Estamos en tiempos electorales y teniendo una vida distinta a la que anhelábamos tan sólo hace un año. Este periodo electoral es histórico y por demás aleccionador. Distingo la diferencia de esta elección, porque en México es la primera vez en que el partido del cual es dueño el presidente de la República, disputa más de 21,368 cargos de elección, más 15 gubernaturas. Sin duda, una elección sin precedentes.
El presidente de México, fundador y propietario del partido Morena, dispone y ejerce recursos públicos a diestra y siniestra, sin freno ni ley que lo controle, cual amo y señor de los presupuestos y finanzas públicas, es decir, del dinero público de todos los mexicanos, más el dinero que por ley le dan a su partido. Pues ni con todo ese dinero ha sido capaz de construir o realizar una obra pública en beneficio de los más desprotegidos; por ejemplo, un hospital, escuelas o por lo menos apoyar a las familias afectadas por la covid-19 que quedaron desempleadas.
El slogan y propuesta bandera de esta administración gubernamental fue el combate a la corrupción, y el primer acto corrupto que ha realizado el presidente, es invadir la esfera competencial de responsabilidad de todos sus secretarios, desde el inicio de su mandato, así como invade también la esfera de acción de los otros Poderes de la Unión, teóricamente autónomos y complementarios del suyo, que es el Ejecutivo. Si bien quiere ahorrar tanto dinero como pregona que se ha ahorrado con el hipotético y tantas veces anunciado y pregonado “ahorro” multimillonario con la supuesta ausencia de robos y corrupción en la función pública, “ahorros” que nunca se han documentado ni exhibido nunca de manera contable y formal; pero ni así le alcanza para comprar medicamentos, vacunas, gas. Pues debiera mejor quitar a todos los servidores públicos de subsecretarios y secretarios de estado, ya que todos son floreros que están cobrando sin tomar decisiones trascendentales, porque hay un presidente, que no tiene ni idea de lo que está ocurriendo en el país, pero él dice que todos los mexicanos son felices.
Si la respuesta fuera que sí tiene idea, entonces estamos hablando de un ser humano que no tiene conciencia o que está enfermo de poder, ya que en lo único que piensa es en el vituperio, en la agresión, en la confrontación y en la negligencia; esa es la agenda que dicta todas las mañanas desde Palacio Nacional. Su verdadero acto histriónico, consta en que todos hablen de lo mal que está haciendo en el país y en sus instituciones, y de eso se vale para ganar espacio en los medios impresos, electrónicos o redes sociales.
Los mexicanos deben saber que este presidente, decrépito en su falta de una ideología coherente y en su caótico pensamiento, no solo es un cáncer para el país, o una enfermedad. Es la oportunidad para que cambiemos nuestro sistema político. La clase política mexicana está a ras del suelo, no hay proyectos locales, ni nacional. Sólo hay oportunistas que quieren experimentar “a ver qué se siente” o que se gana siendo diputado o presidente municipal, gobernador o, en el peor de los males, presidente de México. Esto está ocurriendo porque no hay cultura ni formación política.
Se dice que en la democracia todos tienen la oportunidad de competir o postularse para un cargo de elección popular. Y efectivamente, todos pueden ser diputados y hasta presidente de la nación, sin siquiera saber, ya no las leyes o reglamentos, sino lo más sensible: las verdaderas necesidades que tienen los mexicanos y la sociedad en su conjunto. Es fácil reconocer a un artista o deportista famoso, o al político transa o violador que tiene publicidad mercadológica, como dirían los especialistas hay “politing”, como al profesionista desconocido, o líder que día con día hace sus gestiones ayudando a su comunidad o región.
Esa temática viene dominando en México y está tomando fuerza, pues todos los partidos sin excepción están acudiendo a esas prácticas, que si bien, todos en democracia deben participar, también es cierto que debe haber capacidad, oficio y profesionalismo para los puestos de elección popular y en la administración pública. Pues así evitaremos que cualquier servidor público caiga en discrepancias como en las que cayó la Auditoría Superior de la Federación (ASF) que, habiendo informado sobre la cancelación del aeropuerto de Texcoco, por un monto de 331,966 millones, el presidente dijo tener otros datos, y ese mismo día el auditor se retractó de lo que se había informado. Eso merece renuncia, destitución del auditor, de acuerdo a la Ley de Fiscalización y Rendición de Cuentas de la Federación.
Debemos apostarle a una nueva clase política en México, donde haya inclusión, formación y desarrollo. Que permita a todos los mexicanos mejores oportunidades, que los representantes populares y servidores públicos velen por los intereses de los mexicanos, y no por la ambición despótica y centralista que estamos viviendo en tiempos de la 4T. El verdadero proyecto nacional que ofrece alternativa de crecimiento y desarrollo inclusivo, está en los municipios que gobierna el Movimiento Antorchista; y como ejemplo tenemos al municipio de Tecomatlán, Puebla, cuna del antorchismo nacional y, entre otros más, Ixtapaluca y Chimalhuacán en el Estado de México; Charcas, Armadillo de los Infante, Villa Hidalgo, Villa de Arriaga, Mexquitic de Carmona, Santo Domingo y Villa de Ramos, en San Luis Potosí.
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