Otro chofer del transporte público, que cubría la ruta Trinchera-Centro, fue asesinado a balazos la tarde del 13 de octubre.
La cifra de trabajadores del volante asesinados aumenta cada día, mientras autoridades de los tres niveles de gobierno se empeñan en replicar la estrategia de seguridad de “abrazos, no balazos”, a todas luces fallida.
Los asesinatos han paralizado el transporte público, en detrimento de la ciudadanía y de los propios trabajadores del volante que, totalmente indefensos, desde temprana hora empiezan a trabajar en las unidades para llevar el sustento a sus familias, blindados sólo de sueños.
Hace apenas dos meses, en agosto, sujetos armados asesinaron a mansalva a tres choferes de la ruta Los Ángeles-Mercado, lo que paralizó el servicio de transporte público durante dos días.
Son incontables los asesinatos de choferes —dieciocho en agosto— y la quema de vehículos que ocurren prácticamente todos los días en Chilpancingo, y en algunas rutas foráneas del municipio, como Petaquillas, El Ocotito, Buenavista de la Salud, entre otras.
Ante ello, la apatía de las autoridades, que se limitan a acordonar las zonas y anunciar que se están haciendo las investigaciones correspondientes. No hay más.
La cifra de homicidios de choferes del transporte público aumenta cada día mientras las autoridades replican la estrategia de “abrazos, no balazos”, a todas luces fallida, y “trabajan” rumbo a las elecciones de 2024.
Entre los elementos que contextualizan los ataques contra transportistas está la crisis que rodea a la alcaldesa de Morena, Norma Otilia Hernández Martínez, tras ser exhibida dialogando con presuntos líderes del crimen organizado.
Chilpancingo es terreno descampado; los ataques a transportistas impactan de manera directa al gremio y también inmovilizan a la ciudad, que necesita del transporte público. Más allá del miedo, está la necesidad de mantener a sus familias y temerosos, todos salen día a día a buscar el sustento para sus hogares.
Unas llaves en un llavero con la imagen de sus hijos, la virgen de Guadalupe, Señor Santiago, San Judas Tadeo o el santo de su devoción y la esperanza de tener un buen día, son su único blindaje.
Esta ola de terror, que lleva más de cuatro meses, deja una estela de dolor y muerte que se percibe en varios puntos de la ciudad, pero también deja hogares sin sustento; a mujeres, niñas, niños y jóvenes sin el jefe de familia, el responsable de proveerles recursos para su educación, comida, vestido y calzado.
“¿Escucharon ese ruido?”, pregunta una mujer en el velorio de un trabajador del volante. “Yo también lo escuché”, secunda otra asistente, mientras una adulta mayor se acerca con pasos lentos y asegura que Chilpancingo está dolido.
En la noche, cuando todo está en silencio, se perciben los murmullos del dolor que están sufriendo las familias de esta histórica ciudad: “son los sonidos de la tristeza, lamentos que se perciben en el ambiente”.
Y la lista de muertes continúa. La mañana del 14 de octubre se informó sobre el asesinato a balazos de un conductor del taxi de la ruta Ocotito- Chilpancingo.
Conductores de vehículos del servicio público y sociedad en general, silentes, siguen a merced de la delincuencia mientras las autoridades federales, estatales y municipales, las tres encabezadas por Morena, están enfocadas en “trabajar” rumbo a las elecciones de 2024. Lo demás no les importa, al menos en este momento.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario