No importa la ideología, las costumbres o tradiciones de un país, nadie en su sano juicio puede negar la importancia de la educación para el futuro de una nación. La correcta formación de científicos, economistas, ingenieros, investigadores y demás, constituye la columna vertebral del desarrollo económico, que permitirá tener una economía fuerte y competitiva.
Una prueba de esto es Cuba, que, a pesar de su pequeño territorio y de estar bajo un férreo bloqueo económico por casi 60 años, ha logrado catapultarse a nivel mundial como referente en materia educativa, esto según estudios realizados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés), donde colocan a Cuba como el país de América Latina y el Caribe con el mayor índice en el Desarrollo de la Educación.
En nuestro país la educación en especial la superior y media superior, presentan un rezago importante, pues hasta 2016 sólo 17 por ciento de las personas de entre 25 a 64 años de edad en México había cursado una licenciatura, el porcentaje más bajo entre los países de la OCDE. La cobertura en educación superior es del 32 por ciento. Inferior al de varios países de América Latina como Cuba, donde se cubre al 95 por ciento; o Puerto Rico con 86; Venezuela con 78; o Argentina con 71. La modalidad escolarizada alcanza sólo a 3 de cada 10 mexicanos en edad de cursar estudios superiores, es decir de entre 19 y 23 años de edad. Esto según datos del Instituto Belisario Domínguez (IBD) del Senado de la República.
La mejora en la calidad educativa y su ampliación a sectores desprotegidos, ha sido una importante promesa de campaña durante casi toda la vida independiente de nuestro país; sin embargo, gobierno tras gobierno, ha incumplido en este importante rubro sin encontrar nunca una solución real. Esto mismo prometía ahora combatir el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien durante toda su campaña prometió la creación de más de 100 escuelas por todo el país, para combatir la “inequidad” en la educación superior, debido a que el número de rechazados en las principales universidades es demasiado alto. Sin embargo, también afirmó que estos exámenes desaparecerían. En efecto, en julio de 2018, más de 65 mil jóvenes (91.5 por ciento de quienes lo presentaron), quedaron fuera de la máxima casa de estudios, hecho que motivó a muchos de ellos, a creer en las promesas del morenista. Esto reflejado en los simulacros electorales realizados en diversos planteles educativos, donde López Obrador llegó a registrar hasta el 70 por ciento de la votación. Las esperanzas se esfumaron rápidamente cuando se dio a conocer que se destinaría mil millones de pesos para la implementación del programa “Universidades para el Bienestar Benito Juárez García 2018-2024”. Por si no fuera suficiente, instituciones como la UNAM, UAM, IPN, así como la educación indígena han sufrido una disminución importante en su presupuesto anual desde el inicio del sexenio.
Algunas personas afines a Morena, han defendido esta acción con el clásico argumento de la lucha contra la corrupción y poniendo a la creación de las nuevas universidades como la mejor opción para contrarrestar esta baja en el presupuesto.
¿Esto es verdad? ¿Los problemas de educación pública dependen del número de escuelas que hay en nuestro país, o el problema está más bien en otro sector? Diversos especialistas en temas educativos, han mostrado su preocupación por la creación de dichos centros, en primer lugar, debido a su financiamiento, el cual ni países más desarrollados podrían sostener tan fácilmente, en segundo lugar y más importante lo expresa Alma Maldonado, doctora en Educación Superior e investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), en entrevista para Animal Político: Dice que al crear más planteles, sólo se estaría “estratificando más el mismo sistema”, sistema en el que reina la desigualdad, donde se le da mayores oportunidades a quienes han tenido mejores condiciones económicas y sociales, y rezaga a quienes de por sí se encuentran en situaciones vulnerables.
Recientemente a esto, se sumó el decreto con el que se elimina el programa de Escuelas de Tiempo Completo: “El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que auditarán a las escuelas de tiempo completo para detectar aquellas en las que haya maestros que cobran sin trabajar o mal uso de los recursos públicos destinados para este fin”. Esto marca el final de este proyecto en casi dos mil escuelas a lo largo del país, los cuales, a pesar de ser pocos, marcaban una importante diferencia en la educación de los menores, la cual se nutría con actividades deportivas y culturales, además de la clara ayuda económica que representaba para sus tutores. Todo, por una “auditoría”, que a mediano y largo plazo, quedará en el olvido.
El problema es eminentemente económico, en específico el problema es el modelo económico desigual que impera en nuestro país y, por lo tanto, la solución es dar mejores condiciones a los estudiantes de escasos recursos, que no se vean en la necesidad de dejar la escuela por ir a trabajar para alimentar a su familia, que no sufra de violencia en su día a día; en fin, darles desde el comienzo las herramientas para su desarrollo, el arte, la cultura y el deporte.
¿Quién le exigirán este verdadero cambio a López Obrador? Le toca a los estudiantes, los mismos que en antaño se han unido para protestar en contra del porrismo, las condiciones deplorables de las instalaciones escolares y la falta de vacunas para los más jóvenes. Pero esta vez, luchando del brazo con el pueblo, juntos como una fuerza imparable, que exija un cambio de modelo económico a uno más justo y equitativo para todos. ¿El estudiantado mexicano entenderá esto, o será que seducido y engañado por las promesas populistas del gobierno se mantendrá callado y sumiso? Por el bien de todos, esperemos que no.
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