La crisis educativa por la que atraviesa México es cada día mayor; para nadie es desconocido que el país ya se encontraba en una situación de rezago educativo y que era uno de los países con mayor porcentaje de estudiantes con problemas en las materias de matemáticas y lectura y compresión, determinantes en el nivel académico de los educandos.
Aunado a este rezago, que se profundizaba cada día más por la falta de condiciones en la infraestructura de los planteles, está también la falta de calidad educativa y la implementación de programas complementarios en donde los jóvenes pongan en práctica sus conocimientos teóricos a fin descubrir su verdadera vocación, captar su interés y con ello detonar la confianza de querer realizarse como el mejor profesionista en su materia.
Así pues, la realidad con la que se enfrentan los niños y jóvenes es cada día más sombría, no solo la infraestructura con que sus centros educativos (la inmensa mayoría de ellos) es mala, sino que no cuentan con tecnología adecuada o laboratorios, salas audiovisuales, espacios culturales en donde puedan desarrollarse y poner a prueba sus conocimientos, sino que, además, hoy en día también se tiene que lidiar con profesionistas que en su gran mayoría no son pedagogos y, por lo tanto, (sobre todo en los niveles de secundaria, medio superior y superior) el método de enseñanza es deficiente, ya que los profesionistas se preocupan más por cubrir sus horas de trabajo que por dejar al alumnado lo suficientemente capacitado en la compresión de su materia.
El fracaso educativo en nuestro país se acentuó más durante la pandemia, los niños y jóvenes perdieron prácticamente dos años de preparación ya sea por la política poco realista de tomar clases en línea o por la falta de medidas más serías y contundentes para apresurar un regreso a clases seguro, para muchos mayores de 12 años la necesidad de contribuir al gasto familiar los obligó a sacrificar su preparación académica con la esperanza de posteriormente continuar sus estudios, pero que la crisis económica que continuó a la pandemia, el alza de precios en la canasta básica ha hecho más necesaria su contribución perdiendo en muchos caso toda esperanza seguir con su preparación.
El número de deserciones escolares se cuenta por millones, situación que estremece a los mexicanos más sensibles pues si hasta 2021 teníamos un rezago educativo de 28 millones de personas mayores de 15 años que no sabían leer ni escribir o que no habían terminado su primaria o secundaria ¿a cuánto ascenderá este rezago este 2022? Pero lo más alarmante es la actitud indiferente e irresponsable de nuestras autoridades, quienes no contempla dentro del programa de estudios de la Nueva Escuela Mexicana opción alguna para erradicar el analfabetismo de sector de la población y, para no incrementarlo encuentra (según ellos) la solución mágica de exentar a todos los alumnos, tengan los conocimientos o no (¡?). Todos sabremos cual será el resultado, una estadística sesgada que lo único que evita es el análisis profundo de la realidad para a partir de allí tomar las medidas objetivas para transformarla.
Por ello, me atrevo a asegurar que hoy, más que nunca, la creación, fomento e impulso de las casas del estudiante es más necesario que nunca, pero no cualquier casa del estudiante, necesitamos casas del estudiante con una visión de verdadero nido formador para nuestros futuros profesionistas, en donde además de recibir asesoría académica, se les forme en un ambiente de respeto, hermandad y compromiso con la sociedad que de manera indirecta contribuye para que estos jóvenes cuenten con condiciones dignas para desarrollar su potencial intelectual, en donde se formen como verdaderos conocedores del arte, desarrollando su sensibilidad en los talleres culturales y aprendiendo a trabajar en equipo en los clubes deportivos en donde el padre de familia este tranquilo porque a su hijo (a) se le inculcan valores de responsabilidad, honestidad y gratitud hacia quienes confían en los valores inculcados en el seno familiar.
Hace 23 años la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) se propuso impulsar la creación de esas casas del estudiante a lo largo y ancho de nuestro país, y hoy podemos decir con orgullo que los hijos de los jaliscienses más humildes y con vocación de estudio cuentan con 4 espacios dignos para seguir estudiando: Casa del Estudiante “Enrique González Martínez” en la ciudad de Guadalajara, Casa “José Clemente Orozco” en Ciudad Guzmán, Casa “Benito Juárez García” en Autlán de Navarro y Casa “Cencalli” en Cuautitlán de García Barragán”, también pueden buscar cobijo en el albergue en donde se está gestando la casa del estudiante Ignacio L. Vallarta en Puerto Vallarta o el albergue “El Insurgente Pedro Moreno” para aquellos jóvenes que recién ingresan al campus de la UdeG en Tomatlán.
Falta mucho por hacer, pero hoy podemos decir que el sueño que inició hace más de 23 años se sigue consolidando y es un rayo de luz y esperanza para el futuro de nuestro país en estos momentos en que la política educativa no tiene rumbo, bien harían en prestarles atención y apoyo a estos semilleros de profesionistas esos políticos que se ostentan como progresistas, hechos son amores, los invito a ser consecuentes.
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