La fortuna de Juan Beckmann, dueño de la destilería de tequila José Cuervo, pasó de 3 mil 700 a 6 mil 700 millones de dólares, o sea, tuvo un incremento del 82.2 %.

Eso sólo por mencionar a cinco de los principales multimillonarios de nuestro país; a esa clase social le ha ido requetebién con ese “fin del neoliberalismo” decretado por López Obrador.

Lo cierto es que la inmensa mayoría de los hombres más ricos de este país han obtenido más y mejores ganancias. Al neoliberalismo no se le ha afectado en lo mínimo; al contrario, se le han dado mejores condiciones, no para que se acabe o deje de explotar menos, sino para que se fortalezca.

Vivimos en un país en el que el presupuesto a la educación, en los años 2013-2016, fue de 266 mil 864 millones 255 mil pesos y, ya en el sexenio de Morena, en los años 2019-2022, bajó a 232 mil 455 millones 674 mil pesos; es decir, tuvo una disminución de 34 mil 408 millones 581 mil pesos.

Debido a eso se eliminaron cinco programas: Escuelas de Tiempo Completo, Atención a la Diversidad de la Educación Indígena, Atención Educativa de la Población Escolar Migrante, Programa Nacional de Convivencia Escolar y Desarrollo de Aprendizajes Significativos de Educación Básica, antes Programa de Fortalecimiento de la Calidad Educativa.

En el nivel superior se prometieron 100 universidades y se crearon más, pero prácticamente ninguna tiene instalaciones propias, su infraestructura es inadecuada e insuficiente, y los programas educativos que siguen son pésimos.

Además, muchas universidades no tienen Revoe, su personal académico es improvisado y mal pagado, de tal manera que un egresado de esas instituciones no puede competir, en el mercado laboral, con profesionistas de universidades reconocidas por su prestigio y mucho menos con egresados de universidades privadas. Todo un engaño y un fraude para muchos jóvenes mexicanos.

Vivimos en un país en el que se prometió, como uno de los 100 compromisos de AMLO, que se crearía un Sistema de Salud como los de primer mundo.

Tal situación no ocurrió y tuvimos que sufrir una de las peores tragedias de nuestra historia, pues gracias a la falta de interés y apoyo a la salud murieron más de 800 mil mexicanos, sin que se les diera prácticamente ningún apoyo en medicinas ni hospitales.

Hoy, quien vaya a un hospital, clínica o casa de salud, sabe que nada ha cambiado o, más bien dicho sí, han cambiado pero para mal, pues las instalaciones y equipos se han deteriorado porque no se les da el mantenimiento adecuado.

La atención médica sigue siendo muy mala y la falta de medicinas es terrible; es decir, no vemos ni encontramos por ningún lugar el sistema de primer mundo que se nos prometió. Lo verdaderamente cierto y dramático es que nos iremos al otro mundo sin haber visto el sistema de salud prometido.

Vivimos en un país en el que los números de homicidios dolosos son más altos que nunca en la historia de nuestro país: la cifra de muertos diarios oscila entre 84 y 90, y hay días en los que la cifra se supera.

En el sexenio, los homicidios suman ya más de 185 mil 86, muy por encima de cualquier otra cifra en años y sexenios anteriores. El problema es que se nos prometió totalmente lo contrario.

Al inicio del Gobierno de AMLO, él mismo dijo que al día siguiente de su toma de posesión, los delincuentes dejarían las armas y tomarían el arado o los tractores para ponerse a trabajar honradamente. Dicha situación no ocurrió y ahí están las cifras.

Vivimos en un país en el que se prometió que el precio de los energéticos bajaría de tal forma que las clases populares se beneficiarían grandemente y que ya no habría gasolinazos; pero, como todo el mundo lo puede constatar y ver, el precio de la gasolina Premium o el Diésel pasó de 18.40 pesos, antes de que entraran AMLO y Morena a gobernar, y ahora la pagamos a 24.60 y en algunos lugares se paga a más de 25 pesos.

Vivimos en un país en el que no se construyen instalaciones deportivas, no se contratan entrenadores suficientes en todos los deportes, y no se beca ni apoya a los deportistas. 

Prueba de lo anterior son dos ejemplos: el equipo de nado artístico se quejó públicamente, previo a las Olimpiadas de París 2024, del casi nulo apoyo recibido por parte de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). 

Asimismo, el mismo Osmar Olvera, ganador de medallas de bronce y plata en París 2024, manifestó que estaba muy bien que lo felicitaran, pero que anteriormente no se le había otorgado su beca.

La falta de apoyo al deporte es evidente en este sexenio. Con Enrique Peña Nieto, la Conade recibió un presupuesto anual promedio de 4 mil 800 millones de pesos, mientras que con AMLO bajó a 2 mil 300 millones, es decir, un 51 % menos.

Vivimos en un país en el que la palabrería, el discurso falso, la falta de apego a la verdad y la demagogia son más creíbles que la realidad misma. Hay hechos que se pueden verificar, corroborar con datos y cifras estadísticas, pero una inmensa masa de la población prefiere creer lo que le dicen los cínicos que gobiernan este país, sin tomarse la mínima molestia de dudar un poco.

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