A Morena no le interesa que las personas que postula para los puestos de elección popular tengan una trayectoria y una reputación que los recomiende ante sus electores. Por lo menos es lo que se deja ver por los escándalos que se han suscitado en las últimas semanas en torno a buen número de sus propuestos para las próximas elecciones. Para escapar de la superficialidad de los comentarios al uso, necesitamos hacer un esfuerzo para leer con más profundidad en estos hechos. Les comparto el fruto de mis reflexiones.
La conducta de Morena demuestra que quienes dirigen ese movimiento desprecian olímpicamente el sentir de la población cuyos intereses quieren representar. ¿Por qué no les preocupa la opinión de la ciudadanía? Puede haber varias razones, para mi gusto les tiene sin cuidado porque nos consideran incapaces de pensar por cuenta propia. El monopolio de pensar correctamente ya se lo arrogó AMLO, él y nadie más; y a todos los demás nos dejó la tarea de aceptar sin rechistar lo que piense y diga.
Es del dominio público que el primero y principal requisito para ser parte de Morena es la lealtad. Así lo explicó AMLO cuando alguien se atrevió a cuestionar a miembros de su gabinete: para gobernar se necesita 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de todo lo demás. Ahora todos sabemos que se trata de lealtad al Mesías, porque hay que asegurar que estén con la 4T. Por eso no postulan candidatos prestigiados en sus municipios y distritos, porque lo que necesitan son servidores de los caprichos y ocurrencias de López Obrador. Dicho de otro modo, gente que no le cambie no una coma a lo que él diga. Entonces ¿quiénes conforman al pueblo sabio de que habla López Obrador? Pues los que hayan renunciado a su capacidad de raciocinio y estén dispuestos a obedecer y callar.
Si los candidatos de Morena son seleccionados por su lealtad y su alma de alfombra, surge una pregunta esencial: ¿cómo piensan ganar las elecciones si son cada vez más las voces críticas que se alzan contra el mal gobierno de AMLO? La respuesta lógica nos lleva al problema central de estas elecciones. En la 4T todos están seguros de ganar. Es claro que se proponen ganar por las buenas, o por las malas. Así cobran sentido los ataques furibundos contra el árbitro electoral, contra el INE que, según nuestra constitución, es un organismo autónomo. AMLO quiere controlar también al INE para asegurar el triunfo de sus candidatos, aunque la ciudadanía no vote por ellos. Para la 4T que la gente salga a expresar su punto de vista a través del voto ciudadano es un mero trámite, porque pretenden tener todo bajo control para que a fin de cuentas obtengan la victoria solo aquellos que convengan a sus intereses. Por eso no importa nada la calidad moral y política de los candidatos que postula Morena y sus partidos satélites, ellos buscan colocar como presidentes municipales, diputados y gobernadores a personas que sean fieles servidores, es decir, que acaten ciegamente los caprichos y ocurrencias de AMLO.
En este contexto, todos debemos entender la terrible amenaza que, cual espada de Damocles, pende sobre la autonomía de los consejeros del INE. Sólo un fuerte movimiento en defensa de la autonomía del árbitro electoral podrá detener toda la maquinaria que AMLO y la 4T han echado a andar para arrodillar a los consejeros del INE. El peligro es real y las consecuencias de una gravedad incalculable. Nadie podrá decir que no fue advertido a tiempo.
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