Las redes sociales de nuestro país se han inundado exigiendo a las autoridades que pongan un alto al tsunami de violencia que está arrasando con varios de los participantes en el proceso electoral de este año.
Los partidos políticos se disputarán más de 19 mil puestos de elección popular, que van desde gubernaturas, diputaciones federales y estatales, hasta presidencias municipales, delegaciones y alcaldías.
A medida que se acerca el día de la elección, la tensión y la violencia van en aumento; pero también el clamor popular se incrementa cada día. Por ejemplo, se hizo “escuchar” en X, antes Twitter, el Hashtag #QuieroEleccionesEnPaz que fue lo más mencionado por la ciudadanía cansada de que lo único que se ve y se habla en los noticieros sea de sangre y muerte como en una película de terror. Y no es para menos.
Este clima de inseguridad no favorece a la democracia, sino a las dictaduras, y permite que se apoderen de los cargos públicos personas sin escrúpulos que se aprovechan de la confusión y el caos.
Los datos son espeluznantes y muchos hablan ya de las elecciones más violentas de la historia moderna. De acuerdo con lo dado a conocer por Integralia Consultores, son tres los estados que contabilizan el mayor número de víctimas mortales: Guerrero en primer lugar con 54 asesinatos, seguido de Michoacán con 33 y en tercer lugar Chiapas con 15.
La consultora deja en claro además que sólo de enero a febrero se duplicó la violencia electoral afectando principalmente a los aspirantes a cargos municipales, quienes recibieron el 54.5 % de las agresiones; en segundo lugar quedaron los aspirantes a cargos federales, pues ellos fueron violentados en un 20.5 %, mientras que los que aspiran a cargos estatales un 11.4 %.
Pero desgraciadamente no son los únicos estados; cada día que pasa, más y más entidades federativas son engullidas, a tal grado que en este momento, sin exagerar, no hay ningún lugar tranquilo.
Esta escalada de violencia que pone en riesgo la integridad física y la vida de candidatos y electores debe ser detenida urgentemente por el gobierno de la 4T que gobierna nuestro país, así como lo está demandando la ciudadanía.
No se puede hablar de democracia en un lugar donde la gente no puede escuchar tranquilamente las propuestas de sus candidatos y tampoco puede salir a votar en paz y sin temor a ser agredida o asesinada.
Este clima de inseguridad no favorece a la democracia, sino a las dictaduras, y permite que se apoderen de los cargos públicos personas sin escrúpulos que se aprovechan de la confusión y el caos que prevalece en todo el país.
El presidente de la república tiene la responsabilidad histórica de poner un alto a la violencia; debe hacer a un lado su fallida política de abrazos no balazos y trabajar en serio por darle paz y tranquilidad a quienes, mediante un partido político y una candidatura, intentan llegar a sus posibles electores y convencerlos de que tienen o representan la mejor opción.
Los votantes también necesitan que exista paz a la hora de escuchar y evaluar las propuestas y compromisos de los aspirantes; de no ser así, se estaría fomentando el abstencionismo a causa del miedo y la zozobra que invade a México entero.
Finalmente, una nación violenta ahuyenta las inversiones y ralentiza su crecimiento y desarrollo. ¿Es acaso este el estado que pretendemos heredar a la próxima presidencia de la República?
No es posible que cerca de 200 asesinatos de políticos sean un número insuficiente para que se actúe de inmediato. En las manos del presidente y de las instituciones judiciales está tranquilizar a la nación mediante la aplicación de la ley y la restauración del estado de derecho; en sus manos está todo el poder y la fuerza para poner un plan urgente que permita que los próximos comicios se desarrollen en completa paz y tranquilidad.
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