Las contradicciones de la sociedad capitalista en la que vivimos se han acentuado en los últimos años, trayendo consigo grandes desigualdades económicas y sociales que atentan contra el desarrollo del género humano. La hambruna a nivel mundial afecta a 821 millones de habitantes de los casi 8,000 millones que somos.
La Oxfam (Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre) alertó que el hambre podría causar más muertes, incluso que las provocadas por el virus de la covid-19. Y el Banco Mundial reconoce que los países se enfrentan a un incremento de la desigualdad, causa del hambre, no visto desde la Segunda Guerra Mundial.
Desde 2020, el 63% de la nueva riqueza producida en el mundo está en manos del 1% más rico, mientras que el 37% restante se distribuye entre el 99% de la humanidad. Oxfam calcula que en este mundo de abundancia se mueren por hambre como mínimo 2.1 millones de personas al año; pero sus cálculos más elevados son de 14,916 muertes al día. También estima que 1,700 millones de trabajadores en el mundo viven en países donde la inflación crece por encima de los salarios, y que 821 millones de personas “se vayan a la cama con hambre cada noche”. Pero en este contexto de empobrecimiento, las empresas energéticas y alimentarias se han beneficiado, son las que más desarrollaron sus fortunas de 2020 a 2022; entre ellas destaca Walmart. Desde 2020, por cada dólar de nueva riqueza global que percibe una persona perteneciente al 90% más pobre del mundo, un multimillonario se embolsa 1.7 millones de dólares.
Esto sucede porque la mayoría de las autoridades solo gobiernan para los ricos, les falta voluntad para abordar las desigualdades y frenar que los ricos se enriquezcan de forma exponencial, matando de hambre al pueblo, que es quien genera la riqueza. A esto ha llevado el neoliberalismo extremo que domina al mundo y a México. Solo como muestra, en julio del 2021 el hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, viajó con sus amigos al espacio mientras millones de personas perdían la vida por falta de alimentos y vacunas. Con las ganancias que Bezos ha amasado desde que inició la pandemia se podría vacunar a toda la población mundial. La riqueza de una élite de 2,755 millonarios ha crecido más durante la pandemia de Covid-19 que en los últimos 14 años. Se dice que si los 10 multimillonarios más ricos del mundo se sentasen sobre el dinero que poseen apilado en billetes de un dólar, cubrirían la mitad de la distancia entre la Tierra y la Luna (Informe de Oxfam enero de 2022).
En México, la desigualdad económica entre la población ha sido históricamente alta, pero se aceleró con el modelo económico neoliberal, que consiste en dejar que la sociedad organice toda su actividad económica a través del mercado (Oxfam, 2022). Este modelo neoliberal llevó a que la masa salarial representara el 38% del PIB en 1980, y en 2021 representó solo el 28% del PIB, 10 puntos porcentuales menos que hace 40 años. Puntos que se fueron a los dueños del capital, quienes pasaron del 62% al 72%.
En el país, el 55.5% de las personas tienen ingresos insuficientes para adquirir la canasta básica y presentan inseguridad alimentaria. O sea, más de la mitad de la población no puede alimentarse con la dieta mínima durante un período prolongado.
En contraparte los súper ricos mexicanos son los más acaudalados de América Latina y el Caribe; tan solo Carlos Slim concentra más riqueza que la mitad de la población mexicana (65 millones de mexicanos) y que otros 14 mil millonarios mexicanos juntos. También el 1% más rico, es decir, 1.2 millones de personas, se lleva 47 de cada 100 pesos de riqueza que se genera en el país (Oxfam).
La hambruna y desnutrición en México, ha llevado a que diversas organizaciones, como la FAO, UNICEF, OPS-OMS, alerten sobre lo grave de esta mala nutrición desde la niñez y adolescencia, dado que el país ha presentado grandes desigualdades durante décadas y con la pandemia de covid-19 se acentuaron. Además, destacan que el país carece de un programa nacional consolidado y con recursos presupuestales para la prevención de la mala nutrición desde los primeros años de vida de los infantes, lo que conlleva a una población de mexicanos con sistemas inmunes más débiles que los hacen propensos a enfermedades.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), en México, 2.8% de los niños y niñas menores de 5 años presentan bajo peso. Un 13.6% muestra baja talla y el 1.6% desnutrición aguda. La población indígena, la más impactada por la pobreza infantil, registra mayores tasas de desnutrición en comparación con el resto de la población. También México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil. Este es un problema que está presente no sólo en la infancia y la adolescencia, sino también en la población en edad preescolar. Según datos del INEGI, en 2020 poco más de una quinta parte (22%) de niñas y niños con menos de 5 años, tenía riesgo de padecer sobrepeso.
El planteamiento que ha hecho el Movimiento Antorchista Nacional de que los ricos paguen un impuesto progresivo, de acuerdo a sus ganancias, ha sido también propuesto por la Oxfam. Esta Institución sugiere que los gobiernos incrementen en un 75% los impuestos a los más ricos, que se les grave con impuestos progresivos. Así, un impuesto al patrimonio con escala progresiva de hasta el cinco por ciento a las fortunas multimillonarias generaría 1.7 billones de dólares de ingresos anualmente. Con este monto se podría sacar de la pobreza a 2,000 millones de personas y aplicar un plan de diez años para acabar con el hambre en el mundo, ofrecer servicios universales de salud y protección social. Aplicar mayores impuestos a los super ricos y a las grandes empresas es una forma en que se pueden resolver varias crisis que vive la humanidad. Somos ya muchas voces las que planteamos esto; y ya es tiempo de reorientar la riqueza social para salvar vidas.
Los pobres del mundo y de México debemos unirnos más para impulsar una sociedad con economía vigorosa, donde haya empleos para todos y que la riqueza social producida le favorezca más al pueblo trabajador, que es quien la produce; y así tenga mayores ingresos que le permitan alimentarse, educarse, curarse y recrearse, para lograr un desarrollo a plenitud.
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