A ti, que consagraste tu vida a la mía.A ti, que me diste tu mano, para subir un peldaño
A ti, que distribuyes tu tiempo para ser mi guía.A ti que te esmeras toda tu vida y no sólo un año, muchas gracias.
Con la presencia de la covid-19 en el país, los maestros han estado enfrentando un gran desafío: el cierre de escuelas desde el 20 de marzo y hasta la fecha (aunque la evolución de la pandemia anticipa varias semanas más, a finales de mayo) y el desarrollo de esfuerzos para atemperar al máximo posible los efectos negativos sobre los aprendizajes de más de 36 millones de estudiantes.La Secretaría de Educación Pública parece poco preparada para enfrentar este reto, sobre todo si tomamos en cuenta que durante varios sexenios se fueron generando deficiencias y negligencias en todo el sector educativo, y que hoy están cobrando una dolorosa factura:
No se capacitó a los maestros para incorporar las tecnologías de la información a la experiencia pedagógica cotidiana.
Desde hace varios sexenios se ha informado que se han invertido miles de millones de pesos del erario en la "adquisición" de computadoras, laptops, tabletas y distintas tecnologías, nos decían que, supuestamente se distribuyeron a docentes y a un número importante de alumnos, pero ahora nos damos cuenta de que fue más la entrega de computadoras mediática que real, pues ni maestros, ni alumnos tienen la posibilidad de acceder a la educación en línea.
No hay servidores suficientes con la capacidad que se requiere para dar acceso simultáneo a millones de usuarios.Además, no se ha hecho la adaptación digital de los materiales didácticos que se utilizan de forma presencial.
Otra deficiencia que afecta es la falta de internet en colonias y pueblos del país, pues según datos del Inegi solo el 40 por ciento de las familias tienen acceso a este servicio y, muchas de las familias que no lo tienen, se encuentran en los municipios más alejados y más pobres del país.
Además, la Secretaría de Comunicaciones y Transporte ha informado que los canales 11 y 22 de televisión abierta son los que pueden garantizar la enseñanza, pero que solo tiene cobertura para el 50 por ciento del país.Situación que se hace más grave cuando muchos de los padres o abuelos que estudian con los niños batallan para entender los contenidos.
Pero esto no es todo, además de estas deficiencias se suman los problemas que vienen arrastrando los maestros con una coordinación deficiente entre autoridades educativas federales y estatales.Situación que volvió a manifestarse cuando las autoridades del Consejo Nacional de Autoridades Educativas (Conaedu) ni siquiera pudieron coordinarse para cerrar al mismo tiempo los planteles cuando la pandemia se aceleró.Por ende, hubo instituciones de educación media y superior que cancelaron clases presenciales antes de la reunión celebrada el 14 de marzo, y, al menos 13 estados decidieron adelantar su cierre y no esperar hasta el viernes 20 como había anunciado el titular de la SEP.
Ante esta falta de coordinación tampoco se implementaron guías básicas para dar seguimiento a los principales aspectos del programa educativo que pudieran servir de apoyo a alumnos y a sus padres para las semanas que enfrentarán en confinamiento.Solo un número reducido de comunidades escolares pudieron diseñar un plan para mantener el contacto entre directores, docentes, alumnos y padres, para poder desarrollar un trabajo en equipo y poder dar continuidad al aprendizaje escolar en las semanas de cierre de los planteles.
Y lo que viene a agravar la situación es el hecho de que la autoridad federal no estableció regulaciones en el ámbito laboral que pudieran facilitar a los padres de familia el cuidado de sus hijos; por lo mismo, muchos de ellos se vieron obligados a llevarlos a sus lugares de trabajo en los días previos al llamado a la suspensión generalizada de actividades no esenciales.Con ello, se mermó la contribución al distanciamiento social que buscaba impulsarse con el cierre de escuelas para aplanar la curva de expansión de la covid-19.La medida ha sido particularmente desafiante para los hogares con un solo padre y varios hijos que representan un 18.5 por ciento de la población según el Inegi y de estos el 84 por ciento son encabezados por mujeres.
En condiciones de operación normal del sistema educativo se esperaría que los hogares jugaran un papel complementario en los aprendizajes de los alumnos, reforzando las lecciones obtenidas por los alumnos en sus salones de clase.Lamentablemente ésta no es la realidad que impera en muchos hogares.Ante el cierre de los salones de clase, se pretende que los hogares impulsen el aprendizaje de los alumnos, sin embargo, muchos padres o abuelos no cuentan con los recursos para acceder a la educación en línea o a distancia y muchos de ellos tienen carencias educativas que dificultan aún más, para dar continuidad a sus lecciones.
Para finalizar, la suspensión de clases implica menores oportunidades de aprender en casa, mayores costos para sus familias por razones de cuidados, mayor riesgo de abandono escolar, una vez superada la pandemia debido al retraso escolar, implica una alimentación deficiente en ausencia de desayunos y demás alimentos escolares, situación que se agrava por la pérdida del empleo de sus padres y por la falta de un programa federal que garantice que todas estas familias afectadas van a recibir algún tipo de apoyo alimentario.Antorcha lleva 5 semanas diciendo esto a las autoridades federales, exigiendo la implementación de un Programa Nacional de Distribución de Alimentos, pero como siempre ellos "tienen otros datos" y "aquí no pasa nada, ya aplanamos la curva" y otras linduras que ocultan el hecho de que ya hay familias que han tenido muertos por falta de alimento.
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