MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Mediatización y poder en sexenio que termina

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Empecemos por citar el significado de la palabra “mediatizar”, que, según la Real Academia Española, significa: intervenir, dificultando o impidiendo la libertad de acción de una persona o institución en el ejercicio de sus actividades o funciones; también significa intervenir o influir en el comportamiento de una persona o institución, cortando o limitando su libertad.

Más coloquialmente, mediatizar también es sinónimo de coartar, maniatar y mangonear. Y tiene una segunda acepción: privar al gobierno de un estado de la autoridad suprema, que pasa a otro estado.

Todos los mexicanos sabemos cómo ha intervenido el presidente en el poder legislativo, haciendo que este pierda su independencia y se convierta en un aprobador sumiso de sus órdenes. 

La mediatización está evidentemente ligada al poder, pues los que no tienen poder político, económico o ideológico, o de otro tipo, es prácticamente imposible que hagan una labor de mediatización; por ejemplo, de ninguna manera pueden mediatizar, porque no tienen poder, un campesino de una región muy apartada del país, un minero, un pescador o un indígena de las 62 etnias que existen en México, según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

La mediatización está representada por los grupos poderosos que tienen acceso a los medios de comunicación masiva; son los políticos los que frecuentemente hacen uso de ella y es precisamente esta la razón esencial de estas líneas: el hecho de que este sexenio, que terminará en tres meses, se caracterizó por su política mediatizadora, con el presidente de la República como el más mediatizador de todos los presidentes de la época moderna del país.

Desde que fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, López Obrador impuso sus conferencias mañaneras, pero lo hizo más todavía cuando asumió el cargo de presidente de la república.

A través de las conferencias mañaneras, imponía la agenda nacional. Sólo eran noticias los temas tratados en las mañaneras, que eran recogidos y reproducidos por todos los medios de comunicación.

Cuando los periodistas, un tanto independientes, le hacían preguntas basadas en datos oficiales que contradecían sus dichos, él contestaba muy tranquilo: “yo tengo otros datos”, es decir, lo que vale es lo que él dice, no lo que digan las instituciones oficiales (llámense INE, Inegi, Coneval, Sistema Nacional de Seguridad Pública), nada de lo que decían, y dicen esas instituciones, era verdad porque él tenía “otros datos”. 

Esta frase se repetía y se repetía, ya fueran problemas de seguridad pública, asuntos de salud, de educación, de economía, o de lo que fuera. La respuesta fue, es y será: “yo tengo otros datos”. Nuestro actual presidente ha sido un mediatizador en toda la extensión de la palabra.

El mandatario intervino, dificultó e impidió la libertad de acción de muchas instituciones, con lo que violó los procedimientos legalmente establecidos para la toma de decisiones.

Recordemos sus encuestas a mano alzada para asuntos que se debieron tratar de otra manera, como la revocación de mandato en el año 2022, en la que participó menos del 18 % del electorado, muy lejos del 40 % requerido para que fuera de obligado cumplimiento.

También, la consulta para “juzgar expresidentes” en 2021: el conteo rápido del INE estimó que tan sólo entre el 7.07 % y 7.74 % de los mexicanos convocados acudieron a depositar su voto, muy lejos del 40 % necesario para que el resultado fuera vinculante.

Asimismo, intervino en organismos autónomos como el INE, Inegi, INAI, etcétera, que tienen su propio marco de acción y no se les dejó trabajar. Por ejemplo, cuando el INE planteó que el presidente no hiciera política para su partido, él se quejó de que se le estaba coartando la libertad de expresión y continuó con las mañaneras como si nada.

Todos los mexicanos sabemos cómo ha intervenido el presidente en el poder legislativo, haciendo que este pierda su independencia y se convierta en un aprobador sumiso de sus órdenes. De tal manera que el poder legislativo ya no es la representación del pueblo de México, sino un simple levantadedos para aprobar la voluntad del presidente.

Lo mismo ha ocurrido con el Poder Judicial, a quien el presidente ha llamado corrupto (sin ofrecer prueba alguna); conservadores, fifís, defensores de privilegios, enemigos del pueblo y muchas otras lindezas más. Sólo que hasta el momento no lo ha logrado.

Sabemos que está en marcha el Plan C para la reforma del Poder Judicial de la federación, que pretende llevar a cabo durante el mes de septiembre, cuando tome posesión la nueva cámara de diputados. Todo esto que aquí digo se llama mediatización.

Además, mediatizar también debe entenderse como maniatar y mangonear, es decir, dominar o manejar a alguien o ejercer el poder de manera despótica. Y en este significado es precisamente donde el presidente resultó un verdadero maestro, porque manejó su sexenio, a las instituciones, a los organismos autónomos y a las organizaciones sociales de manera déspota y autoritaria. 

¿Y a los ciudadanos cómo los trató? Igual, de manera despótica. Empezó desconociendo a las organizaciones sociales, es decir, violando la Constitución general de la república que establece en su artículo 9º el derecho a la organización.

El presidente dijo: “No trato con intermediarios, porque esos viven de los moches, de los piquetes de ojos”. De esa manera tan campechana transgredió la Constitución.

Pero lo más dañino, lo más perverso de la actuación presidencial, lo más mediatizador de su conducta, es hacer creer a la gente que con las transferencias monetarias se va a resolver el problema de la pobreza.

Su actitud demagógica y mediatizadora se ve cuando llama al pueblo “sabio” y dice que vamos bien, muy bien, pero esa no es la verdad. Basta ver cómo está la salud, la educación, la seguridad, etcétera.

El pueblo mexicano debe romper las cadenas de la mediatización, impedir ser maniatado y no dejarse mangonear por ningún partido. Debe politizarse y concientizarse, y ver bien cuáles son sus verdaderos intereses históricos y de clase.

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