Este año se cumplen 100 años del asesinato del general Francisco Villa, ocurrido en la ciudad de Parral Chihuahua. Hace algunos días en un conocido programa de “análisis”, La Hora de Opinar, que se transmite en televisión abierta, se hizo la presentación de dos nuevos libros sobre la muerte y andanzas de Francisco Villa, lo que me llamó la atención del programa, que tuvo una duración aproximada de una hora, es la advertencia de los participantes del programa “vamos a acabar con supuestos héroes y villanos de estampitas de la historia de México”.
El programa era para denostar al general Francisco Villa, lo describen como un asesino, que solo hablaba de dinero, que la ira y el odio eran los sentimientos que lo dominaban, que su eficacia como revolucionario se explica por su crueldad, que con artimañas se apoderó de la dirección de la División del Norte y que sus miembros no eran todos villistas.
A pesar de todo, reconocen que la División del Norte dirigida por Villa “le rompe el espinazo al ejército federal", pero enseguida aclaran que el momento de gloria de Villa fueron sólo 9 meses y medio, de septiembre de 1913 a junio de 1914, y termina lanzando una pregunta venenosa, ¿hacía falta Francisco Villa para el triunfo de la Revolución? Y responden con un rotundo no, no era indispensable, porque el curso de la lucha tarde o temprano, se dirigía hacia la victoria del movimiento constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza.
Bueno, hasta la monumental biografía de Pancho Villa escrita por el gran historiador Friedrich Katz, no aguanto el “análisis” de los participantes del programa, pues “argumentaron” que Katz era un admirador del Centauro del Norte y eso lo hacía caer en muchas imprecisiones.
La Revolución Mexicana, que sí fue una verdadera revolución social, pues se destruyó la vieja estructura feudal, basada en las haciendas y que sometía a una explotación brutal a los peones acasillados, no eran asalariados, pues se les daban productos de primera necesidad, atado a las deudas, los hijos heredaban las deudas de los padres, por lo que eran vigilados por una feroz policía rural, que les impedía salir de las haciendas, si alguien lograba escapar, la policía los buscaba hasta encontrarlo, para ser sometido a un castigo corporal y no pocas veces asesinado.
En 1910, la tierra era el principal medio de producción, que estaba en manos de los grandes hacendados, el censo de ese año indicaba la existencia de 846 hacendados que controlaban en promedio cada uno, más de 200 mil hectáreas, los campesinos trabajaban a medias las tierras del patrón y le pagaba una renta y lo pagaba con trabajo, o pagaba con la mitad de la cosecha, así operaba la economía nacional.
La población total era de 15 millones, de los cuales un poco más de 11 millones eran campesinos, en cambio las minas y las fábricas sólo contaban con 250 mil trabajadores.
Por lo que el capitalismo era muy débil, no se desarrollaba porque la mayoría de la población eran peones que no recibían un salario y por lo tanto no eran consumidores de mercancías y los terratenientes acaparaban la tierra. La clase capitalista no se desarrollaba y tenía que romper esta vieja estructura feudal, por lo que buscó aliados, y los encontró con los peones acasillados, les prometieron que triunfando el movimiento se repartirá la tierra.
Por lo que no es casualidad que Francisco I. Madero, empresario, minero y miembro de unas de las familias más adineradas de México, se pusiera a la cabeza de la Revolución, junto con otros representantes de la burguesía, como Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, entre otros y de lado de los aliados, y después traicionados, al sur, el líder campesino Emiliano Zapata y el otro líder, en el norte, Francisco Villa, con una composición más heterogénea pues logró integrar a mineros, ferrocarrileros, comerciantes y campesinos.
Al triunfo de la Revolución, los auténticos líderes campesinos, cuando la burguesía llega al poder, ya no los necesitaba; ordenó los asesinatos y no hubo reparto de tierras, sino hasta años después con la llegada de Lázaro Cárdenas del Río a la Presidencia de la República.
Esta lección histórica de la lucha de clases en la Revolución Mexicana, a los marginados de nuestro país no se nos debe olvidar, porque a los representantes de la burguesía de hoy, que tienen los medios de comunicación en sus manos, no se les olvida. Nunca perdonarán que surjan líderes del pueblo y menos que luchen por una vida más digna y decorosa para las mayorías, por lo que debemos redoblar esfuerzos y ahora sí, construir un proyecto de país para todos los mexicanos.
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