México no es un país de lectores, pero no es culpa de los mexicanos. Antes de la conquista, fuimos un pueblo muy desarrollado, la nación más poderosa del continente, que estaba altamente desarrollada en la ciencia natural y social, la tecnología, las armas, las matemáticas, la música, la filosofía o la poesía, por ejemplo. Se sabe de la grandeza literaria de nuestros antepasados, por ejemplo, de los versos del Rey Nezahualcóyotl (1402-1472): “Amo el canto del cenzontle, / pájaro de cuatrocientas voces. / Amo el color del jade / y el enervante perfume de las flores, / pero más amo a mi hermano: el hombre”. Éramos un pueblo floreciente y el arte da cuenta de ello.
Pero los españoles terminaron con este desarrollo mediante una conquista que nos cambió oro por espejos, educación por religión y libertad por esclavitud, en medio de una guerra que destrozó todo lo que fuimos. Han transcurrido 500 años: 300 en los que fuimos esclavos de España y 200 años de tener gobiernos que no buscan el progreso de los mexicanos. En nuestros tiempos, la educación no está pensada para que el mexicano aprenda las ciencias naturales, sociales o las artes. La educación no nos enseña matemáticas ni nos enseña a leer y a disfrutar de la literatura ni de toda la riqueza que se encierra en ella. No, claro que no.
Dijo el Maestro Aquiles Córdova Morán, líder nacional de Antorcha, en su libro Literatura y libertad: “Con un sistema educativo ágrafo, refractario y negado a la lectura; con una televisión, un cine y una prensa que están hechas para retrasados mentales, puras telenovelas y demás porquerías, ¿de dónde va a volverse lector el pueblo mexicano? ¿Cómo va a volverse lector? No hay manera”. Pero, dice el Maestro sin desesperarse: “alguien le debe hablar al pueblo sobre literatura”.
Más adelante escribió: “Mucha gente piensa que al pueblo no debe hablársele de literatura porque eso no le importa, que a él solo le gustan las borracheras y el futbol, y que todo aquel que se lance a la aventura de querer educar al pueblo pobre, al trabajador, estará arrojándole margaritas a los cerdos y estará perdiendo su tiempo lastimosamente. (…) Yo soy enemigo visceral, enemigo absoluto, de ese modo ligero de hablar del pueblo y de su capacidad para aficionarse a las grandes y elevadas cosas del espíritu. Y estoy en contra porque se echa sobre el pueblo de México una enorme culpa y un enorme desprecio que no merece. (…) Yo soy de quienes creen que los pueblos pueden aprender, se pueden educar, se pueden elevar sobre su pobreza espiritual y material y llegar a ser realmente grandes”. Así es: ¡todo el antorchismo tiene esas ideas y las practica!
El arte y la lucha social no pueden vivir separados. Por eso, Antorcha estudia y practica el arte. En cada lugar en donde hacemos trabajo político también hacemos arte: formamos grupos de baile folclórico, compañías de teatro, formamos coros, descubrimos cantantes y logramos que niños, jóvenes y adultos conozcan la poesía y la declamen. Ya antes hemos hablado de eso y México conoce la cara artística de nuestra organización política. Como parte de esta actividad, que millones de mexicanos conocen y han visto en los escenarios o, ahora debido a la pandemia, en las redes sociales, Antorcha ha logrado formar, también, escritores. Gente del pueblo que, dotados de una gran sensibilidad e inteligencia, han desarrollado sus aptitudes para escribir cuentos, poesías, obras de teatro, novelas y ensayos.
Hace 14 años, el antorchista Gabriel Hernández García publicó su primer libro: Magia indígena. Quizá muchos no lo conozcan, pero los invito a comprarlo y a deleitarse con cuentos que nos enseñan lo que no debemos hacer, como aquel que se titula “Por si se ocupa…”, con otros que critican a los políticos mexicanos y la forma tan inteligente en que razona el pueblo, como aquella joya literaria llamada “El mosco”, o con algunos que los harán reír bastante como el de “Cueretearon al Tataratas”, que es uno de mis favoritos. ¡No se van a arrepentir!
