La migración de jornaleros agrícolas es un fenómeno que involucra a cientos de miles de familias rurales de escasos recursos económicos que se ven en la necesidad de movilizarse fuera de sus regiones de origen en busca de un ingreso salarial que les ayude a tener lo básico para sobrevivir. En el caso de los campesinos del municipio de Chilapa de álvarez, Guerrero, que siembran maíz para el autoconsumo, destacan la necesidad de tener un ingreso económico que les permita allegarse de alimentos de la canasta básica, enseres domésticos, vestido, calzado, etcétera y ante la falta de opciones laborales, se trasladan a los campos agrícolas de los estados del norte del país, como Sonora, Sinaloa y Baja California.
Las condiciones laborales y salariales hacen de esta actividad, una de las más vulnerables en términos económicos y sociales, con grandes rezagos en el acceso al sistema de salud. Los jornaleros agrícolas constituyen, pues, una población altamente vulnerable por las formas de traslado desde sus lugares de origen y las formas de vivir en campamentos, ambas caracterizadas por el hacinamiento, pero tristemente, es su única opción de brindar sustento y estudio a sus hijos.
En Chilapa de álvarez, municipio que pertenece al Estado de Guerrero, los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre, es la "temporada” de migración a campos agrícolas del norte del país, específicamente a los estados de Sonora, Baja California y Sinaloa. Los autobuses llegan a algunas localidades y otros más esperan silentes en la entrada de la ciudad… tan sólo del municipio, en esta "temporada&rdquo, aproximadamente 200 autobuses repletos de familias enteras salen hacia los estados del norte del país, entre la nostalgia de abandonar sus humildes pertenencias y la esperanza de una vida mejor. En algunas ocasiones cuentan con la asesoría de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Guerrero (CDHEG), pero saliendo del territorio guerrerense están prácticamente solos y a merced de los contratistas, que en la mayoría de los casos, violan sus derechos laborales.
Allá los espera una labor a la que están habituados: el corte de jitomate y de algunas hortalizas, tarea por la que, para enganchar les ofrecen 350 pesos diarios, cantidad poca veces respetada, ya que en realidad les pagan 200 pesos por día, en un horario de 7 de la mañana a 7 de la noche. Duermen en galeras y ellos tienen que comprar y preparar sus propios alimentos… esa es la razón por la que emigran familias enteras, que abandonan sus casas durante varios meses.
Municipio repleto de pueblos migrantes
Los pueblos migrantes más emblemáticos de Chilapa de álvarez, son Ayahualulco, Acalco y Cuauhtenango, donde más de la mitad de la población emigra en esta temporada a los campos agrícolas de Sinaloa y regresa hasta el mes de mayo o junio.
Algunas personas cierran sus casas, otras más las encargan con algún familiar, quedando desoladas varias localidades, como Zoquitipa, Tenexatlaco, Santa Ana, Acuentla, Ahuexotitlán, Popoyatlajco, Cuauhtenango, Tlacoaxtla, Tlaxinga, Los Amates, Acalco, Xochitempa, Ayahualulco, expresó Rumualdo Vázquez Vázquez, quien trabajó en los campos agrícolas, en la pizca de jitomate.
Ante la falta de trabajo que se agudizó con la pandemia, este 2020 más familias se ven en la necesidad de emigrar a los campos agrícolas de Sinaloa, quedando decenas de pueblos desolados, sólo con niños y adultos mayores que ya no son aceptados para realizar las intensas faenas de 12 horas.
Los adolescentes y jóvenes que por necesidad salen de sus lugares de origen, lógicamente pierden su ciclo escolar porque el horario laboral de prácticamente 12 horas no les permite continuar con sus estudios; de esta manera, la lucha por sobrevivir los obliga a engrosar la cifra de jornaleros agrícolas migrantes, dejando atrás sus sueños de superarse académicamente.
Entrevistado en la tranquilidad de su vivienda ubicada en la comunidad de Cuauhtenango, rodeado de su esposa, hijos y nietos, José de Jesús Benito Casarrubias, quien en su juventud, varias veces emigró a los campos agrícolas en busca de sustento para su familia, narró su estadía en el norte del país, a donde viajó acompañado de 5 integrantes de su familia, laborando en un horario de 7 de la mañana a 4 de la tarde, con un raquítico salario "por tareas&rdquo, del que tenían que comprar sus alimentos. Todos dormían en galeras, a ras de tierra.
A inicios del mes de diciembre, asegura que casi todos los adolescentes, jóvenes y adultos, en un rango de edad de 16 a 55 años, ya se fueron de Cuauhtenango, donde según el último censo, viven 1200 personas que dejan sus casas durante largos periodos.
Dice que en un día de trabajo normal, sale de su casa a las 5 de mañana a realizar diversas labores del campo -en estos momentos levantando la cosecha- y regresa a las 6 de la tarde. Trabajar no es el problema, el problema es la falta de fuentes de empleo para tener lo más elemental y esa es la razón por la que tienen que emigrar a los campos agrícolas del norte de México.
En estas fechas, la nostalgia invade a muchos paisanos que se ven forzados a trabajar en Sinaloa, Sonora y Baja California, donde pasan las fiestas decembrinas (Navidad y año nuevo) trabajando, confiando en un futuro mejor.
Actualmente, por su edad tiene que quedarse en su pueblo y también para él, este año "se amoló” más la situación por la pandemia, dejando a sus hijos sin trabajo y hasta sin comida.
Cuauhtenango tiene servicios de agua potable, drenaje y energía eléctrica, también cuenta con Jardín de Niños, Primaria, Secundaria y Preparatoria, lo que no hay son alumnos en los planteles, ya que la mayoría, emigra con su familia al norte del país. Es sólo uno de las decenas de pueblos de Chilapa que quedan prácticamente abandonados durante largas temporadas.
La situación de violencia y pobreza agravada por el mal manejo de la pandemia por parte del Gobierno federal, ocasiona que más guerrerenses emigren a otras entidades en busca de sobrevivir. Guerrero ocupa el primer lugar nacional de migrantes informes, según informe de la Red Nacional de Jornaleros y Jornaleras Agrícolas (Rejja). El 45.7 por ciento de los trabajadores indígenas de más de 15 años no tienen ningún ingreso y el 24.1 por ciento percibe menos de un salario mínimo mensual.
Guerrero es un estado expulsor de jornaleros y tan sólo el municipio de Chilapa de álvarez tiene decenas de pueblos migrantes con una característica común: la pobreza, que obliga a niños, adolescentes y jóvenes a trabajar para contribuir en la economía familiar, sin contratos formales, en malas condiciones que viven durante los trayectos de sus localidades a los lugares de trabajo, sin acceso a la salud ni a la educación.
Ante este contexto crudo, pero real, se ha recomendado elaborar un padrón actualizado de jornaleros, un salario digno, garantizar condiciones de trabajo dignas, de vivienda, de salud y fortalecer la educación entre los niños migrantes, lo cual hasta el momento, sólo ha quedado en eso, en una recomendación.
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