En 1992, la banda mexicana Maná lanzaba su disco más famoso y se preguntaba en su tema central sobre el futuro de los niños ante la desesperanza y la destrucción. A 32 años de su canción, la situación no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado. Hoy, en plena celebración del Día del Niño, nos hacemos la misma pregunta: ¿qué futuro estamos construyendo para los niños mexicanos?
Según el censo de población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 2020, en México hay 38.2 millones de menores de 17 años. En proporción, los niños y jóvenes suman treinta de cada cien mexicanos. Alarmantemente, el 18 por ciento de los que están en edad de ir a la escuela no están inscritos a ninguna, de acuerdo con el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO), quien también señala que este fenómeno es más pronunciado en las zonas rurales e indígenas. Así, de acuerdo con la institución, el principal problema es la desigualdad educativa en México, que está por arriba del promedio, tanto de América Latina como del mundo, basados en las estadísticas del Foro Económico Mundial.
Pero, ¿a qué se refiere la desigualdad educativa?
A pesar de ser un derecho básico, existen diferencias en la educación, que no tienen que ver con las características de cada persona, sino con cómo se distribuyen los recursos por los gobiernos y las instituciones, de forma que garanticen que todos puedan educarse. Factores como el acceso, los recursos didácticos, la infraestructura y la calidad educativa no son distribuidos equitativamente, lo que impide que la educación sea una garantía para todos, especialmente en los grupos vulnerables. Por ejemplo, en nuestro país, 3 de cada 10 estudiantes de habla indígena no tienen acceso a la educación, sea porque no hay escuela o porque los maestros no pueden enseñar en su propia lengua. Esto se complica si consideramos otros aspectos y los observamos a través del tiempo: mientras que en la población en general de cada 10 estudiantes que inician la primaria, 9 llegan a la secundaria; de los estudiantes de habla indígena sólo llegan 7.
Las cifras empeoran para el nivel superior. Mientras un tercio de los estudiantes que empiezan la primaria llegan a la universidad en la población en general, sólo 3 de cada 100 lo logran cuando son de habla indígena. Estadísticas así de preocupantes son ejemplos de los efectos de la desigualdad educativa.
Vivimos en un país lleno de problemas: crisis económica, pésimos servicios de salud, falta de vivienda, alimentación deficiente, desequilibrio ecológico, inseguridad, impunidad y corrupción; pero, si queremos que nuestro país supere sus problemas, necesitamos ciudadanos preparados, profesionales, científicos y que trabajen por el bienestar social. ¿Qué futuro construirán los millones de niños que no pudieron empezar o terminar de estudiar? ¿Y aquellos que, aunque asistan a la escuela, no están bien preparados?
Y es la estrategia de la 4T, que se restringe a las becas universales de los estudiantes, que tiene a la educación en crisis. Pues es en este sexenio donde más se han acrecentado las brechas educativas.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 1 de cada 10 mexicanos está en rezago educativo, es decir, que su nivel escolar no corresponde a su edad, a su desarrollo intelectual. Ni hablar de la prueba PISA 2022 que nos coloca como el tercer país peor evaluado de toda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en Matemáticas y Comprensión Lectora, y el último lugar de los 37 países evaluados, en Ciencia. Bajo estas condiciones, ¿qué profesionistas se estarán gestando para dirigir el destino de nuestro país? Quizás ninguno, pues son los que sí pueden acceder, los que sí pueden pagar una educación de calidad, aunque sea privada, aquellos que seguirán dirigiendo la nación y no se interesan en cambiar esta injusticia.
Porque, ¿de quién depende que la distribución de la educación sea más justa y tenga mayor alcance? De las políticas gubernamentales. Y es la estrategia de la 4T, que se restringe a las becas universales de los estudiantes, que tiene a la educación en crisis. Pues es en este sexenio donde más se han acrecentado las brechas educativas. Hace falta una visión integral y un plan educativo que traiga progreso y desarrollo a todos por igual.
El Movimiento Antorchista tiene un proyecto educativo serio que ha mostrado resultados en poco tiempo. Tecomatlán, su pueblo de origen, se ha convertido en un pueblo desarrollado, en una potencia educativa que impulsa la preparación científica de niños y jóvenes en todos los niveles. Pero estas conquistas, no se pudieron lograr solamente desde el gobierno, se necesitó de la participación del pueblo organizado, que se aseguró de reconquistar el derecho de la educación, ahora sí, para todos.
A esto es a lo que Antorcha llama al pueblo: a construir un futuro mejor, donde los niños puedan jugar seguros y con la garantía de poder estudiar, donde haya motivos verdaderos para celebrar y festejar junto a ellos.
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