Nadie que no sea un perturbado de la mente o un delincuente actúa premeditadamente para perjudicar a los demás y menos para perjudicarse a sí mismo, los mexicanos y en general los humanos estamos inclinados a hacer lo correcto, y más en una situación de contingencia, pero el mal ejemplo se aprende más rápido; se equivocan los que culpan a la gente, al pueblo en general y sobre todo a los más pobres, a los menos cultos, de las tragedias por las que estamos pasando en la salud, en la economía, o en la crisis social y política que padecemos.
Los humanos estamos diseñados por naturaleza para el bien, pero las gentes necesitan condiciones para hacerlo aflorar: el buen ejemplo, la educación, la formación integral y sus elementos materiales y espirituales, sin los cuales es fácil y hasta inevitable desviarse a lo contrario, más en una sociedad diseñada para formar individuos egoístas, rencorosos, soberbios, envidiosos, corruptos y abusivos, a lo que nos induce el sistema de "libre competencia&rdquo, ayudado por los instrumentos de divulgación y comunicación, desde la educación en el seno familiar hasta las aulas, pasando por cine, radio, televisión, prensa, redes sociales, etc.; los hábitos o disposiciones que benefician a la sociedad o al individuo se cultivan y no pueden desenvolverse en medio de la estulticia, el abandono, la pobreza material que lleva a la carencia y la angustia, y el bombardeo incesante de la ideología individualista con que nos receta el sistema cada segundo, incitando al individuo a desear cosas y circunstancias que al mismo tiempo le niega fatalmente, convirtiéndole en un eterno insatisfecho, viviendo desdichado hasta el día de su muerte.
El culpable, pues, es el sistema, y no bastan buenas ideas o consejos ostentosos, si se deja intacto el sistema mismo. Pero esto es muy difícil de ver y fácil de disimular, y el sistema es experto vetusto en mantener al pueblo desinformado, engañado, pendiente y con esperanza de una mejora que no tiene modo de llegar y de una justicia que nunca ha llegado sola.
Este es el enfoque que nos permitiría entender, creo yo, la situación que vemos en nuestro país y que mantiene estupefactos a analistas y teóricos: el supuesto éxito del actual presidente de la República para conservar la confianza y preferencia de la mayoría de los mexicanos en medio de un rotundo y escandaloso fracaso como jefe de gobierno. En efecto, el presidente no podría presumir eficiencia y éxito en la realización de las promesas de su eterna campaña, ni en sus acciones como gobierno de la República.
Muy al contrario, su gobierno es fallido, fruto de su desprecio por la ciencia, su vanidad, soberbia, y desprecio por el prójimo y, como la lista de fracasos es kilométrica, aludiré sólo los más trascendentes e incontestables: ausencia absoluta de un proyecto viable de nación; desaparición de programas sociales y recortes a todo (remember el Fonden), para acaparar los recursos y usarlos en sus cuatro obras emblemáticas, que son a su vez otros cuatro fracasos antes de nacer, y convertir la política de desarrollo y combate a la pobreza en un abanico de programas clientelares atomizados y directos, ineficientes para generar ese desarrollo social pero útiles para comprar votantes; suspensión casi total de toda otra obra de infraestructura con el mismo fin (con lo que cuesta construir una escuela puede comprar varios miles de votos); contracción de la economía desde antes de la contingencia que esta solo vino a agravar; manejo irresponsable y criminal de la pandemia pensado más en su prestigio y en el próximo proceso electoral que en la vida de la gente; manejo no menos criminal y electorero de la vacuna en el que también privilegia su deseo de conservar el poder antes que la vida de los ciudadanos; abandono del sector salud, sacrificando a doctores y enfermeras, a niños con cáncer necesitados de quimioterapias, supresión del Seguro Popular y dejar sin atención médica ni seguridad social a quienes no tienen trabajo formal; violaciones a la Ley, a la Constitución, creación de leyes y reformas a modo que muestran sin duda su vocación impositiva, antidemocrática y centralista en oposición franca a su falsa vocación liberal, democrática y hasta de "izquierda”; intromisión ilegal en los otros dos poderes y en las próximas elecciones, preparando con una elección de estado el más monumental fraude de la historia; persecución sin piedad ni escrúpulos contra toda forma de oposición, contra cualquier intento de organización popular, represión y uso ilegal de las instituciones; los escándalos de mentiras, simulación, nepotismo, protección a corruptos, criminales, violadores, nexos con delincuentes, y mucho más que no acabaríamos de enlistar.
Y todo esto ha llevado al país a ser la burla y la vergüenza a nivel mundial, debido a la simpleza y hasta bufonería de nuestro presidente, pero, sobre todo, por sus resultados que nos tienen en los primeros lugares de muertes, contagios, letalidad, muerte de personal de salud, etc., y en los últimos de medidas de prevención, aplicación de pruebas, de vacunas, y de atención a la ciudadanía, todo lo cual no lo detiene para asegurar a los cuatro vientos, como si estuviera demente, que él es el mejor mandatario del mundo, que "vamos bien” que el pueblo es "feliz” y llama a su gobierno burlesco la "Cuarta Transformación”.
Pues, a pesar de todo esto, las encuestas de opinión, de las que sinceramente dudo, pues nosotros los antorchistas sí tenemos contacto orgánico con amplios sectores del pueblo trabajador que es la gran mayoría de los mexicanos, sabemos cómo piensa y no es lo que dicen las encuestas, dicen que la mayoría, aunque reprueba su gestión al frente del país, lo sigue apoyando. Supuesta y convenientemente
Y en esto radica el éxito de López Obrador, el único que tiene, el único que le importa, y que él mismo ha aceptado y declarado en múltiples ocasiones: saber engañar a la gente, abusando de la confianza que le brindó el pueblo, ansioso de satisfacer su sed de justicia, y lograr que muchos, todavía, sigan conservando la esperanza de que él es el profeta salvador que pintan las vendidas redes sociales morenistas.
Una prueba de la mecánica obradorista, en este sentido, fue el burdo espectáculo de la inauguración del aeropuerto Felipe ángeles, hecho a la carrera, en medio de tolvaneras y materiales de construcción, que demostró solamente la ineficiencia de su gobierno y, sin embargo él, sin pudor ni vergüenza, lo catalogó de "el aeropuerto más importante que se esté construyendo en el mundo y es un fenómeno en la ingeniería”. ¿No le parece muestra suficiente y cabal del verdadero "éxito” de López Obrador?
Todo esto lo sabe perfectamente él, pero no le importa, solamente quiere la fe ciega de sus seguidores y mantener engañados a los mexicanos, esperando los resultados que nunca va a alcanzar ni los pretende intentar; basta y sobra con seguir engañando a la gente. Pienso que en la medida y tiempo que lo logre, la tragedia seguirá y se profundizará, causando serios males no solamente a sus cómplices y sus fanáticos, sino a todos los mexicanos.
Ésta es, finalmente, otra de las causas actuales de que no prosperen los hábitos que los mexicanos necesitamos, las medidas de prevención como el uso de cubrebocas, lavarse las manos, guardar la sana distancia, no salir a la calle o a reuniones, cuidar la alimentación para no ponerse en riesgo de enfermedades crónicas, solidarizarse con el prójimo para evitar la propagación del virus, no agraviar a los demás en las redes sociales, no mentir, no robar, no traicionar. El mal ejemplo se aprende más rápido, y el presidente Obrador, en esto, es peor que una manzana podrida.
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