Tuerto o derecho, la creación del INE representa un importante avance en la democracia mexicana, haciéndolo propiedad de todos los mexicanos. Ahora bien, el hecho de que la palabra democracia sea utilizada con harta frecuencia para manipular ideológicamente a las grandes masas, pudiera resultar, para alguien, compleja la situación actual.
Una cosa está clara como el agua: los ataques contra el instituto lanzados desde la presidencia de la república y por el partido oficial tienen el propósito inequívoco de cancelar la única posibilidad de cambiar de hombre y de partido en el poder de manera legal y pacífica, para arribar a la dictadura centralista de un solo hombre.
Es cierto que es un error, desde mi punto de vista, cómo se hace a menudo, reducir la democracia al simple hecho de tener la posibilidad de votar, cada cierto tiempo, para elegir a quien, de los que aparecen en el menú de opciones previamente confeccionado por quienes tienen el poder para hacerlo, se convertirá en el cuasi amo de los mexicanos, en el caso de presidente de la república, o de los gobernados locales en el caso de otros puestos menores.
También es un error reducirla a la actual partidocracia en la que vivimos, en la que, según la ley, son los partidos con registro oficial los únicos facultados para registrar candidatos a puestos de elección popular, aun con el relativamente reciente aderezo de las “candidaturas independientes” que con múltiples candados y serias limitaciones carecen de posibilidades reales para salir adelante. Igual es falsa la idea de que, así entendida la democracia, se trate de la panacea y mágica solución a todos los males de la sociedad.
Pero de aquí no se desprende que nuestra democracia sea inútil o inservible y que no podamos estar peor, sino más bien que es perfectible, deficiente e incompleta. Por lo que, entonces, la solución no estaría en desaparecerla, sino en corregirla y superarla, pues no todo cambio es para bien, como lo experimentamos todos los días los pobres de este país y en todos en todos los ámbitos en que ha metido las manos la 4T, es decir Morena y sus aliados, que nos ha llevado de Guatemala a “guatepeor” en la economía familiar y en la economía nacional, en la salud pública y hasta en la privada con la escasez de medicamentos, en la educación en general, en la investigación científica y tecnológica, en la falta de empleo, en materia de seguridad, en el campo, en la construcción de obra pública.
Es cierto que la democracia política para ser eficaz, debe llevar aparejada, o debe arribar en una democracia económica, que significa en los hechos una mejor, más justa y equitativa repartición de la riqueza social para todos los seres humanos, como lo demuestra el caso de la nación China, que pone de relieve en su obra “Los Maonomics”, Loretta Napolioni, y que la ha llevado a desterrar la pobreza de ese inmenso país con una población superior a los 1,400 millones de personas.
Pero también es cierto que esto sólo es posible si el pueblo pobre, que es la inmensa mayoría, arriba al poder político, y esto no se puede hacer por la vía democrática si se cancela esta posibilidad acabando con la incipiente democracia que tenemos ahora; por eso es tan importante para el pueblo en general defender en concreto la permanencia del INE y para que sea un organismo autónomo con respecto al gobierno, no importa si con defectos por ahora, porque cuando menos formalmente garantiza esta posibilidad al pueblo, que de no ser así quedaría totalmente cancelada, puesto que eso y no otra cosa es lo que busca, aunque diga lo contrario, el gobierno lopezobradorista con los recortes a su presupuesto, con su pretendida reforma electoral, y con los ataques sistemáticos en su contra.
El INE es de todos los mexicanos y todos debemos defenderlo de la embestida retrógrada del gobierno en los hechos, pero los pobres deben también, además de eso, adquirir claridad en su conciencia de qué es lo que está en juego, lo que representa y lo que le conviene, no sólo para luchar junto a otros mexicanos interesados en la permanencia de la vida democrática de nuestro país, sino también para impulsarla en su desarrollo, teniendo claro qué camino seguir y junto a quién marchar, para después de defendida, llevarla a un estadio superior de la misma, que represente sus propios y genuinos intereses, como clase productora de la riqueza y como clase mayoritaria.
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