“En estas narraciones de Gabriel Hernández el verdadero protagonista es el pueblo oaxaqueño, como lo ha sido en los principales momentos de la historia nacional y en el quehacer cultural. En muy pocas ocasiones encontramos tanto cariño y tanto apego a los orígenes. En Oaxaca, la cultura indígena no es adorno ni pose, sino sentir profundo del pueblo, identidad, orgullo, parte de la vida misma. Toda expresión cultural, por sublimada que se presente, brota siempre del pueblo, y en nuestro caso en Oaxaca se encuentra una de las raíces más profundas de la identidad nacional. Es en este sentido precisamente que cobra toda su significación y relevancia la creación artística de Gabriel Hernández, como esfuerzo fresco, vivo, de rescate cultural”, escribió el Doctor Abel Pérez Zamorano en el prólogo a la segunda edición de Magia indígena, en el invierno de 2008.
Gabriel Hernández ha publicado, además, Jaguar tuerto (2008), Tatuana (2010), Letras fugitivas (2018) y Cascabel mojave (2020). Estos dos últimos libros, el primero de poesía y el segundo de cuentos, fueron presentados el martes 18 de enero en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), ante un público de universitarios, artistas, escritores, amigos del ingeniero Gabriel, antorchistas y gente oaxaqueña interesada en la literatura. Gabriel Hernández pronunció un discurso en el que remarcó su ideología antorchista: “En 1981 conocí al ingeniero Aquiles Córdova Morán en una asamblea en Chapingo [estamos hablando de hace 40 años] y desde entonces decidí seguirlo en su organización. Le agradezco que me haya educado y me haya aceptado en su organización”. Y brevemente explicó por qué escribe: “Mis textos están pensados para que la gente del pueblo los lea y se anime a leer”. El autor agradeció al líder de los antorchistas oaxaqueños, Dimas Romero Hernández, la organización del evento para presentar el libro; también al Ing. Homero Aguirre Enríquez, nuestro vocero nacional, por el apoyo para la publicación de toda su obra y a la Editorial Esténtor por la corrección, edición e impresión de sus últimas obras, que son producto de esa casa editorial.
Para la directora de Esténtor, Libia Carbajal, la poesía y los libros de Hernández García nos reflejan “cómo los problemas afectan al pueblo y a la gente trabajadora del pueblo. Gabriel da voz al pueblo”. Esto me parece muy importante y es cierto. Cascabel mojave contiene varios cuentos de ficción y un texto de no ficción titulado: “Los árboles mueren de pie”, que narra fragmentos importantes en la vida de nuestro querido compañero Miguel Cruz José, un campesino que por su trabajo logró ser electo como integrante de la Dirección Nacional de Antorcha. Cruz José fue el líder de más de 10 mil campesinos oaxaqueños y fue asesinado la tarde del 24 de diciembre de 2010. Gabriel Hernández denuncia a los autores intelectuales del crimen. Ninguno de ellos fue castigado. Es un reclamo al gobierno y una enseñanza para los pobres del país.
Antorcha tiene varios escritores. Nuestro líder nacional escribió una hermosa poesía llamada “Inquietud”, que es un canto a la lucha de la humanidad. Nadie desconoce sus libros sobre arte y literatura. Hace cinco años la BUAP publicó Antología selecta, del dramaturgo antorchista Víctor Puebla, que contiene obras de teatro, poesía y artículos. También tenemos cuentistas como Tania Zapata, que ha publicado en la revista buzos sus primeros ensayos. Tenemos poetas como Lirio Dení García Córdova, de quien conozco algunos textos, y sé que hay más compañeros que publican sus poesías en las redes sociales. Tenemos directoras de teatro, como Vania Mejía, que ya escribió sus primeras obras dramáticas. Seguramente hay más, muchos más, que comienzan a trazar las primeras líneas de la literatura antorchista, necesaria por lo que representa para el pueblo de México y consecuencia de la política de nuestra organización. Y quiero invitar a todos ellos, a todos los escritores, a todos los estudiantes de letras antorchistas, a que no dejen hojas en blanco. Hay mucho que escribir. Es necesario.
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